El Cultural
Publicada
Actualizada

Antoine de Saint-Exupery, el autor de El principito, recomendaba a quien quisiera viajar feliz hacerlo siempre ligero de equipaje.

Y tenía razón. En realidad, solo se necesita un buen libro para multiplicar el placer del descubrimiento de una callejuela inesperada, de un paisaje sorprendente, de playas y monumentos inesperados.

Hoy, seis narradores y poetas nos descubren sus libros de viajes preferidos, esos que les hicieron soñar con inacabables aventuras, los que les permitieron tener la experiencia añorada o les proporcionaron una memoria más perdurable de su propia experiencia viajera. José María Merino, Julia Navarro, José Carlos Llop, Raquel Lanseros, Rafael Reig y Nuria Labari toman la palabra.

El camino más corto, de Manuel Leguineche

Recomendado por Julia Navarro

Un libro... Uff, qué difícil... Me voy a permitir recomendar dos: El camino más corto de Manu Leguineche (B de Bolsillo, 2016) y la trilogía sobre África de Javier Reverte.

Portada de 'El camino más corto', de Manuel Leguineche

Cuando leí El camino más corto sentí que ese era el "viaje" que me gustaría hacer, eso sí, con Manu de guía. En ese libro había de todo: aventura,  sobresaltos, descubrimientos.... Es un libro que no ha envejecido y que cualquiera que lo lea empezará a preparar el petate en busca de las huellas del viaje de Leguineche.

En cuanto a la Trilogía de África de Javier Reverte, debo subrayar que esos libros de Javier (El sueño de África, Vagabundo en África y Los caminos perdidos de Africa) nos abrieron la mirada al descubrimiento de un continente del que creíamos saber algo pero en realidad no sabíamos nada. Imprescindible para quienes emprenden viaje a África.

El año de la muerte de Ricardo Reis, de José Saramago

Recomendado por Rafael Reig

Portada de 'El año de la muerte de Ricardo Reis', de José Saramago.

Me llevé a Lisboa El año de la muerte de Ricardo Reis, de José Saramago. Da gusto recorrer Lisboa a voleo, no tienes que hacer los deberes, no vas para comprobar que lo que pone la guía está en efecto en su sitio, no hay que volver con fotos, la encuentras al doblar una esquina o al salir de las tinieblas de una taberna y descubrir una plaza que antes no estaba.

Me sentaba a leer o me subía en un tranvía por la noche para ver a dónde iban esas dos chicas vestidas para matar.

Fui el desocupado que recorre sin rumbo, sobre el plano de la ciudad, su propia vida, con un libro bajo el brazo. Una aventura inolvidable.

No recuerdo el nombre de las calles ni falta que hace, decidí que Lisboa se la inventa el viajero para que ella le devuelva otra versión de sí mismo igual de inventada. Solo he vuelto a viajar si puedo hacerlo sin prisa y sin propósito, y leyendo. 

La conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo

Recomendado por José María Merino

Portada de 'La conquista de la Nueva España', de Bernal Díaz del Castillo.

Me fascinan las crónicas de Indias como magistrales "libros de viajes", y ello fue consecuencia de unos desplazamientos relacionados con la Administración educativa, donde yo trabajaba en los años 70.

El conocimiento de parte de Centroamérica y de México capital me hizo encontrar mi lengua hablada con otras melodías y contenidos, y descubrir aspectos de mi cultura firmemente enlazados a los de otras.

También supe algo que la mayoría de los españoles desconocemos: que en 1514 Fernando el Católico autorizó el matrimonio entre españoles e indígenas, estableciendo el mestizaje. ¿Qué otra cultura puede enorgullecerse de ese patrimonio?

Mi "libro de viaje" inicial y preferido es la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, que al parecer le debe mucho al propio Hernán Cortés… Mi fascinación por esos viajes hizo que yo mismo me atreviese a escribir una trilogía —El oro de los sueños, La tierra del tiempo perdido y Las lágrimas del sol— que reuní en un solo tomo con el título Las crónicas mestizas.

Cuando viajar era arte, de Attilio Brilli

Recomendado por Raquel Lanseros

Portada de 'Cuando viajar era arte', de Attilio Brilli.

Un libro de viajes que me impresionó vivamente es Cuando viajar era un arte. La novela del Grand Tour de Attilio Brilli, uno de los grandes especialistas en la literatura y la historia del llamado Grand Tour, práctica educativa muy extendida en Europa entre el siglo XVII e inicios del XIX (principalmente entre jóvenes aristócratas británicos, alemanes y franceses), que consistía en realizar un viaje por Europa con vistas a completar su formación en el ámbito social, político, artístico, lingüístico y cultural.

El libro recorre la esencia, motivaciones y vivencias del Grand Tour, incluyendo itinerarios, logística y experiencias de los viajeros. Estos aspiraban a enfrentarse con lo foráneo y conocer los vestigios de antiguas civilizaciones, como una respuesta a la máxima formulada por Montaigne: "Se debe viajar para conocer el espíritu de los países que se recorren y sus costumbres, así como para frotar y limar nuestro cerebro con el de los demás".

Esta obra abrió mis ojos a la fascinante dimensión histórica y literaria del fenómeno del viaje, entendido como exploración intelectual y aventura de transformación.

Desde el monte santo, de William Dalrymple

Recomendado por José Carlos Llop

Portada de 'Desde el monte santo', de William Dalrymple.

Hay dos libros de viajes —Desde el monte santo, de William Dalrymple, y Un tiempo para callar, de Patrick Leigh-Fermor— que además de integrar, entre ambos, la espiritualidad cristiana de Oriente y la de Occidente, nos muestran la profunda huella de la fe contemplada desde el escéptico observatorio del siglo XX europeo.

No hablo de clérigos o de personas religiosas: hablo de escritores —William Dalrymple y Patrick Leigh-Fermor— y de su viaje desde la inteligencia, por un lado, a la historia de una iglesia —la bizantina— tan nuestra como desconocida y, por otro, a la asimilación de un estadio superior del silencio y la oración —cercano a la mística— a través de la estancia en viejos monasterios benedictinos, cistercienses y trapenses.

Una sabiduría antigua, llena de vida esencial, tiñe las páginas de ambos libros. En el primero brillan los colores de un icono y la crueldad de la historia; en el segundo la luz de la verdad y la paz interior. Esa paz que Leigh Fermor tilda de 'inconcebible': un tiempo para callar o el lugar donde quedarse a vivir.

Cuadernos perdidos de Japón, de Patricia Almárcegui

Recomendado por Nuria Labari

Portada de 'Cuadernos perdidos de Japón', de Patricia Almárcegui.

Me encanta la literatura de viajes y en concreto me he especializado como lectora en leer viajes a Japón, que es un género literario en sí mismo. De hecho, sueño no solo con viajar allí algún día sino con escribir ese viaje porque solo así, en la escritura, se puede habitar de verdad ese destino.

"En cierto modo Japón no existe: es un mundo de ensueño en el que nos refugiamos cuando queremos huir del nuestro. A esa irrealidad podemos llamarla deseo de Japón". La cita es de Julio Baquero y la recoge Patricia Almárcegui en su libro Cuadernos perdidos de Japón, que recomiendo especialmente para iniciarse en el viaje a ese lugar intangible, al "deseo de Japón".

Los libros que hasta allí me han llevado son a veces muy zen o muy gordos —Japón, el paisaje del alma de Rudyard Kipling e Inazo Nitobe es otra joya—, a veces son muy antiguos o vienen de demasiado lejos. Recomiendo el de Patricia porque tiene el don de ser breve pero esencial. Y porque su viaje no solo contiene Japón sino también su sentido y el de su deseo.