Fue anunciar su nombre en el cartel del Festival Celsius 232 y que los hoteles de Avilés se quedaran sin habitaciones disponibles. Volcado en atender a cada uno de sus lectores —en su paso por el festival ha firmado más de 9.000 libros—, Brandon Sanderson (Nebraska, 1975) se muestra afable ante las legiones de fans que se han acercado, con capas y túnicas, a la ciudad asturiana para llevarse un recuerdo del escritor.
Tiene fama de metódico y disciplinado, en parte, dice, por lo mucho que le enseñó su madre, contable de profesión. Por si acaso, intenta no saltarse ninguna de sus rutinas de trabajo. "He escrito en el avión según venía y esta noche planeo hacerlo, aunque mañana no creo que lo haga", comenta.
Conocido por haber creado todo un universo de magia, el autor de grandes sagas como Nacidos de la bruma o El archivo de las tormentas, que en nuestro país publica Nova, es uno de los escritores más relevantes de la literatura fantástica actual. Con más de un millón y medio de ventas en España y 40 millones en el mundo, sus libros copan todas las listas de los más vendidos.
"De joven, no leía mucho —cuenta con honestidad—. Eso es muy raro entre los escritores. Descubrirás que la mayoría empezó a leer su primer libro pronto, como si estuvieran aún en el útero y hubieran conseguido un ejemplar de Ana Karenina o algo así. Yo era un lector reticente. Tuve un profesor estupendo en la secundaria, en octavo, que me dio una novela de fantasía y me dijo: 'Creo que te va a gustar'". El resto se cuenta solo. "A menudo lo describo como si pensaras en un mago. Algunos ven al mago en el escenario y piensan: 'Tengo que saber cómo se hace eso'. Eso fue lo que me pasó".
Fiel lector de la obra de autores como Joe Abercrombie, el otro gran protagonista de esta edición del festival, Fonda Lee, Andy Weir o N. K. Jemisin, la fantasía, reivindica, "es uno de los géneros que apelan a toda la humanidad porque explora las necesidades del hombre".
"La gente dirá que no tiene sentido. Y, sin embargo, de joven leí aquel libro sobre dragones y entendí a mi madre". Y ese es su poder, que podemos abordar temas que quizás tengan una carga política excesiva o pensar en el mundo real de una manera diferente. "Para mí fue maravilloso. Había dragones. Había magia. Y decidí que iba a aprender a hacerlo. Simplemente tenía que hacerlo. Y esa se convirtió en mi obsesión durante los siguientes 15 años".
Antes que escritor, Sanderson fue misionero como voluntario para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Corea del Sur. "En aquel momento de mi vida —cuenta en el prólogo del cómic Arena blanca— yo era una persona completamente distinta. Nunca había terminado de escribir ningún libro". Para él, que había crecido aislado del resto del mundo en Nebraska, próximo al Kansas del Mago de Oz y a los grandes campos de maíz, aquello fue fundamental.
"La mayoría de escritores empezó a leer muy pronto, como si estuvieran aún en el útero y hubieran conseguido un ejemplar de Ana Karenina"
"Nada cambia más tu perspectiva del mundo que ver que otras personas hacen las cosas de manera muy diferente a la tuya. En Corea, siempre se entregaba algo a la gente con las dos manos para mostrar respeto. O no se mostraba la planta del pie porque se consideraba un poco vulgar u ofensivo. Estas cosas, tan diferentes para mí, cambiaron mi perspectiva del mundo y me fueron útiles para abordar mundos literarios con otras culturas diferentes", cuenta el escritor.
Aquello, además, acentuó su inclinación más religiosa. "Me gusta buscar algo que no esté conectado con lo cotidiano. Creo que a todos nos vendría bien hoy en día dedicar un poco de tiempo a lo espiritual".
Brandon Sanderson firmando ejemplares en Celsius 232. Foto: Crator Produccions
Eran entonces otros tiempos también para el género. A finales de los 90, la fantasía épica empezaba a causar cierto hartazgo en sus lectores. "Tenía algunos problemas", reconoce. Robert Jordan, Terry Goodkind y Robin Hobb se habían convertido en un fenómeno. "Así que se tenía esa sensación de agotamiento del modelo del viaje del joven héroe. Esos tres escritores fantásticos escribieron libros realmente geniales. La gente se cansó de que otros los imitaran y todo estaba preparado para que George R. R. Martin atacara con dureza la idea del viaje del héroe y empezara a matar a gente en sus libros. Y creo que eso, sumado a que muchos lectores de fantasía épica habían leído Harry Potter, cambió el género", reflexiona sobre la transformación del paradigma.
En ese ambiente se había educado literariamente el escritor. Como el resto de aficionados a la fantasía, había crecido leyendo a quienes, como él, intentaban imitar El señor de los anillos. "Diría que Tolkien apareció, hizo algo asombroso y luego se fue. Se desvaneció. Y todos se preguntaban: "¿Qué es esto?". Así que notarán que mucha de la fantasía de los 70 y 80 intentaba replicarle. Incluso hasta Robert Jordan, si leen el primer libro de La rueda del tiempo —saga que el propio Sanderson terminó—, se siente muy Tolkien".
Sin embargo, continúa, al contrario que en Cosmere —el universo que él mismo ha creado—, "en muchos de estos libros, la magia está desapareciendo. Se ven muy pocos magos. Y verán que en mi generación, a menudo se ha procurado volver a la magia. Nacidos de la bruma es una deconstrucción de la épica tradicional del héroe. Se trata de qué pasaría si el Señor Oscuro ganara y si el héroe fracasara".
No solo el género, también la manera que teníamos de ver a sus lectores ha cambiado. "Lo importante es recordar que a todos les gusta la idea de explorar algo nuevo, algo diferente, pero los tomos gigantes de fantasía son intimidantes. No todos tienen tiempo ni ganas de leer. Pero si esas historias se presentan de otra manera, tienden a encantarles. Adoro a mi madre, pero la fantasía no es lo suyo. Sin embargo, le entusiasman las películas de El señor de los anillos".
Al contrario que otros muchos, continúa, "durante mucho tiempo, los nerds o frikis estábamos dispuestos a sumergirnos en los grandes tomos. Pero ahora que los efectos especiales cinematográficos han conquistado la imaginación de los escritores de la época dorada, ahora que quienes dominan el mundo en muchos sentidos son frikis, creo que eso ha cambiado nuestra forma de interactuar".
"No me gusta cómo, cuando era niño, en todas las películas había nerds y deportistas. A todos nos fascinan cosas diferentes. También los fans del fútbol americano son fanáticos que abruman con la cantidad de estadísticas que pueden darte sobre su futbolista y equipo favorito. Todos somos frikis de diferentes cosas. Y ese tipo que crees que no lo es, que le encantan los trenes y construye maquetas, ¿sabes qué? Eso sí que es un friki. Si alguien ama la cerveza artesanal, nunca conocerás a un nerd más grande que él. Es la naturaleza humana. Así que creo que eso es lo que llamamos una falsa dicotomía, y la sociedad moderna parece lidiar mejor con eso".
"A todos nos fascinan cosas diferentes. También los fans del fútbol americano son fanáticos..."
Géneros como la ciencia ficción y la fantasía, por el contrario, a menudo nos dan armas para evadir una realidad cada vez más indefinible. "No creo que el escapismo sea un mal término, pero opino que las historias son realmente valiosas en formas que a veces no se reconocen. Los libros son máquinas de empatía", reflexiona el escritor.
Y añade: "También creo que son ejercicios para la imaginación. Todas las grandes cosas que han sucedido en el mundo sucedieron primero porque alguien las imaginó. Y leer una novela de fantasía que expande la imaginación es tan bueno para ti como ir al gimnasio y levantar pesas para fortalecer los músculos. Pero también creo que ese escapismo es realmente importante y valioso. El simple hecho de descomprimir y distraerse un rato para hacer otra cosa renueva y refresca la mente".
En cuanto a su relación con los lectores, solo hay que ver las movilizaciones de personas que Sanderson deja a su paso. Muchos de sus fans aún no se creen del todo que vayan a poder conocerle. Algunos hacen colas durante más de cinco horas para poder verle unos minutos. "Siento que trabajo para ellos, que en muchos sentidos son mi jefe —bromea—. Antes, necesitabas un mecenas adinerado para ser artista y mis lectores son mi mecenas adinerados. Ellos hacen que pueda hacerlo".
Si nos atenemos a su obra, en el universo de Cosmere, donde la magia impera, sus protagonistas cargan a veces con un particular poder. El suyo es la escritura, y, como tal, acarrea su particular responsabilidad. "Nada debería estar prohibido. La autocensura está bien, pero al mismo tiempo, me preocupa que nuestro panorama de redes sociales avergüence a la gente y cree espacios donde, en lugar de confrontar las ideas, se oculten. Creo que eso es malo. Y creo que aún no sabemos cómo manejar las redes sociales. Así que es algo muy individual. Es muy personal. Generalmente no me autocensuro. Si encuentro una historia que quiero contar, la cuento, pero intento hacerlo con matices, con respeto y escuchando, en lugar de simplemente hablar", defiende.
"Una de las cosas que me preocupa es hacer más daño que bien al perpetuar estereotipos"
Nada alarmista, al contrario que algunos personajes de sus apocalípticos mundos, Sanderson es de esas personas que lo relativizan todo y cuya tranquilidad es contagiosa. "Cuando irrumpí en el mundo del libro, en 2005, todo el mundo estaba en pánico por los libros electrónicos porque creían que acabarían con el mundo editorial. Fui a ver a mi editor y le pregunté: '¿Es este el fin?'. Se rió y me dijo que, allá por el siglo XIX, creían que el mercado masivo de lectores mataría la literatura porque los libros se escribirían para el público más desfavorecido. Y luego, cuando apareció la radio, estaban seguros de que la radio mataría los libros. Y no fue así. Lo cierto es que ahora lee más gente que nunca", señala.
A lo que sí tiene miedo, dice, es a un mal trabajo. "Eso me preocupa, pero a veces pasa. En Elantris el autismo tiene una representación bastante mediocre. Pero después he creado otros personajes que reflejan mejor esa experiencia. Voy a equivocarme más. Pero una de las cosas que me preocupa es hacer más daño que bien al perpetuar estereotipos que no mejoran el mundo". De la misma manera, añade: "Me preocupa crecer tanto que deje de escuchar las críticas. Muchos autores famosos, al llegar a la mitad de su carrera, parecen dejar de escuchar y sus libros empeoran. No quiero ser esa persona".