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España, país de bares. Según el informe de 2024 del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), el alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más consumida en nuestro país. Sin embargo, ciertas tendencias a la baja, como la disminución del consumo diario y un ligero descenso en la frecuencia de consumo entre los jóvenes, han avivado un debate social sobre el alcohol, al que se ha sumado la literatura. 

"¿Por qué se busca con ahínco la repetición de una acción en la que el placer se alterna con el dolor?", se pregunta Vicente Ordoñez Roig (Benicàssim, 1973) en el reciente ensayo Alcohólatras. Ebriedad, idiocia, control (Altamarea, 2025). El escritor y profesor de Filosofía moral en la UNED reflexiona sobre la función social de la embriaguez y las causas por las que el mundo Occidental parece haberse dado a la bebida.

Portada de Alcohólatras. Ebriedad, idiocia, control (Altamarea, 2025).

Lejos de moralismos, el libro no cuestiona el consumo de bebidas alcohólicas desde una perspectiva ética, sino que va más allá de las consecuencias fisiológicas. "No sé si hay que adoptar una mirada más o menos crítica con el alcohol. Lo que me parece advertir es que el consumo de alcohol, como cualquier ritual del tipo que sea, no es inocente, sino que transmite ideología y jerarquía. El reconocimiento del grupo y la subordinación a la presión del mismo refuerzan la dependencia y, tal vez, articulan formas de alienación y sometimiento", señala el autor a El Cultural. 

El ensayo, que funciona como una radiografía del "alcohólatra" contemporáneo, —adicto a ese "subidón" transitorio, a ese bienestar "eléctrico pero efímero"—expone cómo las bebidas espirituosas ejercen un papel determinante en el ámbito familiar, amistoso y sexual, fomentando el "instinto de rebaño". Aunque es posible que la relación con el alcohol haya cambiado, debido a la tendencia individualista de la sociedad moderna, estos ritmos frenéticos e hiperproductivos pueden ser "una de las palancas que activen la ingesta de bebidas alcohólicas, siquiera como atenuante de las miserias laborales de cada cual".

El valenciano explica cómo el alcohol conserva intacto un barniz institucional y jurídico que, además de afianzar el consumo, manifiesta una comunión de intereses entre usuarios, órganos de poder y derecho. Complicidad que no existe respecto a otras sustancias psicoactivas, "mostrando la hipocresía común de escandalizarse por lo que no lleva en el envoltorio el matasellos del Estado".

Si es factible que el alcohol deje de considerarse un "bien cultural" —como "una institución ligada a los usos y costumbres de un pueblo"—y se ponga en la misma encrucijada institucional que el juego o los ultraprocesados, Ordoñez considera que este proceso está también relacionado con un aspecto clave de la psicología humana: la sensación de amenaza.

"Parece que hay quienes consideran que pensar sobre el alcohol —o sobre el consumo de productos ultraprocesados, la forma en la que nos relacionamos con los animales, el modo en el que se ven afectados los ecosistemas por la acción humana, etc.— supone un ataque a su forma de vida", apunta. 

Sin embargo, el auge del "autocuidado", retos virales en redes sociales como el dry january —que animaba a empezar el año sobrio—, etiquetas como ser "sobrio-curioso" y el gran número de celebrities alardeando públicamente su sobriedad han sacado a relucir los beneficios del consumo moderado e incluso hay quienes afirman que ahora ser abstemio "está de moda". Una afirmación demasiado optimista para el autor de Alcohólatras.

"Creo que en términos alcohólicos estamos lejos de un escenario normalizado en el que no beber, como su contrario, sean simplemente opciones posibles a disposición del sapiens". El autor cree que ser abstemio sigue suscitando esa pregunta "aparentemente inocente, pero que informa de muchas cosas": ¿Por qué no bebes?

Aunque los datos siguen señalando un consumo intensivo (borracheras y binge drinking) por parte de las generaciones Zeta y Alpha, más de la mitad (53,6%) de los jóvenes mayores de edad (de 18 a 30 años) afirma haber reducido su consumo alcohólico, según el estudio sobre percepción y hábitos de consumo de bebidas con alcohol entre los jóvenes españoles de 2023, elaborado por 40dB. 

Entregados al autocontrol y a la doctrina estoica —las Meditaciones de Marco Aurelio se han convertido en la nueva biblia de emprendedores y coaches motivacionales—, muchos jóvenes han integrado el consumo moderado de alcohol en su visión contemporánea del bienestar. Algo a priori positivo, pero que también refleja un patrón de comportamiento problemático. "Mi aproximación al estoicismo es bastante crítica, sobre todo por lo que respecta a la función de sometimiento y represión de los apetitos que el individuo debe lograr gracias a su logos o razón", opina Ordoñez. 

Si esa desmitificación de las bebidas alcohólicas también está llegando a la industria cultural, creadora de estereotipos y modelos de conducta, el autor cree que se está empezando a analizar su consumo desde otro prisma, pero asegura que la cultura "no ha sido refractaria a ofrecer ejemplos negativos que desmitifican el consumo de alcohol", poniendo como ejemplo la obra de Jean Rhys o la adaptación de Billy Wilder de la exitosa novela de Charles Jackson Días sin huella (1945).

En el filme, Wilder retrata el descenso a los infiernos de un escritor alcohólico, desmitificando la figura del "genio borracho". Un estereotipo alimentado por una ristra de escritores malditos y precoces: Truman CapoteScott FitzgeraldRaymond Carver, Ernest Hemingway o Patricia Highsmith, todos ellos protagonistas de Excelentísimos Borrachos (Reino de Cordelia, 2023), donde Carlos Janín despliega un tratado de la borrachera a lo largo de la historia de la cultura.

Portada del libro 'Borracha menor' de Sofia Balbuena.

Dostoievski consideraba que los abstemios eran los responsables de la tristeza y Highsmith decía que bebía para canalizar la inspiración. Ahora bien, la melopea siempre ha sido un arma de doble filo. "Cuando un hombre es alcohólico y escribe, lo hace de forma genial; cuando una mujer es alcohólica y escribe, se olvida de los cuidados y la preservación de una familia", señala a El Cultural Sofía Balbuena, autora de Borracha menor (Caballo de Troya, 2024).

En su ensayo, la autora argentina desgrana esta teoría de género alrededor del alcohol, mientras que reflexiona sobre sus propios límites con la bebida. Siguiendo la estela de su anterior ensayo, Doce pasos hacia mí (2022), Balbuena teje un relato confesional en el que se expone como "borracha menor". "No soy una borracha punk. Soy consciente de que en mi alcoholismo no hay rebeldía, es una forma de vivir arraigada", asegura la autora. 

Balbuena, que menciona el libro Black out (2016), de la también argentina María Moreno, como su "Biblia particular" sobre el consumo problemático de alcohol, reconoce que para su investigación le costó encontrar mujeres que escriban en español y en primera persona sobre su adicción: Paulina Flores, Claudia Ulloa Donoso y Natalia Carrero, autora de Otra (Tránsito, 2022). 

En su novela, Carrero mezcla autoficción y ficción para dar voz a los hígados cirróticos de las mujeres educadas en el silencio y el miedo y a la clase media obediente y temerosa. Su testimonio es similar al de Jorge Matías en el ensayo Vinagre: El alcohol vació mi vida y dejarlo casi llena mi cuenta bancaria (Yonqui Books, 2023), quien aborda la vergüenza, la culpa y la soledad que conlleva el abuso del alcohol, y reflexiona sobre su normalización, sobre todo en entornos de clase obrera.

Portada de 'Como Las Grecas' de Bob Pop, Debate.

Sobre desmontar ese mito romántico del "genio borracho" —del que Stephen King, públicamente ex adicto, ya dictó sentencia en los 2000: "Cualquier escritor que piense que la inspiración viene en una botella está en camino a la autodestrucción" —también incide Bob Pop en Como Las Grecas: ¿Por qué nos emborrachamos así? (Debate, 2024).

En este breve ensayo, el periodista y escritor madrileño viaja con nostalgia y perspectiva crítica a sus desenfrenados años de anestesias etílicas y resacas eternas. "Hay que escribir sobrio, porque se trata de una tarea peligrosa, tanto como conducir vehículos pesados, maquinaria agrícola o aviones de pasajeros. Conviene andarse con cuidado y bien alerta cuando se escribe, porque la literatura tiene algo de invocación que nos exige prudencia y atención precisa", sostiene.