El caso de José Ángel Mañas (Madrid, 1971) es, sin lugar a dudas, "atípico". Él mismo lo reconoce en su nuevo libro, Una historia del Kronen (Aguilar), en el que se pasea por los aledaños emocionales de su ópera prima, un fenómeno sin el que no podríamos explicar —al menos, no en su totalidad— el panorama de la literatura española en los años 90. El autor de Historias del Kronen (Destino, 1994), pero también de otras más de veinte novelas, nos atiende para hablar de su "buque insignia", claro, pero también para desgranar el resto del libro, un retrato vivísimo de la evolución cultural de nuestro país en las últimas tres décadas.
Mañas derrocha honestidad en un texto que, de algún modo, será una despedida: "No voy a volver a hablar del Kronen en mi puta vida", asegura a El Cultural. Sin embargo, "sentía la necesidad de cerrar una etapa y acabar con esa sombra simbólica". ¿Cuál ha sido su fórmula? Abrirse en canal a través de un relato memorialísitico que, si bien avanza más o menos cronológicamente, alberga intensos momentos para la reflexión.
Por ejemplo, su novela supuso tal impacto porque la literatura tenía la mirada depositada en otros frentes, viene a decirnos. En aquel momento de efervescencia cultural (la electrónica y el indie, el rock que prendió la mecha en las brasas de la Movida...), los creadores más irreverentes no estaban escribiendo, sino haciendo, sobre todo, música. Y cine.
Una historia del Kronen tiene mimbres de crónica y de ensayo, aunque prevalece, en primer plano, la confesión del autor, que lo ha subtitulado con acierto: "Autobiografía generacional". En poco más de doscientas páginas, cabe el relato de una trayectoria veleidosa y marcada infedectiblemente por el éxito temprano. El caso es que pasó de publicar en una de las editoriales más poderosas a hacerlo en pequeños sellos independientes.
El fracaso, por tanto, y las derivadas inseguridades son algunos de los temas que penden de la narración. "Tú te morirás y solo quedará el Kronen", le dijo una vez el crítico de El Cultural Germán Gullón. "La predicción, al cabo de treinta años y treinta novelas, está a punto de cumplirse", escribe ahora Mañas sin atisbos de afectación.
Esa entereza no nubla la conciencia de ser "una persona peculiar", hecho que, según él, habría determinado el transcurso de su carrera literaria. Cabe recordar, porque él lo hace, que fue finalista del prestigioso Premio Nadal con solo 23 años. "Yo no estaba hecho", reconoce a El Cultural, aunque también reivindica reconocimientos tan decisivos como el de Francisco Umbral, que vio en esa prosa descarnada y aquel lenguaje recreado con tanta precisión al autor "más brillante de su generación", o el del prestigioso crítico Rafael Conte, cuya reseña publicada en ABC Cultural algunos años después de la gloria del Kronen vino a salvarlo justo a tiempo.
"Nunca estoy en el lugar donde debo estar, siempre estoy desubicado", asume en esta entrevista. Aquel arrebatador debut novelístico, para muchos un hito en medio de la apolillada narrativa española de los 90, no debió salir en Destino, opina ahora el autor, que da buena cuenta del desprecio sufrido por parte de algunos miembros del equipo cuando su nombre dejó de interesar en el catálogo. Y es que este libro también se erige, por momentos, en un reparador ajuste de cuentas. Los puntos sobre las íes, diríamos, para que el lector comprenda por qué Mañas se fue desvaneciendo de la primera línea literaria.