Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) vive en Grecia desde que la pandemia lo dejara varado en Atenas. Después de cuatro meses, le gustó tanto que se quedó y empezó a estudiar el idioma. Tales circuntancias han alumbrado dos novelas: una de Rey Rosa y otra de Rupert Ranke, su heterónimo. La que ahora nos ocupa, Metempsicosis (Alfaguara), es la que firma el guatemalteco, Premio Nacional de Literatura en su país en 2004 y Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso en 2015.

Rey Rosa ha rescatado al suizo Ranke como personaje en su nueva novela. El "autor" de Manuscrito hallado en la calle Sócrates (Lumen, 2021) ha venido a ajustar cuentas con nuestro autor, que habría publicado su novela y no le hizo llegar el dinero correspondiente a las regalías. Además, "utilizó mi historia y exageró algunos aspectos para llevar agua a su molino", leemos. 

Más allá del subterfugio en clave narrativa, el relato avanza, como si de cualquier trama se tratara, dejando pistas de la gran historia que se va construyendo delante de los ojos del lector. Predominan las reflexiones metafísicas: de no creer en una vida más allá de la muerte a la necesidad de inventar su propio Dios, el narrador decide ser su propio mesías. Un día se despierta en la habitación de un psiquiátrico y no recuerda nada. Un cuaderno azul le transporta sin solución de continuidad al Manuscrito con encantamientos del Museo Bizantino, una obsesión que le condujo a querer matar al Papa.

Pregunta. ¿Diría que antes de leer este libro sería recomendable haber leído antes Manuscrito hallado en la calle Sócrates?



Respuesta. Creo que sí, porque le da otro ángulo. Espero que no sea necesario y pueda entenderse de manera independiente. Me lo he preguntado varias veces, pero en realidad es otra trama.



P. Aunque esta vez firma con su nombre real, ha vuelto a recuperar a Rupert Ranke. ¿Qué le reporta este personaje?



R. Con casi todos los personajes de ficción ocurre que son como proyecciones de uno mismo. Este me permitió la posibilidad de usar a alguien muy alejado de un centroamericano porque, además, nunca lo había hecho, así que me pareció muy divertido.



P. ¿Y en cuanto a la idea del heterónimo? ¿Por qué le interesa esta fórmula? 



R. La formulación se produjo orgánicamente. Cuando comencé a escribir no había pensado en hacer esto. El núcleo fue una clase de griego. Tenía que hacer un ejercicio y me salió la historia de ese niño que se cae en una cueva. A partir de la resolución de esta historia, se me reveló este grupo de turistas en el Museo Bizantino de Atenas. Rupert Ranke sería el guía de estos turistas, pero nunca pensé que iba a acabar siendo un heterónimo, un personaje que se convierte en autor.



»Aunque al final acabo apareciendo yo, preferí publicar la novela con un heterónimo porque me apetecía hacer ese juego en el que yo aparecía como un extranjero [Rupert Ranke es suizo]. No fue premeditado, sino que la trama me lo iba pidiendo. Y no hubiera tenido ese efecto si no lo llego a publicar con otro nombre. Después de esa novela, como no quería seguir con ese juego, decidí que hubiera una confrontación y ahora, en Metempsicosis, Rupert Ranke quiere ajustar cuentas con quien decidió publicárselo, que soy yo.



P. ¿Qué posibilidades le procuraba el trastorno mental como vector narrativo?



R. Salir de un trastorno mental es como un despertar, y para este cambio de paisaje —comenzar en un psiquiátrico— lo necesitaba. Ese despertar es el despertar de la mañana: te despiertas y te haces una composición de lugar. Cuando inicié esta historia, no se me había ocurrido internarme en un psiquiátrico. Es una historia semiautobiográfica de cuando empecé a enloquecer.



P. No sabía era un pasaje confesional...



R. Sí, pero de momento no he pasado por un psiquiátrico (risas). 

"Todos tenemos problemas de identidad y nos inventamos a nosotros mismos a cada momento"

P. De algún modo, es un trastorno relacionado con el juego de identidades que plantea, ¿no? Es algo que también hizo con Román Rodolfo Rovirosa, un trasunto suyo, en Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre (Alfaguara).

R. Todos tenemos problemas de identidad y nos inventamos a nosotros mismos a cada momento. Siempre me ha interesado ser otra persona y vivir otra vida. Es lo que uno hace al escribir ficción… o al leerla. En la literatura está bien, pero en la vida real es un deseo que no se puede cumplir. Por eso me interesa tanto la literatura fantástica.

P. Por cierto, ¿le llegó a responder el Papa alguna vez a esa carta en la que le pedía intervenir en el conflicto entre una comunidad maya y la Iglesia Católica por la propiedad de unas tierras?

R. El núcleo de esa novela es una carta que yo escribí con mi nombre, se la mandé al Papa y nunca acusé recibo. Sin embargo, cuando recibieron el libro que lleva precisamente el título Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre sí acusaron recibo. Contestó su secretaria muy amablemente. Estaban muy agradecidos por el envío y nos enviaban plegarias que eran prenda de numerosas bendiciones… Algo así (risas)

P. No le satisfizo del todo, entonces…

R. No. Al escribir la carta yo pensé que este Papa podía haber atajado ese problema con estas comunidades, que por cierto no es exclusivo de Guatemala.

P. Y ya por curiosidad, ¿cómo funcionó ese libro en librerías?

R. Me fue tan mal como los demás (risas). No creo que fuera por el heterónimo ni que mi nombre determine mucho. El caso es que hubo muy pocas reseñas. 

P. A propósito, llama mucho la atención lo que opina sobre los críticos españoles de literatura en su nota del autor ["La mayoría se limitan a ojear los libros que reseñan"].

R. No me refiero solo a los españoles. Orwell decía que no había tiempo para leerse tres novelas a fondo cada semana y según las escuelas de crítica serias, es necesario leer dos veces el libro antes de reseñarlo. Es que no da tiempo...

"Las críticas negativas son necesarias porque son como un espejo, pero se han perdido por la velocidad del mercado"

P. ¿Echa de menos las críticas negativas?

R. Claro, es que son como un espejo, son necesarias. Creo que eso se ha perdido por la velocidad del mercado, el número de títulos que se publican. La literatura, además, no es algo central en la cultura popular, como fue en su momento. No es una queja, en realidad; es el estado de las cosas.

P. Es muy interesante también la reflexión sobre el destinatario de los libros. ¿Para quién se escribe un libro que no lleva tu firma? Y aunque no vaya firmado, ¿se piensa en el lector? ¿Es esto positivo o negativo?

R. Hay un juego con mis colegas escritores y mis lectores amigos, que tengo pocos. En este caso sí tenía un pequeño grupo de lectores en mente, pero generalmente escribo pensando en uno o dos lectores, no en el público de aquí o de allá. Para escribir es necesario tener un receptor. El hecho de que sea el autor real o un heterónimo tampoco cambia nada. Y en cierta manera, uno mismo es el destinatario y descubre alguna arista que nunca hubiera aflorado si no se hubiese puesto a escribir.

P. Aunque forma parte de la propia ficción, en un momento se aluden a los “pensamientos edificantes”, la “sabiduría perenne” y la “moraleja” de la literatura. No cree que deba promocionar ese tipo de valores, ¿verdad?

R. El hecho de leer es el verdadero valor de literatura. El mensaje puede ser negativo, y sin embargo ser buena literatura. En las novelas de Patricia Highsmith simpatizas con el criminal. ¿Eso es edificante? No, es peligroso, pero genera una emoción, es una experiencia literaria que te satisface. Eso debería ser el fin de un texto y no tanto mejorar el mundo. En cierta manera, el hecho de que haya gente que lea ya mejora el mundo… sobre todo para nosotros [los escritores] (risas).

"Las clases de humanidades se han vaciado, mientras que las de tecnología se llenan"

P. Se referencia en otro momento, aunque también en clave ficcional, a la tecnología informática como gran enemigo de los escritores. ¿Cree realmente que será aún más perjudicial para la lectura?

R. Parece que va a ser así. Es una actividad atractiva que, en cierta manera, le resta el papel central a la escritura, tal y como la entendíamos antes. Pero no es tanto eso: el problema es que las clases de humanidades se han vaciado, mientras que las de tecnología se llenan.

[Fernando Savater: "El lector podrá decir que soy un facha, pero no que le estoy intentando engañar"]

P. El pensador Fernando Savater me aseguraba el otro día que no le preocupaba en absoluto esa idea de la intromisión en nuestra intimidad a través de los teléfonos. No solo se burlaba un poco, sino que incluso decía sentirse agradecido de que le bombardearan con anuncios de productos que, realmente, le interesaban… ¿Y usted?

R. Yo sí creo que hay un peligro de intromisión estatal. China sería el ejemplo de lo que podría ser el mundo: un control absoluto. La gente común no tenemos tanto que esconder, pero la posibilidad de una intromisión tal y como la denunció Orwell es una realidad, está pasando. A mí no me llegan muchos anuncios porque mi perfil les confunde un poco (risas). Ese aspecto no me preocupa tanto, pero sí la posibilidad de controlar y reprimir luego. Esa preocupación es legítima.

P. ¿En qué situación (política y social) se encuentra ahora Guatemala?

R. Guatemala acaba de pasar un momento muy crítico que se saldó con colores gloriosos. En agosto de 2023 un partido muy pequeño ganó las elecciones inesperadamente, estaban los octavos en las encuestan. Quedaron en segundo lugar y en la segunda vuelta arrasaron. Desde entonces, el gobierno todavía en funciones ha tratado de impedir que llegaran al poder con todas las artimañas: intentaron descalificar el partido, meter en la cárcel a la vicepresidenta electa, acusar al presidente hasta el último momento…

»Obviamente, hubo presiones desde Estados Unidos e incluso de los grandes grupos económicos para que se respetara el proceso democrático, pero si no hubiera sido por los pueblos mayas… Paralizaron el país durante tres semanas bloqueando los caminos y los mercados. Hay una tradición de jurisprudencia maya muy precolombina que todavía funciona en muchas áreas. Cuenta con una organización político-social muy importante. La gente de las ciudades no entendía que hubieran llegado a paralizar el país y exigir la transición política.

"Los grandes grupos económicos se pusieron del lado de la gente tras las elecciones de Guatemala, no es lo natural"

»Hubo mucha tensión y mucha violencia en septiembre y octubre, pero los grandes grupos económicos se pusieron del lado de la gente. Y no es lo natural, porque ellos prefieren el status quo. Entre la presión interna y la de Estados Unidos y la Unión Europea, se logró que entraran en razón. No todos, porque hasta el día de la transición del poder hubo unos locos que trataban de bloquear el Congreso. Fue un momento muy peligroso, pero ganamos. No sabemos qué va a pasar con este gobierno, pero esta ha sido una batalla muy importante. Por una vez la influencia norteamericana ayudó a mantener el régimen democrático.

P. Aunque latinoamericano que vive en Grecia, ¿cómo cree que se encuentra la relación entre los autores de las dos orillas?

R. El problema es que todo pasa a través de España. Un autor boliviano no es visible en Guatemala si no ha pasado por Madrid. Ahora que han emergido muchas editoriales, se mueve todo un poco, pero el paso por aquí es prácticamente obligatorio. No hay un flujo de literatura entre países. Ni siquiera en Centroamérica. Por ejemplo, Alfaguara es muy fuerte, pero no publica en Guatemala, sino en México.

»Si no pasas por España, eres casi invisible para tus vecinos. Son problemas comerciales y políticos. Sin embargo, si llegas a publicar en España te haces visible en toda Latinoamérica. También porque aquí se pueden pedir los libros por internet. Allí hay pocas librerías que sirvan esta clase de libros.