Todos sabemos que hay tiras de Quino que perfectamente podrían haber sido dibujadas la semana pasada debido a su eterna vigencia al hablar de temas sociales y emocionales. Pero quizá las que mas duelan en este momento que estamos viviendo sean las referentes a temas geopolíticos y conflictos internacionales. Con la que está cayendo ahí fuera, la mayoría de ellas podrían salir perfectamente en el periódico de mañana.

No deja de ser curioso cómo a mediados de los años 60, una tira cómica ideada por una agencia de publicidad para ser insertada en los periódicos con el único objetivo de intentar vender la marca de electrodomésticos Manafield (y responsable fonética del nombre Mafalda) llegase a convertirse con el tiempo en la descripción perfecta de una época y una sociedad gracias a la creación de unos personajes tan entrañables y reconocibles.

Y es que el universo infinito que cabía dentro del lapiz de Joaquín Salvador Lavado Tejón alias Quino (1932-2020) a la hora de dibujar a su protagonista femenina y al resto de personajes conformó de alguna manera la gran novela argentina sobre la clase media emergente de los años 60: el consumismo incipiente, las vacaciones en la playa, la presencia de la radio y la televisión, la compra del auto, la clase social que tiene aspiraciones más altas pero que sus limitaciones a nivel económico se lo impide. Seguro que esta reverberación varias décadas después todavía les suena de algo.

A lo largo de los cuatro capítulos que forman Releyendo Mafalda, la serie documental disponible en Disney+ que resulta ser un bonito homenaje a un autor adelantado a su tiempo y a la historieta que formó parte de la educación sentimental de varias generaciones, se revisitan sus tiras más memorables dibujadas entre 1964 y 1973 a través del análisis de reconocidos dibujantes como Maitena, Liniers, Montt, Tute… y testimonios de celebridades fanáticas de Mafalda como Santiago Seguro, Cecilia Roth, Manu Ginóbili, etc,. así como de entrevistas a historiadores, editores, amigos y familiares del ilustrador y libre pensador argentino.

La (in)soportable levedad del ser

En 1964, aparece la primera tira cómica en la revista primera plana, Quino tenía solo 32 años, el mundo no se curaba pero Mafalda era capaz de sanarlo por un instante. Era una niña preocupada por los temas sociales y por la contingencia de un mundo complejo. La protesta por lo injusto, la lucha por la igualdad es su esencia en medio de la vorágine local y mundial a través de pensamientos tiernos, cuestiones prácticas y como siempre con un finísimo y casi quirúrgico sentido del humor.

Ella es una yeyé inconformista y rebelde, ultra fan de The Beatles como buena chica de los 60 y que concentraba el sabor de una época y los ideales de toda una generación que estaba reaccionando ante lo anterior.

[Quino: y el mundo se paró]

Obviamente todo esto tenía una referencia real y no fue otra que su pareja y el amor de su vida, Alicia. A través de ella explica de alguna manera el pensamiento solidario y directo de Mafalda. Doctora en química y digamos que feminista de la primera ola, era la que tenía los pies en la tierra de la relación mientras que el bueno de Quino vivía un poco más en las nubes con respecto a los temas mundanos de facturas, compras, etc.

"El personaje tenía ese componente de aquella década y el auge en la lucha de la liberación de la mujer, además siempre tuve claro que las nenas son más espabiladas que los chicos, aparte se permiten decir cosas que los hombres no plantean", dijo el dibujante.

En revisión, Quino se descubrió un autor con un pensamiento muy feminista en el que volcaba a través de su personaje el cuestionamiento abierto sobre el tradicionalismo femenino mostrándose exigente, incluso inquisidora, con respecto a sus padres.

Un casting progresivo e impecable

Al tener que sostener la publicación diaria en el periódico El Mundo, Quino necesita más personajes y, concibiendo a Mafalda como el sol principal de la historia, eligió más planetas que girasen a su alrededor y con los que tendría confrontación directa.

"Al principio hubo un momento en que ya no podía más solo con Mafalda y sus padres, así que el resto de personajes se fueron agregando por pura necesidad de guion: Miguelito, Manolito, Susanita… se fueron agregando como contrapersonajes, eran distintos caracteres que representaban un lugar en la sociedad", explicó Quino. Y vaya si lo consiguió: todos a lo largo de los años tendrán su momento estelar y además cada uno tendrá una especie de superpoder.

El primero que apareció fue el personaje de Felipe, un chico tierno con imaginación desbordante, el idealista por antonomasia. El atormentado, el neurótico, ligeramente ansioso y amante de los tebeos. Incluso aparecía el llanero solitario en algunas de sus historietas. Era el despistado y soñador, basado en la caricatura de su buen amigo Jorge Timosi, al que después que este le preguntase si el personaje era él, le envió su famosa viñeta de Felipe angustiado que clamaba: "Justo a mí tenía que tocarme ser yo?".

Pero en realidad era una simbiosis de la que formaba parte la propia personalidad de Quino. Siempre con el eterno problema de tener que hacer los deberes, todos somos un poco Felipe en el fondo.

Dos meses después surge Manolito: de alguna manera, la representación de la cultura del trabajo y del esfuerzo, que ve el mundo como un inmenso negocio pero con algo de la picardía típica bonaerense. Un poco el ‘gallego’ Bruto y empresario chiquito que en ese momento era muy identificable por dedicarse a las tiendas y almacenes. O, como recuerda Quino, "gente que ganaba dinero fácil sin tener ninguna cultura". Aunque su posterior evolución le hizo más sofisticado. Probablemente esté más cerca de Elon Musk de lo que creemos.

En cambio, con la llegada de Susanita aparece el contrapunto más irritante y negativo de este universo ilustrado, en parte por ser una chica víctima del diseño patriarcal, en el que su realización personal pasa por el tradicionalismo de casarse y formar una familia, una señora chiquita que funciona perfectamente como espejo antagonista de Mafalda. Con ella creó un estereotipo muy reconocible: el de la experta en la indiferencia social y el doble discurso hipócrita. Especial mención merecen las tiras en las que Susanita tiene sueños, o más bien pesadillas, conjurando un futuro con Manolito de matrimonio e hijos. Pura carne infantil de psicoanalista argentino.

"Ser una Susanita refleja el pensamiento de nostalgia aristocrática de la clase argentina, de querer ser más que su familia. Por ejemplo, en Buenos Aires estaban todas teñidas de rubio, era el falso total", recuerda Quino.

Miguelito es el más cándido. Hijo inmigrante de italianos con abuelo admirador de Mussolini, tal y como recuerda Quino: "Muchos italianos que simpatizaban con el fascismo vinieron al cono sur y eso me impactó muchísimo". Siempre tan conectado a la naturaleza y responsable de las visiones más cósmicas y cómicas de todos los personajes, de alguna manera era un raro, el más existencialista de los personajes. De hecho, su personalidad trastorna bastante a Mafalda, o al menos la cuestiona abiertamente.

En las entrevistas Quino reconocía abiertamente tener una mayor afinidad con los personajes de Miguelito y Felipe, "aunque me encantaría tener el dominio del dinero y la ambición de Manolito, y tampoco olvidemos que las terribles cosas que salen de la boca de susanita también forman parte de mi personalidad", matizaba.

Con la llegada de Guille, el nuevo hermanito pequeño de Mafalda, aparece el reflejo de las nuevas generaciones, mas activistas y frontales, y también la llegada del artista pop de aquella época, caótico e imprevisible, y un nuevo cuestionador que confiere una dinámica nueva dentro del seno familiar.

La clase media y la sopa

"He sido un cronista de la historia argentina e internacional y sorprendentemente conseguí una coherencia ideológica que a veces me cuesta creer", confesó. También fue un gran retratista de las desigualdades sociales sin perder de vista la posición de privilegio que tenía la clase media y produciendo una sonrisa congelada en el lector. El retrato costumbrista y cotidiano que dibuja y representa del paisaje argentino de aquella época, con sus tiendas, su kioskero, su plaza, el colegio público…, sigue teniendo una validez preciosista y documental.

Quino agarró con maravilosa perfección la realidad de las escuelas, de la enseñanza y de su enfrentamiento entre el mundo cuestionador infantil y el mundo de dudosas respuestas de los adutos. El mundo de la enseñanza era un espejo perfecto para ello.

Cuando llega el golpe de estado y posterior dictadura de Onganía, el famoso rechazo de Mafalda hacia la sopa de repente adquiere una dimensión política. "Es un código que yo me inventé para representar los regímenes militares y esquivar la censura, para hablar de la imposición, de las cosas que uno tiene que tragarse todos los días sin quererlo", dijo. Una especie de rebeldía y revolución doméstica.

Con la llegada de Libertad, el último personaje de este maravilloso elenco, llega el socialismo hecho y derecho. Ella de hecho es una especie de reactualización de Mafalda, chiquita, crítica y mas subversiva, que incluso llega a desplazarla con una mala leche que le hace ganar mas espacio de lo que su pequeño cuerpo ocupa.

Encarna la libertad social de finales de los 60 y sus vías revolucionarias y de alguna manera también se acaba burlando de toda la retórica marxista de entonces. "La llamé Libertad porque la libertad siempre es pequeña, todavía me pregunto cómo tuve esas ideas, supongo que era por ser joven", dice Quino, maestro atemporal también en representar perfectamente la eterna precariedad del intelectual (sic).

Las síntesis humanísticas y políticas que Quino conseguía en tan solo cuatro o cinco viñetas sigue siendo algo realmente sorprendente. Un prodigio cómico y pensativo. El definitivo triunfo de menos es más. Muchísimo más en su caso.

Sus reflexiones éticas, personales, universales, sociales y políticas siguen teniendo una tremenda vigencia a través de la voz multiforme de todos sus personajes. Si echamos un ojo y afinamos la vista a nuestro alrededor, seguro que podemos distinguir cuántos Felipes, Manolitos, Susanitas y Libertades tenemos a nuestro alrededor.