La escritora Jennifer Egan / Foto: Van Hattem

La escritora Jennifer Egan / Foto: Van Hattem

Letras

Jennifer Egan desentraña la amenaza del algoritmo en 'La casa de caramelo'

La ganadora del Premio Pulitzer en 2011 publica ahora una nueva novela que reflexiona sobre internet, las redes y su impacto en la vida occidental. 

4 octubre, 2023 02:01

En 2011, Jennifer Egan (Chicago, 1962) ganó el Premio Pulitzer con El tiempo es un canalla, y fuimos muchos los lectores impresionados por la novela. Aún sigo recordándola como un libro importante del que retuve, al menos, una intuición brillante: la de que el futuro reservará la mayor admiración a aquellos individuos capaces de permanecer ajenos a la constante sobreexposición del mundo contemporáneo, a nuestro continuo sacrificio de lo privado en aras de la espectaculari-
zación de nuestras vidas.

Ahora, Salamandra recupera el título al tiempo que lanza la nueva obra de Egan, La casa de caramelo, cuyas conexiones con aquella son múltiples y a menudo explícitas. Si me aceptan el consejo, merece la pena leer por partida doble a la autora, que ha vuelto a acertar de nuevo (aunque la sensación de asistir a un “acontecimiento literario” sea menor en este caso).

La casa de caramelo vuelve a ser una narración coral, un tejido de vidas cruzadas que nos permite surfear (no utilizo el verbo en vano: Egan logra que su estilo arrastre como una gran ola) por territorios diversos: el mundo corporativo y el doméstico, San Francisco y Nueva York, las calles marginales y los centros tecnológicos, las diferentes décadas del último medio siglo…

La casa de caramelo

Jennifer Egan

Traducción de Eugenia Vázquez
Salamandra, 2023. 434 páginas. 21,85€

Estas páginas recuperan personajes de El tiempo es un canalla y, lo que es más importante, temas, y atmósferas (como la industria musical, con su evolución que sirve de metonimia para los procesos generales de la cultura estadounidense). De todos ellos, el más importante es el de internet, las redes y su impacto en la vida occidental. Un tema delicado estilística y discursivamente, en el sentido de que puede resultar propenso a la obviedad en manos equivocadas. No es el caso.

Y eso que Egan no se limita a poner el foco en internet, sino que, además, agita una palabra manoseadísima: la “autenticidad”. La obsesión por qué cosa sea lo auténtico (en el deseo, la identidad, la actitud individual o la comunicación colectiva, etc.) constituye una paradoja característica de nuestro tiempo: un mandato machacón nos impele a performar autenticidad, es decir, a protagonizar un dilema irresoluble.

La casa de caramelo indaga en el asunto con lucidez, permitiéndose algunas virguerías narrativas que no llegan a poner en apuros al lector (para bien o para mal), y lo conduce hasta los mejores hallazgos del libro, relacionados con el nuevo lenguaje y la nueva cosmovisión estadística de nuestra cultura.

Estamos ante una autora dotada con la gracia del ritmo y el talento de la
construcción de personajes, padres, madres, hijas, triunfadores o toxicómanos

Porque Egan imagina un presente (o casi presente) en el que la tecnología puede registrar la memoria individual, reproducirla, y cruzarla con la del resto de la humanidad en forma de big data; o retrata un perfil de seres humanos que piensan y sienten todo aquello que los seres humanos siempre hemos pensado y sentido (el amor, por ejemplo), pero exclusivamente desde los gélidos parámetros de las cifras estadísticas, aplicadas a cualquier vínculo que establezcan con el entorno; o se atreve a sugerir que también el arte narrativo podría desglosarse en un magma de parámetros matemáticos predecibles… La verdad: hay pasajes en esta novela que desasosiegan de lo lindo.

Con todo, estamos ante una autora dotada con la gracia del ritmo (su literatura es la típica que logra sostenerse en el punto justo que aúna prestigio y accesibilidad) y el talento de la construcción de personajes, padres, madres, hijas, triunfadores o toxicómanos: es ahí donde vence a la poderosa amenaza del algoritmo y nos conquista.