Son pocos los artistas que han despertado tanta admiración como Rafael (Urbino 1483 - Roma 1520), del que Giorgio de Chirico llegó a decir que sus figuras pintadas le hacían pensar en la eternidad. Firmó desde sus comienzos sus obras como Raphael Vrbinas, dejando claro la ciudad, en las faldas de las montañas de los Apeninos, de la que procedía, aunque su exitosa carrera le llevara después a Florencia y Roma.

Rafael. La obra completa

Frank Zöllner et al

Traducción de VV.AA. Taschen, 2023. 720 páginas. 150 €

Vasari fue uno de sus principales biógrafos. Dio fe de su carácter sociable, aunque tuvo también algún que otro enemigo, Miguel Ángel entre ellos, que no pudo soportar que el pintor de Urbino se colara, sin su permiso, en la Capilla Sixtina.

Esta concienzuda monografía de la editorial Taschen, Rafael. La obra completa. Pinturas, frescos, tapices, arquitectura, que firman Frank Zöllner, Georg Satzinger, Michael Rohlmann y Rudolf Hiller von Gaertringen, recorre con rigor su vida y obra y nos regala imágenes, algunas de ellas desplegables, que nos permiten apreciar hasta el último detalle.

Pertenece a la colección XXL (no es una ironía, el volumen pesa 5,71 kg y mide 29 x 39,5 cm.) y traza un recorrido cronológico, primero, y por técnicas, después, que recoge las más de 100 obras, ciclos de frescos, proyectos arquitectónicos y tapices de este genio de la belleza calmada.

Doble página de 'Rafael. La obra completa', editado por Taschen

Fue una esponja y fagocitó con naturalidad todo lo que le rodeaba. En Florencia, conoce a Leonardo, que le deja ver todos sus bocetos, y a Miguel Ángel. Pinta aquí por primera vez a la Virgen de cuerpo entero con dulces figuras estilizadas. La Dama del unicornio y La Virgen del prado (h. 1505) son dos buenos ejemplos.



[La perfección de Rafael 500 años después]

Poco después, el papa Julio II, conocido como el terribile, saquen sus propias conclusiones, le encarga los frescos de sus dependencias en el Vaticano, en el mismo momento en el que Miguel Ángel trabajaba en el techo de la Capilla Sixtina. La impronta que le deja está clara: comienza entonces a muscular algunas de las figuras.

Pero no todo fueron estancias papales ni lugares expuestos al público, sino que también realizó pinturas para el ámbito privado. Piensen en El cardenal (h. 1510), que podemos disfrutar en el Museo del Prado, o en La Dama velada (h. 1512), que muestra con claridad la impronta de su trabajo en Ingres. También el banquero sienés Agostino Chigi le contrató para decorar uno de los salones de su lujosa Villa Farnesina, donde Rafael se entregó a la mitología y a los sensuales desnudos de la Antigüedad.

Tuvo también algún que otro enemigo, Miguel Ángel entre ellos, que no pudo soportar que se colara en la Capilla Sixtina

Fue también arquitecto, otra faceta a la que se le dedica un capítulo aparte en el libro, digno sucesor de Bramante como maestro constructor de la Basílica de San Pedro. Este aspecto no es fácil del todo de rastrear y muchas veces se echa mano de las propias pinturas en las que se representaron los edificios. Fue capaz de salir más que airoso de todas estas empresas, ayudado además por un ingenio natural para la decoración.

Contó con poco más de siete años para estos encargos arquitectónicos y cabe preguntarse, apunta Georg Satzinger en su texto, qué hubiera sido de su trabajo si hubiera vivido más. Todo lo anteriormente descrito se condensa en tan solo 37 años