Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952) ha publicado una decena de poemarios. Obtuvo el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Nacional de Poesía con el libro Ficciones para una autobiografía (Bartleby, 2015).

Soñar con bicicletas

Ángeles Mora

Tusquets, 2022. 144 páginas. 16 €

“Mi vida secreta”, primera sección de Soñar con bicicletas, aborda los inicios de la escritora. Un universo de muros, desvanes, silencios, arboledas, velos y cuchillas envuelve la vocación literaria de la poeta. El azar y los diminutos actos diarios aportan lecciones y suscitan preguntas a la autora: “¿Cómo encender la vida / sin hacerle un quiebro a la muerte?”. A continuación, Ángeles Mora evoca su vestido de novia y el recuerdo le llega con rebeldía amarga. Dice que nuestra existencia, acosada por el olvido, puede arrastrar cicatrices o una gota de sangre con nombre y rostro.

Propone cuidar el presente, a menudo cubierto por una apariencia insignificante, apartando el pasado y el futuro. Menciona a Albert Einstein y su ecuación misteriosa. ¿Otros enigmas? Las diez líneas de “Lugar común” dibujan un círculo vital. Un tren cruza paisajes y dos viajantes dudan en la frontera de sus pasiones.

“La luz del poema”, segundo apartado del libro, confirma la expresión clara de Mora. Dicha claridad incluye un deseo de ensalzar la vida cotidiana. La poeta contempla dos cactus “capaces de herir, / como la poesía” y acto seguido celebra las noches de verano, se refiere a un mar que con el sueño se vuelca en sus ojos, observa los hilvanes y las costuras de los versos, rememora a Federico García Lorca recitado por Rafael Alberti. Rinde homenaje a las mujeres de la Generación del 27, a Antonio Machado, a Frédéric Chopin, otra vez a Lorca, y no olvida el desdén padecido por María Zambrano.



Unas palabras de María Teresa León le ayudan a entender la travesía del exilio republicano: “Hubo viajeros que trazaron / una raya en el agua / y otra en la arena al atracar, / pero la más terrible / atravesó el recuerdo partiéndolo en dos”.

La sección última de la obra está dedicada al ensayista y catedrático Juan Carlos Rodríguez, esposo de la poeta, fallecido en 2016

“Underworld”, tercera parte del poemario, se inicia con un haiku delicado. En el poema “Madrugadas”, Ángeles Mora modifica levemente dos versos de San Juan de la Cruz y se adentra en sueños y pesadillas. Emily Dickinson la acompaña en ese inframundo.

Es el lugar donde se almacenan los desengaños y la belleza caída. Por ejemplo, los ideales transmitidos por John Lennon y los Beatles se han deshecho “y hoy sus canciones llueven / sobre nuestras cabezas / como si nos quemara una lluvia ácida / de horror y melancolía”. También es el sitio para acoger a los que huyen de la miseria y desembarcan en nuestra indiferencia.

[Ángeles Mora, Premio Nacional de Poesía 2016]

Desfilan fantasmas de telediario, animales que atraviesan avenidas despobladas, cuerpos encarcelados por las modas. Wislawa Szymborska es la guía. Como en la película El séptimo sello, de Ingmar Bergman, la enfermedad disputa una partida con la muerte.

La sección última de la obra se titula “El largo adiós”. Está dedicada al ensayista y catedrático Juan Carlos Rodríguez, esposo de Ángeles Mora. Fallecido en 2016, su ausencia inspira a la escritora un número importante de meditaciones. El dolor, Granada bajo la niebla, una quemadura y una canción de Joan Manuel Serrat encierran la nostalgia por la persona amada.

La memoria habitada por rostros, gestos, huellas y fotogramas es un refugio para el reencuentro. Una cita del cantautor francés Léo Ferré y cuatro billetes caducados de tren certifican la añoranza de los días más placenteros. Pero persiste la búsqueda del alivio y un interrogante se convierte en nuevo cobijo: “¿Otra pregunta / donde me esperas?”, anota la poeta. La nitidez expresiva de Ángeles Mora en Soñar con bicicletas contribuye a la emoción poética.