Tiene Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) un merecido reconocimiento como escritor festivo y satírico. Mucho sorprenderá El río de cenizas a quien espere encontrarle tocando la misma tecla. No faltan en esta nueva novela brochazos humorísticos, pero este no es el Reig conocido sino otro muy distinto, meditativo y que abre el corazón a las emociones.

El río de cenizas

Rafael Reig

Tusquets, 2022. 253 páginas. 18 €

El río de cenizas se desarrolla en torno a una sólida trama argumental. A raíz de un ictus, el narrador y protagonista, de 75 años, ingresa en una residencia de ancianos de alto standing. El episodio se enmarca en una atemorizante epidemia. Los gorriones trasmiten un peligroso virus por el oído. Tal situación sanitaria da lugar a jocosas anécdotas, pero recrea con paralelismos la covid aún coleante.

El personaje tiene rasgos muy peculiares con lo que Reig lo dota de atractiva singularidad. La nota más destacada reside en su trato habitual con la literatura, de modo que toda la novela tiene un fuerte sesgo culturalista. El anciano maneja una biblioteca de lecturas y referencias tan amplia que roza algo la exageración (también lo roza, por cierto, su consumo de ginebra, en dosis que recuerdan a los señoritos de las novelas sociales) y se debe más a devociones del autor (una cita camuflada de Claudio Rodríguez, una diatriba contra la narrativa experimental) que a aficiones bien justificadas de su criatura.

[La vida a destiempo de Rafael Reig]



De todas maneras, no se trata de culturalismo de guardarropía porque tiene la función de establecer un diálogo entre el personaje y textos de todo tiempo y lugar. Su vocación y su destino, por ejemplo, se miran a la luz de un doble espejo literario, la santidad de Teresa de Jesús (Libro de la vida) y la monstruosidad de Catilina (según la biografía de Salustio).



Al protagonista le acompaña una muy meritoria galería de residentes, resultado del interés y la capacidad del autor para crear personajes. En el asilo conviven una intérprete de partituras sin orquesta, un ajedrecista con pinta de buhonero, un falso arquitecto… Pero no se limita Reig al entorno de la residencia y amplía el censo con una figura fundamental, el hijo cincuentón, y con otro buen número de figuras que nos llevan al pasado del protagonista, al grupo de antiguas amistades y a amoríos ocasionales.

'El río de cenizas' es una narración emocionante que afronta sin patetismo el sentido mismo de la existencia

Resulta, así, una novela casi coral magníficamente poblada de original materia humana, por sí sola interesante. Pero El río de cenizas trasciende este valor intrínseco por ser varias cosas más. Por una parte, un relato de ideas (sobre la felicidad, la familia, el sexo...). Por otra, una especie de novela histórica que interpreta la España reciente. Y, por encima de todo, un asedio a la problemática de la vejez, y una reflexión sobre la muerte.

La vejez se describe con trazos muy tajantes. Es una astracanada, una penosa representación teatral, se dice. Sin embargo, no lanza Reig una jeremiada sobre la decadencia. La vejez nos quita muchas cosas pero también merece una consideración positiva: nos quita el miedo, proporciona libertad y permite afrontar desde la lucidez el inevitable destino.

El río de las cenizas es un libro de apariencia engañosa. Tiene mucha mayor densidad de lo que aparenta su amena anécdota. Una narración emocionante afronta sin patetismo el sentido mismo de la existencia. Reig ha redondeado su mejor novela.