Tras el incontestable éxito de El clamor de los bosques (2018), premio Pulitzer mediante, regresa el gran Richard Powers (Evanston, Illinois, 1957) a nuestras pantallas con una suerte de spin-off conceptual de aquella monumental obra coral construida sobre las experiencias de nueve personajes tan distantes en el espacio y el tiempo como conectados sentimentalmente entre sí por sus telúricas relaciones con la causa medioambiental.

Desconcierto

Richard Powers

Traducción de Teresa Lanero. AdN, 2022. 368 páginas. 16,90 €

Desde dicho punto de vista, la vida del astrobiólogo Theo Byrne, protagonista de este Desconcierto (2021), bien podría haber encajado dentro de aquella alambicada novela, cuyas subtramas se ramificaban (nunca mejor dicho) alrededor de prácticamente cualquier cuestión que tuviera que ver con las convivencias históricas y futuras entre el hombre y la flora, incluidas sus actuales amenazas, siendo sobre estas cuestiones, en última instancia, sobre las que pivota (again) la nueva entrega de Powers, asentado desde hace tiempo en la facturación de (excelentes) textos "con mensaje".

La premisa de la que parte Desconcierto es en cualquier caso de lo más atractiva, aunque a simple vista pueda no parecerlo: el citado Theo Byrne, enviudado tempranamente por culpa de un accidente de tráfico, decide apuntar a su complejo (y complicado) hijo pequeño, diagnosticado con Asperger y traumatizado por la pérdida, a un programa experimental (y futurista) a través del cual llegará a reconectarse sensorialmente con su madre, quien pasaba por ser una enfervorecida activista medioambiental. A medida que va participando en el programa, el niño "heredará" toda aquella sensibilidad militante hacia la causa, que Byrne tratará de canalizar de la mejor manera posible equilibrando el interés científico que suscitan los logros de su hijo y su propia salud mental.

Así expuesto, me consta que pudiera estar relatando la sinopsis de un lacrimógeno telefilme de sobremesa (con tintes sobrenaturales), pero hay que darle crédito a la inteligencia narrativa de Powers, quien decide vertebrar su texto, haciéndolo de paso con enorme brillantez, a partir de todas aquellas tensiones paternofiliales que surgirán inevitablemente del choque de realidades a las que el niño (de 9 años) se verá sometido antes, durante y después de participar en el experimento, mostrando por el camino una inusitada (y en cierta medida, al menos hasta el momento, no muy explotada) capacidad para desgranar como ningún otro escritor actual los viejos y oxidados engranajes de la familia contemporánea norteamericana.

Algo repetitiva en ocasiones, 'Desconcierto' alterna esos baches con momentos de absoluta lucidez narrativa

Resultan no obstante cuestionables, tanto desde un punto de vista narrativo como reflexivo, las exposiciones de los conflictos medioambientales interiorizados por el chaval, llegando aquí la delicada sombra de Greta Thunberg a ser a veces demasiado larga. Powers se la juega sin duda a la hora de plantear ciertas derivas sensacionalistas dentro de su novela (pienso sobre todo en aquellas escenas que tienen que ver con la exposición-explotación pública del niño ante los medios de comunicación), no saliendo a mi juicio victorioso de todas ellas. La novela así en su conjunto se resiente, se vuelve en ocasiones repetitiva (a veces incluso roza lo ridículo), alternándose no obstante dichos baches con momentos de absoluta lucidez narrativa.

Así, si bien Desconcierto no está a la altura de las grandes obras de Powers, sería injusto no considerarla como un título más de valía dentro de un corpus literario único y terriblemente coherente, en el que más allá de sus innegables pretensiones "utilitarias" (en la estela de buena parte de la mejor narrativa estadounidense), sorprende el profundo empeño que con cada libro muestra este autor por entender literariamente la relación del ser humano con su entorno menos corpóreo, siendo por otro lado este interés por narrar lo inasible su verdadera poética, expuesta aquí de nuevo con mano maestra (aunque a veces temblorosa) a la hora de aunar emocionalmente conceptos tan etéreos como la paternidad y el cosmos.