Otra no es la historia de una mujer alcoholizada y salvajemente triste que bebe para tapar su insignificancia. Tampoco es el relato del hermano diagnosticado de esquizofrenia que ha sido encerrado en un psiquiátrico. No.

Otra

Natalia Carrero

Tránsito, 2022. 132 páginas. 16,90 €

Otra son los hígados cirróticos de las mujeres educadas en el silencio y el miedo; son los hombres rotos e improductivos que molestan al sistema. Otra es el retrato de una clase media obediente y temerosa de perder sus falsos privilegios: las cuatro paredes, el techo, sus comidas navideñas abundantes y obscenas; tras el bótox, las almas muertas.

Su protagonista es la hija ya adulta de la década de los 80. Tiene cincuenta años y un cuerpo al que maltrata porque no sabe de qué otro modo podría quitarse de encima el malestar heredado: el mutismo de su madre ama de casa, la violencia del padre, sus Marlboros, sus whiskys, las palizas al hermano que ha sido requisado por las instituciones psiquiátricas. Borrachas y locos contra el purismo détox.

Cuerpos inconvenientes que se hacen daño: la autoagresión como síntoma de un mundo enfermo, pero también, quizás, como forma de emancipación o, como diría Simone Weil, golpearse sin esperanza contra los muros, desvanecerse sin fin hasta alcanzar la sabiduría.

Natalia Carrero (Barcelona, 1970) construye una voz impresionante, que abole la anécdota individual para ofrecer una postal de época. La narradora protagonista forcejea con el alcohol igual que pelea con la escritura; irreverente e impúdica, se parte de risa y se duele, deambula por la memoria y por sus huecos y traza bucles borrachos y rencorosos contra las buenas costumbres de las familias medias que agachan la cabeza y enseñan a sus hijos a dar las gracias. Otra es una novela social afilada, a saco, con los ojos apuntando a nuestros ojos.

Y, de repente, como un vómito o un cóctel sin glamur, emerge un lirismo desconcertante y rabioso, una poética de alta graduación con la que busca esfumarse, ahondarse en un dolor que no puede nada. Y, sin embargo, su dejación voluntaria emerge como herramienta de contrapoder: frente a la ideología de la competitividad, el calimocho barato y el sexo sucio; frente a su matrimonio infeliz, la carcajada etílica, el gesto de bruja.

Otra es una carta hermosísima dirigida al hermano vergonzante-enfermo-mental y a esas mujeres que, resacosas y despolitizadas, no pueden denunciar su condición de carnaza. Porque “el alcohol es la voz de tantas opresiones”, Otra es un espejo incómodo y necesario. Brindemos por ello. Gluglú.