Hasta doce intelectuales han participado en el proyecto de la Fundación Banco Santander que trata de “abrir ventanas de reflexión desde la creación literaria”. Son declaraciones de Francisco Javier Expósito, responsable de la colección Obra Fundamental, que acoge la publicación de Doce visiones para un nuevo mundo. Hacia dónde camina el ser humano. Seis escritoras y seis escritores se han sumergido en la imaginación para realizar sus pruebas de ensayo ficcionales con respecto al mundo que nos espera.

Por primera vez, la colección se introduce en la literatura contemporánea para tratar un asunto como el futuro. El volumen, que presenta una amalgama de narraciones con enfoques y tonos bien distintos, va acompañado de una entrevista en profundidad de Expósito a cada uno de los autores, junto a doce pódcasts de los relatos, dramatizados por actores profesionales de doblaje, que podrán escucharse y descargar desde un cógido QR contenido en el libro, o bien desde la web de la Fundación Banco Santander y plataformas como Spotify y Google.

“Dar respuestas” a la incertidumbre por el futuro “es una necesidad apremiante”, ha dicho Expósito sobre el germen de este libro, que nace de las preocupaciones sociales actuales con motivo de la pandemia. Agustín Fernández Mallo, Ana Merino, Andrés Ibáñez, Care Santos, Cristina Cerezales Laforet, Elena Medel, Irene Gracia, José María Merino, Juan Manuel de Prada, Mercedes Cebrián, Pablo d'Ors y Ricardo Menéndez Salmón son los autores de los doce relatos, aunque no todos han podido asistir a la rueda de prensa online por la presentación del libro.

Fundación Banco Santander Colección Obra Fundamental

Ana Merino considera que “hay un hilo conductor” a lo largo de todas las páginas: “la fragilidad del ser humano”. Es una de las cuestiones que la sociedad tuvo que asimilar durante los momentos más duros de la pandemia, donde surge la idea de este libro con vocación reflexiva “sobre la literatura futurista”, según ha dicho De Prada.

El novelista ha confesado que “la ciencia ficción siempre me deja un tanto insatisfecho porque cuando imaginamos qué va a pasar siempre nos equivocamos”. Sobre el conjunto, opina que “la línea que aúna los relatos es una confianza en las posibilidades humanas, pero también una conciencia de los peligros”. El autor de "Sin miedo ni codicia", su relato, ha advertido que “desde el momento en que renunciamos al arte, nos deshumanizamos”.

El impacto no siempre positivo de los aparatos electrónicos en las relaciones humanas, así como los avances científicos en torno al transhumanismo, que proyecta el fin de la muerte, son algunas cuestiones que se abordan en este libro que va de lo distópico a lo realista, y sobre el que se arrojan postulados de todo tipo: desde el optimismo por la capacidad del ser humano para reponerse a cualquier situación hasta las miradas más catastrofistas con respecto al desarrollo tecnológico.

"Digitalienación", de José María Merino, es un relato que sugiere la extinción de los libros y alerta sobre la “preponderancia de la comunidad virtual”. Su personaje, Jacinto Casal, es un terrorista. “No es enemigo de los nuevos medios, pero es lector”, avanza Merino, que pretende transmitir en su narración el peligro que supone “esa desasosegante dependencia de los medios cibernéticos”. Con el ejemplo de los adolescentes que “están más pegados al móvil y escriben cada vez con menos riqueza expresiva”, ha añadido: “hay que estar preocupados”.

"Alas", de Irene Gracia, “nace de un deseo infantil y un sueño de la madurez”, según ha dicho la autora, que desvela en su relato los recuerdos de un adulto en el vientre de su madre. “Siempre me ha interesado lo elevado y lo profundo”, ha dicho, y “aunque no me gusta el mundo ni el género humano, aspiro a la inmortalidad”.

El delirio en el relato de Gracia contrasta con la frugalidad que proponen Cristina Cerezales y Mercedes Cebrián. "Pártamelos finitos", el relato de la segunda, reivindica el hecho de ir a una carnicería y que te atienda un “experto”, ha dicho, en lo que también es una defensa de la relación física e interpersonal. Cerezales, por su parte, es optimista en tanto que su relato es un regreso a lo rural para comunicarse con seres humanos felices, aunque aislados tecnológicamente. “Me pregunté hacia dónde podría ir la humanidad para salvarse”, confesaba en rueda de prensa, y su respuesta fue la naturaleza.

Pablo D’Ors sigue esta línea en "Mi amigo Ferrer", un personaje que se corresponde con la idea del autor sobre la literatura: “una vocación, un oficio y un estilo de vida que implica la meditación”, ha dicho. Y ha añadido: “Me dedico al ministerio de la palabra y el ministerio del silencio”. La literatura espiritual o “la búsqueda del amor y la paz interior”, según la entiende, entronca, en este caso, con el misticismo de Gracia. “Estoy convencido de que el siglo XXI será místico o no será”.

Deshumanizados por la tecnología

Para saber de los relatos de Fernández Mallo, Ibáñez, Santos, Medel y Menéndez Salmón, que completan este libro “paradigmático” de un momento crucial como el que vivimos, según las palabras de Expósito, el lector tendrá que hacerse con el volumen. O bien con la revista en papel de El Cultural de este viernes, que contiene un texto aún más minucioso. O ambas cosas, claro.

El epílogo corre a cargo de César Antonio Molina, que en rueda de prensa ha lamentado la “pérdida de nuestra individualidad en favor de lo colectivo y masificador”. “No tiene por qué ser malo”, aclaraba, “pero va a ser distinto” en la medida en que “el ser humano será dependiente”.

Por otro lado, “el tema de la privacidad me resulta terriblemente preocupante”. El escritor y ex ministro también desconfía de “la prolongación de la vida y la supuesta eternidad”. Advierte de que “no son imaginaciones ni utopías”, sino que sus palabras están “basadas en declaraciones de miembros de Silicon Valley que no ocultan sus intenciones”.

Hacia el final del encuentro, Molina se ha preguntado “por qué un joven que juega con videojuegos asesina a toda su familia”. Y es que “las autoridades culturales de nuestro país han admitido los videojuegos como un producto de vanguardia”, cuando la realidad es que “hay una despreocupación total por las cosas que pasan”. En esta línea, protesta Molina, “¿por qué se suprime a profesores y las humanidades prácticamente han desaparecido de la educación, por qué la filosofía es castigada…? En definitiva, “la sociedad se evade de sus propias responsabilidades”, ha concluido.