La telepatía nacionalRoque Larraquy

Fulgencio Pimentel. Logroño, 2021. 188 páginas. 19,90 €

“Telepatía”, sí, pero no cualquiera: una “nacional”. El título de esta tercera novela del siempre peculiar Roque Larraquy (Buenos Aires, 1975) convoca dos fenómenos cuyo estatuto de realidad es bastante resbaladizo, aunque el segundo goce de un predicamento tedioso, muy superior al del primero. Este binomio sintetiza bien las intenciones del libro, que se sirve de un argumento de especulación científica (en un tono más bien paródico y vintage, manejando prejuicios y preguntas propios de los años treinta del siglo XX, no del presente) para desnudar las ficciones, mecanismos represores y jerarquías que conforman un país. Por ejemplo, pongamos por caso, Argentina.

En 1933, un Comité de ciudadanos notables adquiere a un grupo de indios de la Amazonía de Perú con vistas a integrarlos en un Parque Temático Antropológico o, para decirlo sin perdernos en eufemismos, para construir un zoológico humano. El lector conoce los hechos que se desencadenarán a través de algunas cartas y notas personales de los personajes. El plan de Amado Dam, principal líder del Comité, avanza más o menos satisfactoriamente, envuelto en supuestos escrúpulos científicos y éticos que en absoluto logran ocultan el carácter infame del proyecto.

Pero de pronto, algo pasa: hay un extraño objeto entre las pertenencias de los indios. El objeto alberga una presencia inesperada. La presencia inesperada es capaz de provocar episodios telepáticos entre individuos. Esos individuos experimentan un fuerte reverbero orgásmico durante su fusión mental. Años más tarde, en la trágica Argentina de los años 50, de Perón a Aramburu, el uso político de esa primitiva tecnología psíquica (que el lector conocerá a través de documentos oficiales y discursos presidenciales en algún caso reales, registros burocráticos y archivos) servirá a modo de reflejo ficticio, pero no tan distorsionado, del modo en que el poder se sirve de la ideología y la vehicula con voluntad extrasensorial. Es decir, con el objetivo de lograr que el poder y el individuo piensen simultánea, coherente, jerárquica y hasta conyugalmente.

La prosa de Larraquy logra hacer de esta historia sobre el poder un libro divertido aunque desolador

La originalidad de Larraquy, muy celebrada desde su debut La comemadre (Turner, 2014), reposa, por un lado, en sus tramas que conectan algunas de las distorsiones más ideológicas de la ciencia de hace cien años con sus consecuencias más o menos contemporáneas. Algunos críticos lo llaman “ciencia ficción”, un término seguramente exacto a condición de evitar que nos llame a engaño: La telepatía nacional no incorpora ningún rasgo típico del “género”. El crítico Emilio Jurado ha señalado en el diario Clarín los ecos trans de la novela, una idea feliz: he aquí un libro con pasajes transgenéricos en todos los sentidos posibles.

Pero sobre todo, son las estructuras y las decisiones prosísticas que toma Larraquy las que consiguen hacer de su lectura una experiencia desconcertante, inequívocamente literaria. La aparente sencillez del estilo esconde giros irónicos de diverso tipo (políticos, históricos, antropológicos, literarios, psicológicos, lingüísticos), mientras que algo esencial parece estar en fuga, irreductible al sentido. El resultado es un libro muy divertido, aunque desolador en última instancia, y abrupto a su manera.

@Nadal_Suau