Por qué haría yo

Mary Robison

Traducción de Cé Santiago. Malas Tierras. Madrid, 2021. 216 páginas. 19,90 €

Por qué haría yo es mucho más que la novela que en 2001 ganó el Premio Los Angeles Times Book y es muchísimo más que uno de los mejores libros de ese año, según el New York Times. Este libro es un milagro. Su autora, Mary Robison, transformó una década de bloqueo creativo en notas sueltas llenas de humor y de mala leche, en estampas del absurdo de la vida cotidiana, en visiones lisérgicas de una sociedad estadounidense radicalmente abatida y así hasta llegar a las 536 sentencias breves que configuran el libro.

Un montón de secciones que funcionan como parábolas: fogonazos de luz y de risas sin fe, una ironía afilada que rasga el velo de las superficies y se ahonda en la realidad hasta llegar al hueso. Pero no hay aquí humor corrosivo. La risa no funciona como una quemadura de aguafuerte, sino como un aullido abismado. Porque es hacia el interior de Money, su protagonista cuarentona y tres veces divorciada, hacia donde nos conduce esta obra.

Desde la experiencia femenina, su autora, Mary Robison (Washington, 1949), viene a contarnos el sinsentido del mundo, la ruina del sujeto. La roca de Sísifo reventada y hecha trizas, chinitas metidas en zapatos de tacón. Gritos ahogados, piedras pequeñas y un montón de humor desesperanzado: eso es lo que tenemos.

Mary Robison estudió en la Universidad de Ohio y se doctoró en la Johns Hopkins, donde fue alumna del crítico y escritor John Barth (conocido en España por su novela El plantador de tabaco, que Sexto Piso publicara en 2013). Se dice que aprendió de él a despojar el lenguaje de lo superfluo y dejarlo en lo esencial. Y así es como la escritora sin esperanza que es Robison mezcla la herencia del realismo sucio de los años 70 con la escritura fragmentada y desbordante de la posmodernidad. Para que se hagan cargo: entre Raymond Carver y David Foster Wallace está esta señora plantada, sin pestañear ni inmutarse.

El resultado no podía ser otro que esta extrañeza maravillosa, apuntes desnudos y a la intemperie que paradójicamente al juntarse producen la sensación de un río revuelto y exuberante. Igual que le ocurre a Money, Por qué haría yo es un portento hiperactivo y desquiciado. Pero no me gustaría ser malinterpretada: no hay aquí ni un solo manotazo al aire, ni un capítulo ni una sentencia que no tengan sentido. La novela funciona como una máquina a todo trapo y al mismo tiempo suena a desencajado. Como si algo estuviera roto y a la vez el mecanismo siguiera funcionando.

'Por qué haría yo' es la historia de la vida como un gran descalabro y venga, vamos a reírnos, para olvidar

Exactamente igual que la pregunta incompleta que da título al libro. Me temo que lo que viene después de ¿por qué haría yo? es que no importa mucho qué es lo que viene después porque la vida, de todos modos, es un total despropósito. A través de la voz y del cuerpo de Money, Robison narra la derrota luminosa de todas nuestras vidas, el hastío, la estulticia, la sordidez del mundo, la soberana tristeza, los novios pesados y los conductores borrachos. Un fracaso contado desde una mujer que es madre de dos hijos desastre, una mujer cansada que se ríe todo el rato y que mira el mundo a través del humo de sus Lucky Strike porque de algún modo hay que seguir o, mejor, como diría Money, “dame una calada de eso para que pueda seguir tosiendo”.

Por qué haría yo es más que un premio y también es mucho más que un viaje lúcido y alucinado por el interior de una mujer. Es una auténtica road movie. Para calmar el insomnio derivado de su déficit de atención, se medica masivamente con Ritalin y conduce sin destino durante noches enteras. De este modo, Money nos regala, fotograma a fotograma, una sucesión non stop de paisajes exteriores de unos Estados Unidos excesivos y excedentarios: conductores obesos, supermercados veinticuatro horas, videoclubs, moteles, cantidades ingentes de comida empaquetada, galletitas dulces, bretzels y cereales.

Una vez un amigo me dijo que su vida era como conducir un coche sin volante. Y eso es exactamente lo que hace Money: deambular en su coche y vivir sin saber cómo manejar su vida. Ella es, como le dice en broma a su hija Mev, una buena beatnik. Y yo añadiría, un poco drogadicta y muy holgazana. Y sin embargo trabaja: es correctora de guiones en un Hollywood de gente blanca e imbécil. Un hecho que confluye con la vida de la propia autora. Sospecho que la sátira y la mala baba que le dedica a los faranduleros es algo más que ficción.

Por qué haría yo es la historia de la vida como un gran descalabro y venga, vamos a reírnos, para olvidar un instante que “hay algo muy oscuro y metálico que me rebana el pecho”.