Es posible que a lo largo de todo un día podamos decir la palabra gracias en infinidad de ocasiones pero la usamos, según la escritora Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966), de manera trillada, sin expresar realmente gratitud. Hacerlo de manera sentida suele ser complicado. En ocasiones, reflexiona, no hemos tenido el tiempo necesario para decirlo y, de pronto, alguien desaparece sin haber tenido esa oportunidad. “Hacerlo de manera solemne o formal puede ser incómodo incluso para quien recibe el agradecimiento”, opina De Vigan. Partiendo de esta constatación, la escritora francesa escribió Las gratitudes (Anagrama), una novela en la que habla de la memoria, el pasado, el envejecimiento, las palabras y el agradecimiento. 

“Tenía ganas de explicar algo muy grande de forma breve y simple. Me gusta explorar formas y me enfrentaba a un desafío que consiste en estar dentro de un libro que se basa en el diálogo y el monólogo, un formato que se parece al teatro, integrando el aire de la novela”, explica Delphine de Vigan. En Las gratitudes, Marie y Jérôme nos hablan de Michka Seld, una anciana que ha ingresado en un geriátrico aquejada de un tipo de afasia que le está causando la pérdida de la capacidad del lenguaje. Marie es su vecina, Jérôme el logopeda que intenta que recupere el habla. Los dos aceptan la última voluntad de Michka: encontrar al matrimonio que durante los años de la ocupación alemana la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en su casa y a quienes nunca  dio las gracias. 

“En algún momento todos hemos lamentado no haber dado la gracias o no haberlas manifestado de manera explícita”

En esta novela, la autora de No y yo o Las lealtades nos adentra en las últimas semanas de existencia de esta mujer, de la que no sabemos su edad exacta, que se da cuenta de que tiene una deuda que saldar. “Como novelista me interesa explorar los sentimientos y sensaciones de una manera general y humana. La gratitud es un gran sentimiento pero no me planteo si es un sentimiento bueno o malo, sino como algo que se puede sentir, que a veces puede ser difícil de expresar y que hacerlo es reconocer que tenemos una deuda con los demás”, explica. De hecho, reconoce que “en algún momento todos hemos lamentado no haber dado la gracias o no haberlas manifestado de manera explícita”

Pero De Vigan, que se fija en los ángulos ciegos de algunas existencias y en momentos en los que el ser humano no se encuentra en su plenitud,  huye de la sensiblería. “Hablo de temas que son ásperos, como la soledad, la pérdida, la sensación de estar encerrado, de asuntos muy duros que realmente suceden cuando nos hacemos mayores. En todo ello no solo hay buenos sentimientos, quería abordar el tema en su conjunto y dibujar un cuadro de la vejez sin caer en sentimentalismos”. Para dar vida a Michka se inspiró en Monique, una de sus tías que desempeñó un papel fundamental en su vida y compensó algunas carencias familiares. Monique “falleció a los 99 años en una residencia para personas mayores en situación de dependencia”. En sus visitas sentía el dolor que le causaba la pérdida del habla y la conexión con el mundo. Sin embargo, matiza, en esta narración hay mucha ficción: “mi tía perdió el lenguaje pero de manera distinta, no encontraba las palabras y no había nada que las sustiyera así que era muy difícil entenderla”.

Por el contrario, Michka, una gran lectora y correctora de una revista, encuentra la manera de crear un lenguaje propio con el que poder seguir en contacto con los demás. “Pregunté a un logopeda si este trastorno existe, si es posible dibujar un lenguaje de esta manera. Me dijo que sí, que se trata de un tipo de afasia y que las personas inventan o fabrican palabras”, recuerda. Es a través del personaje de Jérôme, quien le visita dos veces a la semana en la habitación, con quien “crea un vínculo que le permite decir una serie de cosas”. 

"Lo difícil es que un ‘gracias’ evoque realmente el agradecimiento que uno pueda sentir”

Este lenguaje inventado ha sido uno de los grandes retos de cara a las traducciones. Para poder facilitar el trabajo De Vigan configuró una guía muy precisa anotando los juegos de palabras y los neologismos de Michka. “No se trataba de que fueran reproducidos de manera idéntica pero sí quería explicar que un lapsus o una nueva palabra revela un miedo o algo de su pasado”, apunta. Porque Michka es consciente de que se le escapan las palabras, que el lenguaje huye de ella y a De Vigan le interesaba el personaje del logopeda porque es con quien lleva a cabo unos ejercicios de los que se “harta y prefiere hablar de manera espontánea, lo que se convierte en una manera de luchar”. La protagonista asume y admite su destino y para la autora “consiste en saber cómo usa el tiempo que le queda para mantener el vínculo con el otro. Eso enlaza con lo que ha pasado en las residencias durante esta pandemia”, vincula De Vigan.

De hecho, en Francia la novela se publicó antes del estallido de la covid-19 pero en España la leemos sabiendo lo que ha ocurrido en muchas residencias de ancianos. La pandemia “nos ha impactado porque muchos mayores han muerto en soledad, sin haber podido escuchar a las personas que aman, sin estar acompañados. Eso es lo más terrible. Más allá de la muerte está la idea de poder comunicarse”, arguye. 

En definitiva, “expresar gratitud supone reconocer que tenemos una deuda con alguien y que no seríamos quienes somos si no hubiéramos conocido a una u otra persona y es, también, aceptar cierta vulnerabilidad. Me parece importante y fundamental ser capaces de saber que no podemos avanzar solos. Es una falacia pensar que no se debe nada a nadie. Espero vivir en un mundo en el que seamos capaces de recordar que debemos y necesitamos a los demás”, se sincera. “Lo difícil es -concluye- que ese ‘gracias’ evoque realmente el agradecimiento que uno pueda sentir”. 

@scamarzana