A Daniel Fopiani le desmienten el oficio o lo visten de escritor raro sus pocos años, un físico sometido a una disciplina espartana y una forma de lidiar con las 'eses' que es patrimonio del gaditano. Así las cosas, Fopiani se sale de horma porque supo que el Ejército, en adelante las FFAA, procuraban el puchero mucho mejor que las letras. Y sin embargo, eso no le rompió ese sueño, olímpico y a veces contraproducente, que es la escritura. Las misiones especiales, las guardias y el rancho te pueden dejar todo un material narrativo para hacer, en primera persona, un diario bien construido de en qué consiste ser militar. Y él salió más bien fabulador.

A Fopiani le llegan los aires de Cádiz, los aires sublimes de Cádiz, que rayan entre la ventolera y la genialidad y así lo tenemos metiéndole 'noir' a la 'cunita del Occidente', que cantara la comparsa. ("Escribo de Cádiz porque soy de allí, estoy enamorado de la ciudad, es ahí donde he crecido y es un privilegio que la novela se traduzca al italiano y es un orgullo poder llevar la ciudad de Cádiz al extranjero. Hablamos de una ciudad de más de 3.000 años de antigüedad, y si se da uno un paseo por las calles de Cádiz, podrá ver que las historias se escriben solas. Tenemos a Benito Olmo, y a un par de autores que se inclinan por lo negro. Las calles estrechas, la oscuridad de los callejones... todo eso ayuda a imaginar historias policíacas").

Cádiz ha sabido ser ciudad que, como puerto, es liberal y canallita. El carnaval no es más que esa mixtura de los cantes de ida y vuelta, el Tío de la Tiza, el influjo de los genoveses y el casticismo de Pemán por un lado y de Quiñones por otro, que le dieron más literatura si cabe a la casi isla. Por si fuera poco, el poema de José María Pemán "Elogio de la vida sencilla" aparece reflejado en la novela de Fopiani, cantado quizá junto a la escultura del propio Pemán que lleva soportando gaviotas y avatares desde 1967. Cádiz puro.

Hay una Cádiz negra que es la de David Monthiel y la de Daniel Fopiani, una ciudad que por ser ella, por ser Cádiz, es protagonista. Aquí Fopiani, más allá de la marcialidad que le puede imponer un toque de queda, saca su sonrisilla gamberra, su perilla de contralto en el Falla y nos cuenta la vida de un detective ciego y de un criminal que se basa en los 12 trabajos de Hércules. Está claro el homenaje a Homero y a la mitología, pero el mundo cuartelero —dicho el adjetivo con todo el cariño— también le sirve a Fopiani para ir desnudando a su detective ciego en La melodía de la oscuridad.

Viene asegurando nuestro perfilado que el hecho de darle ceguera al personaje es un reto más, un modo de distinguirse en el escaparate y en el regusto de los lectores. El detective Adriano, ciego, es el antihéroe de los cartones literarios. Un hombre destrozado por ETA, y un efectivo al que la Benemérita no rindió los honores necesarios en su hora y en su día. Por eso anda por ahí, por Cádiz, sabiendo que "le habían arrebatado el consuelo inalienable de poder llorar".

Era inevitable ir a la fuente primaria, al sargento de Infantería de Marina, Sgto Fopiani, a preguntarle por el miedo o por el dolor o por las formas primeras de inspiración literaria. Como valiente y leal soldado, Fopiani no cree que el miedo sea su motor literario. Sin embargo, siempre "se recuerda con un libro en la mano", pues que unos "quieren ser futbolistas" y "otros sueñan con ser escritores" así, desde la más tierna infancia.

Cierto es que, como confiesa, no ha tenido tiempo para digerir lo que supone "aterrizar de primeras" en en mundo editorial de primer nivel. Y por eso conserva la ilusión primigenia. ("Aún recuerdo cuando llegué con 18 años y entré en el cuartel de Infantería de Marina, sin saber lo que era la disciplina. Es cierto que el mundo militar, su marcialidad, ayuda a esa disciplina que me sirve a la hora de escribir. Yo intento arrancar dos horas al día para escribir algo: más bueno, menos bueno... Escribir, en suma, y ya con eso poder dormir tranquilo").

Hay también en la prosa de Fopiani una concesión al lirismo, a la sentimentalidad, que desmiente la rudeza del Ejército y las imaginarias. ("Después de todo, la posesión queda muy lejos del amor"). Y sentencias que llaman al poeta que hay en este perfilado.

Siempre que suena el cornetín, o toca una guardia al relentón húmedo, o hay un permiso en un tren hacia el Norte, Fopiani escribe, sueña. Recrea un Cádiz que puede ser negro o luminoso. O las dos cosas a la vez.

@JesusNJurado