George Pelecanos. Traducción de Cristina Martín. RBA. Barcelona, 2019. 304 páginas. 19 €. Ebook: 9,99 €

George Pelecanos (Washington D.C., 1957) es más conocido en nuestro país como guionista y productor de series de televisión como The Wire, Treme o The Deuce –ésta creada junto a David Simon– que como novelista. Sin embargo, como sucede con Dennis Lehane y Boston, Richard Price y Nueva York, y James Ellroy y Los Ángeles, Pelecanos y Washington D. C. están unidos en una suerte de comunión entre paisaje y paisanaje en el que el autor de El jardinero nocturno plantea historias morales por medio de conflictos universales a través de elementos del género negro que se elaboran a fuego lento. En sus libros se habla de temas raciales, delincuencia, drogas, corrupción, prostitución… con personajes ambiguos que se mueven en el poroso terreno de lo correcto y la ilegalidad.

Y sí, todo esto y más está en El hombre que volvió a la ciudad, novela en la que encontramos a Phil Ornazian, un detective, pero no uno cualquiera, que se dedica a manipular testigos, allanar domicilios, robar a chulos mientras actúa como una especie de Robin Hood porque no quiere que a su familia –mujer e hijos negros– le falte de nada. Acciones ilegales que perpetra junto a Taddeus Ward, un policía jubilado que le ayuda porque necesita sentir la acción. Lo que le sirve a Pelecanos para enfrentar dos visiones del mundo y dos mundos distintos, dos generaciones arrastradas por su tiempo. En ellos encontramos rasgos presentes en las ficciones del autor: los códigos de lealtad, un profundo respeto por la mujer, retratos de hombres cargados de defectos, redenciones que pueden llegar con la muerte. Otro personaje clave es Michael Hudson, un joven de familia media trabajadora que en un momento dado se desvió y terminó en la cárcel. Allí se convierte en lector voraz gracias a Anna, que se encarga de la biblioteca. La lectura transformará a Hudson y cuando salga querrá encontrar un trabajo, leer, incluso estudiar, pero Orzanian tiene otros planes para él. Sobre estos dos personajes pivota una narración en tercera persona con diálogos brillantemente elaborados, incisivos, certeros, composiciones psicológicas de personajes ambiguas, complejas, descripción precisa de los ambientes, un ritmo pausado pero musical, y recursos dramáticos sencillos, lo que genera la sensación naturalista de respirar en las mismas calles por las que transita el relato.

Emocionante y triste, esta novela coloca a la literatura como motor del cambio que la sociedad necesita

En esta novela Pelecanos aborda temas hondos de un modo elusivo –la transformación de los barrios, el problema racial, la posibilidad o no de hallar una segunda oportunidad, la invasión de las redes sociales en nuestras vidas, la cultura del esfuerzo…–, hace una defensa de la lectura como medio para conocerse y salir de situaciones y entornos desfavorables, y plantea cuestiones humanas y filosóficas que deberá responder el lector.

Y es que a Pelecanos le interesan más las debilidades humanas que el desarrollo de una trama policial; lo sociológico que la convención de género. Una historia de personajes vulnerables que bajo la aparente sencillez esconde profundidad y conocimiento de los comportamientos de hombres y mujeres de distintas edades y rangos sociales. Sin olvidar los ecos del cine de Peckinpah, Robert Aldrich o del wéstern, las influencias musicales y las literarias de Elmore Leonard y de toda una suerte lecturas absorbentes: Dura la lluvia que cae de Don Carpenter; Stoner de John Williams o Adiós en azul de John MacDonald, citadas entre otros títulos que funcionan como radiografía anímica del relato.

El hombre que volvió a la ciudad es un libro emocionante, esperanzador y triste, que coloca a la literatura como posibilidad del verdadero cambio que esta sociedad necesita, ese en el que el hombre descubre quién era y quién esperaba ser.

@M_A_OESTE