Image: Del verso a las redes

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Letras

Del verso a las redes

En la La lira de las masas, Martín Rodríguez-Gaona analiza la nueva poesía contemporánea desde la perspectiva de los nuevos soportes tecnológicos

9 abril, 2019 02:00

Desde hace tiempo sus libros copan las listas de lo más vendidos semana tras semana. Son los poetas nativos digitales, jóvenes, usuarios desde la infancia de las nuevas tecnologías, que publican habitualmente en formato electrónico. "Mezclan, sin ningún tipo de prejuicios, afanes publicitarios y artísticos, lo público y lo íntimo, la actualidad política y lo lúdico, la individualidad y la máscara", escribe Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969) en su libro La lira de las masas. Internet y la crisis de la ciudad letrada (Páginas de espuma).

Premio Málaga de Ensayo, bajo este título el autor analiza la irrupción de esta generación, nacida desde finales de los años 70, en la creación literaria a partir de factores clave como la alfabetización digital o la hegemonía de la oralidad electrónica. El ciberespacio, señala, ha quebrado los pactos de veracidad de la escritura. "Cuando uno escribía antes, eso tenía un valor, ahora todo es volátil. Nadie te va a juzgar por una errata. Se ha invertido la idea de que lo escrito queda y lo oral tiene mucho más peso pero es una oralidad escrita para el lector digital. Prima entonces la entonación".

Cuenta Rodríguez-Gaona que empezó este estudio en 2010 con la publicación de Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y redes. Allí, analizaba la primera generación de los poetas que emplearon internet. Eran nombres como Agustín Fernández Mallo, Manuel Vilas o Vicente Luis Mora. "Eso era la prehistoria -sostiene el autor-. Esa generación se dio a conocer con 35 años. La siguiente con 15". Su medio era el blog. Textos argumentados que daban lugar a réplica, donde la gente firmaba y contestaba. Pero la irrupción de Facebook en 2007, y más adelante de Instagram, acabó con aquello. Y la palabra dio paso a la imagen. "Estamos en el siglo XXI y esto es literatura del siglo XXI".

Y es que, si en el siglo XX los valores fundamentales eran la innovación, la vanguardia y la ruptura, "esto es una vanguardia populista. Lo que querían hacer los dadaístas, la integración de las artes para un grupo muy pequeño, ahora está hecho a nivel de la masa", analiza el escritor y poeta para quien lo que ha cambiado son los pactos de la escritura y las formas de lectura. "La lectura tradicional, privada y silenciosa, se cambia por una lectura pública, intermitente, fragmentaria e interdisciplinaria". En este contexto, las nuevas tecnologías propician que nuestras formas de expresión sean "binarias", definidas por el me gusta/no me gusta, y "esa falta de matiz es muy potenciable para la demagogia y para la polarización política", advierte.

En el caso concreto de la poesía, continúa, dentro de los nativos digitales que han sabido aprovechar las herramientas de Internet, "hay un porcentaje menor, que ha decidido expresarse a través de ella, como expresión, como se ha escrito desde siempre la poesía adolescente en los cuadernos. Eso se ha visto que es potencialmente rentable y las editoriales lo han recogido". El fenómeno, como fenómeno, es internacional. "El asunto es que esta gente, al asociar su identidad con la poesía, reclaman que se le den un estatus de autores literatos".

El fenómeno de la nueva poesía en masa en España

Pero, ¿por qué en España este fenómeno está teniendo mayor calado que en el resto de países? A pesar de que es una cuestión mundial, señala el escritor, "solo puede funcionar cuando hay una clase social media extendida como es el caso de España". Para él, el auge en nuestro país de estos poetas nativos digitales que emplean al mismo tiempo texto, imagen, audio y elementos de autorepresentación, no se da en lugares como Estados Unidos porque "en otras ciudades letradas los filtros están mucho más definidos" mientras que aquí, el mayor filtro lo tiene la comercialidad. "Lo que tiene repercusión de ventas se asimila", apunta.

Como muestra, la lista de los libros más vendidos. Hace ocho años la encabezaban nombres de poetas como Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Benjamín Prado... "Ahora la componen nueve de estos productos editoriales, que escriben una poesía muy elemental, y a lo mejor un clásico, las obras completas de García Lorca, por ejemplo". ¿Cómo se explica este cambio? "Si no entiendes que es una cuestión de rentabilidad que se ha generado a través de la actividad electrónica, no tiene ninguna lógica".

Martín Rodríguez-Gaona

En este nuevo panorama, los autores ajenos a lo digital se ven excluidos, desplazados a los márgenes. "No tiene nada que ver con la calidad -afirma Rodríguez Gaona-. La calidad termina por no ser un criterio. El criterio es la alfabitización digital, que produce interactividad, que, a su vez, produce consumo. Nadie edita a estos poetas más comerciales, aquellos nativos digitales que hacen lo que yo llamo poesía postadolescente, pensado que realmente esa producción va a tener valor. No es nada más que una apuesta comercial inmediata".

En este contexto, "los valores de calidad se soslayan a partir de la inclusión de esta visibilidad". Esa es, señala, otra de las razones por las que los poetas mayores de cuarenta años se quedan fuera del sector editorial. "No tienen identidad electrónica". Y si las redes sociales o una multinacional publica, patrocina o coloca traducciones en 20 idiomas, se plantea el autor, ¿qué ocurre, por citar a alguien, con Eduardo Cirlot? "Un gran poeta español, desconocido prácticamente en su tiempo de vida, no le interesa a ese medio corporativo porque es un señor que está muerto y además su literatura es muy compleja".

De Madonna a Netflix

Conviene señalar, no obstante, que este fenómeno de masas tampoco es nuevo del todo. Cuando Madonna derrotó a Cyndi Lauper, recuerda Rodríguez-Gaona, lo hizo porque ella es "mucho más versátil, tiene identidades camaleónicas, es una provocadora incesante y además es una integradora de lenguajes". Es el modelo del artista. "Ese modelo se ha popularizado y masificado en los instagramers".

Pero la diva del pop no es el único ejemplo. En la industria musical milennial pop, artistas como Ariana Grande o Justin Bieber están producidos "por dos personas que deliberadamente hacen una manipulación de su vida. Algunos pueden ser mejores productos que otros pero ese es el modelo". El mismo que sigue Cuarón con Roma o Rosalía, que "te pueden gustar más o menos, son productos que están bien hechos, pero el poder corporativo que hay detrás hace que durante dos o tres meses no puedas estar hablando de otra cosa", independientemente de su calidad o no.

Y este es, inevitablemente, el otro debate que se genera. Si hablamos de alta o baja calidad, cuestiona Rodríguez-Gaona, que eran los Beatles y John Lennon qué eran? ¿Bob Dylan qué es? Ellos también "son un producto popular industrializado", advierte. Incluso si retrocedemos más, se puede llegar a Dalí, Cela o Gala. "O a Umbral saliendo desnudo con la máquina. Aunque aquello era una imagen. Ahora hay siete mil fotografías".

La única fórmula, plantea, que se puede adoptar para revertir esta situación es que la ciudad letrada, el establishment cultural, defina más sus criterios de selección. "Está bien que una cuestión tenga su comercialidad, o que un subproducto literario se difunda -argumenta-, como pasa con la literatura juvenil o infantil pero la cultura tiene que abrir sus categorías a lo electrónico". Hay que jerarquizar, señala. Sin menoscabar a nadie, "no se puede decir que Borges hace lo mismo que Stephen King", concluye.

@mailouti