Rafael Sánchez Ferlosio. Foto: Fundación Telefónica

Frente a la imagen de sabio arisco y esquivo, los amigos de Sánchez Ferlosio le recuerdan como alguien cariñoso, cercano, inteligente, independiente... José Luis Pardo, Gonzalo Hidalgo Bayal, Miguel Ángel Aguilar, Félix de Azúa y Manuel Barrios recuerdan las virtudes del maestro.

Entre el destino y el carácter

Desde el punto de vista de sus lectores, de los que nos hemos interesado por sus ensayos y pecios, creo que los escritos de Sánchez Ferlosio están sin duda a la altura de los filósofos y pensadores españoles más destacados del siglo XX. Rafael sabía liberar las palabras encerradas bajo llave en sus contextos y convertir los conceptos en ganzúas capaces de abrir puertas inesperadas. No sabes si las va a abrir todas ni cuáles va a abrir, pero te permite suspender el pensamiento cuadriculado y encontrar nuevas maneras de pensar. Su aportación se ha ido perfilando con los años bajo el signo de la gran contraposición entre el destino (la subordinación a las fuerzas ciegas de la historia) y el carácter, la independencia intelectual y moral, con Don Quijote como máximo exponente de que a veces es preciso fracasar en los supuestos grandes logros para tener éxito en lo verdaderamente importante.



José Luis Pardo




Pensamiento perenne

No puedo corroborar esa fama que tenía de esquivo y agrio, porque conmigo y con mi familia siempre fue cariñoso y delicado. Nunca le he oído gruñir. Siempre he estado muy agradecido del afecto que me tenía y del gusto, más que de conversar con él, de oírle, que era un privilegio. Su charla era un derroche de elegancia y precisión. Recuerdo una vez que recitó de memoria el que para él era el mejor poema de la lengua castellana, "Últimas lamentaciones de Abel Martín", de Antonio Machado. Hacía pausas cada poco para explicarnos qué entendía él que explicaba un pasaje o un verso. De hecho, escogió como epitafio para su hija Marta cuatro versos de este poema, esos que dicen:



¡Oh, descansar en el azul del día

como descansa el águila en el viento,

sobre la sierra fría,

segura de sus alas y su aliento!



Era la persona más inteligente que he conocido, como demuestran sus ensayos. Nos quejamos de que abandonara la novela, de la que renegaba desde hace años, pero bienvenido sea que escribiera esos textos magníficos donde no sólo hay pensamiento, sino un modo de pensar, donde el cómo se impone al qué haciendo de ellos un modelo de pensamiento perenne.



Gonzalo Hidalgo Bayal




Libre determinación

Ha sido para mí una persona muy próxima y un punto de referencia. Siempre ha arrastrado esa fama de personaje difícil, pero conmigo siempre ha sido cercano hasta el final, pues el sábado pasado asistí a su habitual tertulia en el Bar Universo de la calle Suero de Quiñones. Siempre he procurado que escribiera en los sitios donde he estado, desde Diario 16, donde publicó unas estupendas crónicas taurinas de la Feria de San Isidro de 1980, hasta el periódico semanal Ahora, donde publicó alguno de sus últimos pecios. Escribiendo era capaz de meterse por senderos intransitivos y salir indemne.



Su legado son su talento y su cultura, y esa manera de ser contraria a cualquier dogmatismo y academicismo. Tuvo muchos premios, sí, pero no buscó ninguno. De hecho, le quisieron hacer académico, pero no se dejó. Frente a tanto figurante, consiguió escapar de ese penoso papel de literato que rechazó desde que escribió El Jarama. Como dijo en una ocasión, "habiéndolo hecho todo por mi libre determinación, no tengo más título que el de bachiller".



Miguel Ángel Aguilar




Supremo valor literario

Particularmente para mí, Sánchez Ferlosio forma parte de mis más grandes maestros, pues era miembro esencial de ese triunvirato mágico que reunía a Agustín García Calvo, a Juan Benet y a él mismo. Los tres fueron fundamentales en mi vida como individuo y como escritor. Aunque muchos no lo consideren así, Ferlosio representa el valor supremo en la literatura. Su mayor peculiaridad fue esa, que siempre trabajó exclusivamente para la Literatura así, con ele mayúscula, de una manera absoluta que él mismo negaba. "Yo no quiero ser un literato", decía a menudo, mientras rechazaba y renegaba de Alfanhuí o El Jarama por ser eso, literatura. Pero, ay, la verdad es que no hizo otra cosa en su vida que gran literatura incluso cuando escribía sus últimos pecios. Ferlosio es autor de la prosa más literaria del siglo XX y del XXI que te tocó vivir.



Félix de Azúa




Personaje de destino

Al recurrir a la distinción entre personajes de "destino" y personajes de "carácter" -los unos, forzados a cumplir un papel señalado en la historia, los otros, libres y abiertos a lo fortuito de las circunstancias- Sánchez Ferlosio no sólo compuso el argumento de aquel espléndido discurso que pronunció con motivo de la concesión del Premio Cervantes: hizo toda una declaración de intenciones, resumiendo el sentido íntimo de su vida y de su obra.



Seguramente no le hubiera gustado verse en el papelón de muerto ilustre. Nunca se sintió personaje de destino ni quiso ser tratado como tal. Nada de ser aclamado como maestro de las letras. Se consideró un simple plumífero, alguien entregado al puro oficio de escribir, fascinado por el lenguaje. Se lo pasaba tan bien trabajando, que de ahí le nació ese hondo recelo hacia una sociedad cautivada por el consumo compulsivo de ocio y diversión.



Parecía un tipo negativo, crítico gruñón contra todo. Nada de eso: tierno ante la curiosidad infantil y la fragilidad humana, protestaba contra un mundo obsesionado en escapar de la levedad que a todos nos constituye. Incluso a quienes perdurarán en sus escritos.



Manuel Barrios