Adam Tooze. Foto: FRP

El historiador británico presenta en España Crash (Crítica), una ácida crónica sobre la caída de Lehman Brothers en 2008 y sus consecuencias, que reflexiona sobre qué ha cambiado en esta década y sobre hacia donde derivará el futuro de la economía global.

Cuando en 2008 el gigante bancario Lehman Brothers se declaró en quiebra, iniciando un efecto en cadena, resultó que, como a menudo ocurre con los desplomes financieros, tanto los mercados como los expertos se habían centrado en cosas equivocadas, ciegos ante el verdadero problema. Preocupados por la deuda y los déficits presupuestarios nacionales, especialmente el estadounidense, cuyo mayor acreedor era el Gobierno chino, pocos advirtieron a tiempo el inminente inicio de una crisis provocada por las hipotecas basura, "crisis completamente inherente al capitalismo Occidental".



Así la define el historiador británico Adam Tooze (Londres, 1967), que en Crash. Cómo una década de crisis económica ha cambiado el mundo (Crítica) se ocupa con una óptica ácida y rigurosa de desentrañar las causas y consecuencias de la debacle de 2008, cuyos múltiples efectos económicos, sociales y políticos todavía se dejan sentir diez años después. En sus páginas, Tooze desvela la situación real que nos llevó al marasmo, desvela las diferentes salidas adoptadas por Estados Unidos, cuya rápida reacción suavizó el desastre, y Europa, incapaz de definir respuestas comunes; y los nuevos retos que deberá afrontar hoy en día y en el futuro la economía global, donde China ya juega y jugará un papel destacado.



Pregunta.- El mes pasado se cumplió una década de la bancarrota de Lehman Brothers que sacudió la economía mundial. ¿Dónde estamos diez años después, qué hemos aprendido?

Respuesta.- Lo esencial que hemos aprendido es que debemos tomarnos en serio la globalización, especialmente la financiera. Llevamos desde los años 70 hablando de que los negocios transnacionales eran el motor auténtico de la economía global, pero en los años anteriores a 2008 el foco estaba en la relación entre China y Estados Unidos. Son dos países importantes, y la relación entre ellos podría todavía crear una crisis, pero en su momento ocultaba lo que fue la génesis real de la crisis, las relaciones corruptas entre agentes privados que eran, efectivamente grandes y transnacionales. No debería habernos sorprendido, pero nos sorprendió. Luego, a escala más pequeña, se repitió lo mismo pero en la zona euro.



P.- Todo el mundo se mostró muy sorprendido por la crisis en su momento, ¿no existían predicciones de los analistas o fueron ignoradas deliberadamente?

R.- Sí existían, pero no es únicamente un problema de tener datos, es una cuestión de la disposición de mirar los datos y sacar las conclusiones. Entre 2005 y 2007 empezó a haber una acumulación de voces cada vez mayor pero se miraba en el sitio correcto. Estos análisis son ahora la base de lo que se llama la regulación macroprudencial, que vigila las actividades de los agentes privados que pueden tener efectos macroscópicos.



La crisis de 2008 se estabilizó a un nivel mucho mayor que la del 29. La pobreza no es comparable"

P.-¿Qué opina de establecer paralelismos entre esta crisis y el Crack del 29?

R.- Me parece peligrosamente exagerado. Estas comparaciones son un poco absurdas y simplificadoras, porque al final no entiendes ni el presente ni el pasado. A nivel de trascendencia política y de refundamiento de la sociedad, no son momentos comparables, porque en aquel entonces la guerra dominaba el horizonte europeo y mundial. Además, aunque es algo delicado decirlo en ciertos contextos como el de España, la crisis financiera de 2008 se estabilizó a un nivel muy por encima del que sufrieron Estados Unidos o Alemania en el 32 o el 33. España sufrió desempleo y pobreza, pero nada comparable a lo de entonces. Y en términos más generales, parte del motivo por el que, por ejemplo en Estados Unidos, los niveles de radicalismo son moderados frente a los años 30 se debe a que la crisis no fue tan radical.



Europa, el gran perdedor

P.- Alaba la actuación de Estados Unidos, que más allá del partidismo logró imponer un gigantesco rescate financiero. ¿Por qué Europa fue incapaz? ¿Hubiera eso evitado en cierta medida la crisis europea de la deuda soberana?

R.- La crisis de deuda hubiera ocurrido igualmente, pero hubiera sido muchísimo más fácil de gestionar con un acuerdo conjunto. Grecia hubiese seguido siendo un problema, pero de haber tenido un esfuerzo más conjunto que creara una plataforma estable para recapitalizar el sistema financiero se habrían ahorrado muchos problemas. Por la forma en que se gestionó la crisis bancaria, convertimos la crisis de la zona euro en una crisis de deuda pública, cuando es obvio, que la crisis del euro era una crisis del capitalismo europeo, lo que generó, en un sistema de un Estado descentralizado, bolsas de problemas financieros individuales. Luego el problema se agravó porque la izquierda decidió que todo problema en la zona euro venía derivado de los mercados, convirtiendo esta crisis del capitalismo en una crisis de deuda pública, una experiencia radicalmente extrema producto del propio sistema de Europa.



P.- Además de ser incapaz de definir una respuesta común ante la crisis de 2008, Europa tampoco ha logrado ponerse de acuerdo ante la crisis de los refugiados, ¿mantendrá su papel a nivel internacional? ¿Consentir mayor intervención burocrática puede ser una solución?

La globalización siempre ha venido acompañada de un aumento del nacionalismo, la xenofobia y el racismo, y si la economía va mal..."


R.- Con respecto a la crisis financiera, creo que esta comparativa con el problema migratorio es interesante pero pobre. Lo fascinante de la crisis financiera es que los bancos europeos, en relación a los Estados son muchísimo más grandes y difíciles de gestionar, a menos que los europeos actúen conjuntamente. Depende de las naciones, sobre todo de Alemania, buscar esa interconexión entre la élite política y bancaria, algo clave en Estados Unidos. Se debe hacer el esfuerzo de separar los Estados nación de los bancos y luego recomponer el conjunto para que los bancos existan, primero en relación al BCE y luego al Estado nación. Esto tiene que ser posible y ocurrirá en un futuro, pero llevará mucho tiempo. No es algo que pueda pasar de un día para otro. Sin embargo, no me parece que el problema migratorio pueda tener la misma solución, porque tiene que ver con las preguntas básicas sobre la identidad nacional. Lo único que podría aunar ambos aspectos es crear un mercado laboral europeo más ajustado que hiciera que la gente no esté tan preocupada por sus empleos, lo que redefiniría el debate de la migración.



P.-¿En qué medida la crisis económica es culpable de las políticas restrictivas y de recortes y del auge de la extrema derecha y el populismo?

R.- Es una práctica muy extendida el culpar a la crisis de muchos de los males actuales, pero la crisis es como un terremoto, lo que ocurre depende de cómo se han construido los edificios. Algunas sociedades con malos cimientos estaban esperando para estallar por motivos que no tienen nada que ver con la crisis. Sociedades totalmente insatisfechas, con políticos corruptos, antisemitismo… La misma crisis con otra situación política hubiera tenido otra magnitud. La globalización siempre ha venido acompañada de un aumento paulatino del nacionalismo, la xenofobia, el racismo... Esto se puede controlar si hay crecimiento económico, pero el efecto de la crisis del 2008 ha sido deslegitimizar esta estrategia. Y esto ha posibilitado una variedad de diversos tipos de oportunismo político, como son los populismos de izquierdas o derechas, que se han nutrido tanto de gente de clase obrera desilusionada, como en el caso del Frente Nacional, como de personas con estudios superiores y futuro laboral precario, como ha hecho Podemos. Ha habido una rotación política muy profunda, y creo que la crisis de 2008 exagera y amplifica este efecto.



EE.UU vs. China, ¿conflicto a la vista?

P.- Dice que a partir de 2012 la crisis financiera y económica se transformó en una crisis geopolítica general. ¿Si estallase otra crisis, cómo afectaría al mundo esta mayor conflictividad global?

R.- Sería potencialmente más peligroso, claro. El mayor problema es China, que está protagonizando un cambio histórico, el más rápido y dramático que hemos visto en la historia. Suena hiperbólico pero es verdad. Gestionar la relación bilateral entre Estados Unidos y China es elemental para tener cualquier esperanza de desarrollo pacífico y estable. Desde Tiananmén, el Estado chino ha potenciado el nacionalismo desde cada canal a su alcance, algo más exacerbado tras 2012 cuando Xi accede al poder, y que ahora encuentra su contraparte perfecta con Trump. Hemos pasado de una tensión latente a una lucha, de momento retórica pero a la vez impredecible.



La guerra comercial genera mucha retórica pero no creo que haya apoyo popular para un enfrentamiento militar entre China y EE.UU."

P.- ¿Cree que esta política teatral de Trump, que ha comenzado una guerra comercial con China podría tener respuesta militar?

R.- Desde luego Trump es un elemento muy importante de inestabilidad, sin embargo no hay que exagerar la importancia de la guerra comercial. Genera mucha retórica, pero es improbable que tenga un efecto realmente transformador en el mundo económico, porque China es cada vez menos dependiente del comercio con Estados Unidos. Esto no será el comienzo de otro 1929, y los historiadores económicos saben que, más que el comercio, son las tensiones financieras las que realmente podrían amenazar con derrumbar la casa. Además, no creo que haya apoyo popular para un enfrentamiento militar entre ambos países.



P.- Parece que poco a poco la economía recupera su cauce, ¿cuál es la previsión de futuro? ¿Podría darse una crisis análoga próximamente?

R.- No creo que presenciemos pronto otra crisis como la del 2008. Me gustaría decir que ha sido la última del siglo XXI, porque su esencia estuvo en Europa y Estados Unidos donde se produjo lo más grueso de las intervenciones financieras, y ese mundo lo estamos dejando atrás. Por eso, la próxima crisis es muy poco probable que sea impulsada por esta dinámica. El peligro del futuro vendrá de los mercados emergentes y de China, cuyos riesgos son formidables. Ahora estamos apostando por el éxito del autoritarismo y la capacidad de mantener el control régimen chino, y esa es una situación un poco extraña para los liberales occidentales, pero a estas alturas es funcional.