Juan Ramón Lucas

Autor de libros como Hablemos sobre felicidad y Diario de vida, con La maldición de la Casa Grande (Espasa) el periodista Juan Ramón Lucas esboza en su primera novela una historia, entre real y ficticia, que recrea la vida de Miguel Zapata, cien años después de su muerte en 1918. De origen ganadero, este empresario también conocido por el Tío Lobo porque a los 18 años, armado con una escopeta, se enfrentó él solo a una manada, llegó a convertirse en el mayor magnate minero del siglo XIX de la Sierra de Cartagena-La Unión. Una zona que en aquella época atraía a miles de personas que soñaban con hacer fortuna y se encontraban con un mundo de "explotación salvaje y de miseria moral", explica su autor.



No hay que remontarse tanto, sin embargo, para llegar a los inicios de La maldición de la Casa Grande, aunque sí un tiempo. "Yo me enamoro de esta historia hace cuatro años", cuenta Lucas ahora que define esta primera experiencia como larga, trabajada y trabajosa. "Es muy duro escribir ficción porque si quieres ajustar lo que dices, si quieres buscar la emoción que buscas, si quieres contar o si quieres llegar, tienes que buscar caminos que son a veces más largos, más pedregosos, que el retrato de la realidad pura y dura o la no ficción".



P.- De hecho, La maldición de la Casa Grande está basado en hechos reales, pero es una novela de ficción, ¿por qué eligió este género para contarlo?

R.- El personaje me pareció fascinante y me resultó interesante contar su historia y lo que es el decorado en el que se mueve ese protagonista. A la hora de elegir cómo lo contaba en vez de una novela histórica preferí optar por una narración de ficción, basada en un escenario y unos hechos, con algunos personajes reales, como la familia Zapata, y otros que no lo son, porque aquello me permitió trazar lo que yo quería. Una imagen de todo aquello que fuera emocionante, que nos llevara a lo que intentaba transmitir también: qué pasó en aquella época y cómo podíamos acercarnos a ellos a través de las emociones. Yo creo que la literatura habla mejor de la condición humana que la historia o el propio periodismo porque nos permite manejar el amor, la ambición, la pasión, el dolor o el miedo. Elementos que son comunes a todos nosotros y que podemos colocar a los personajes de las historias que narramos para entender mejor cómo son y cómo es ese mundo.



A mí lo que me la presencia de Miguel Zapata en toda la novela es una presencia oscura. Lo que pasa es que tuvo las luces"

P.- ¿Y quién era Miguel Zapata?

R.- Miguel Zapata probablemente era en su época, y eso es lo que me pareció fascinante de su personalidad, el empresario más importante, desde luego era el más singular de la Sierra Minera Cartagena-La Unión. Su primera singularidad es que él vivió en Portmán y no se fue a Cartagena a construirse un palacete como hicieron sus colegas o su yerno José Maestre cuando se hizo cargo de las empresas de Zapata. Era un personaje muy peculiar, muy poco dado al dandismo, por emplear un término. Él seguía vistiendo como el ganadero que había sido siempre. Fue un hombre muy poderoso, muy influyente, que llegó a controlar todo el proceso, desde la localización, la extracción, la fundición hasta el transporte del mineral y que, sin embargo, siguió viajando a diario por la sierra para ver cómo estaban los pozos, para controlar aquello y para seguir respirando el aire que a él le hacía sentir vivo, a pesar de su enfermedad y del dolor que le producía la muerte prematura de sus hijos.



P.- En ese contexto, ¿considera que Zapata tenía más sombras o más luces?

R.- Yo creo que tenía más sombras. De hecho, a mí lo que me inspira su presencia en toda la novela es una presencia oscura. Lo que pasa es que tuvo las luces. Era un tipo muy inteligente, era un emprendedor, un hombre de su tiempo. El reproche que se le puede hacer queda relativizado porque en aquel tiempo era considerado normal que las mujeres ocuparan un segundo plano y que él creyera que las personas que estaban por debajo de él era porque Dios había decidido que tenía que ser así, que las desigualdades entre los seres humanos no era una cuestión de los propios hombres, ¿no? Partiendo de esa mirada, era un hombre que tenía más sombras. Era especialmente cruel. Y en ese sentido él aparece como lo que era. Lo que pasa es que también aparece con una mirada más amable, en la medida en que la mirada es de una mujer que, si no llegó a amarle, sí por lo menos llegó a convivir con él y entenderle mejor.



P.- Ella es María Adra, la narradora de la novela, ¿por qué eligió su voz para que narrara precisamente una mujer la historia de este magnate?

R.- Me interesaba contar esa época y conocer ese personaje. En principio me lo planteé en primera persona, pero no le encontré verosimilitud. Al final decidí que fuera una mujer. Primero porque su personaje me pareció fascinante. María la Guapa, que no se llamaba María Agra ni pasó por todo lo que se cuenta en la novela, sí existió. Era una chica de La Unión que cuidó a Zapata en los últimos años de su enfermedad y que llegó a convivir con él. Yo la utilizo a ella para verle a él y para ver aquel mundo porque usar la voz de una mujer, a mí que soy hombre, me permitía dar un giro más, una complicación más y una obligación más para mirar de una manera intensa y seria a todo aquello. La mujer es el último eslabón en esa cadena de miserias que se retrata y que se vive y su mirada me permitía mirar más allá de lo que un hombre podría contar.



P.- ¿Y por qué cree que es así?

R.- Porque ellas no solamente eran consideradas seres inferiores sino que en particular las mujeres de los mineros, además de sufrir la presión del maltrato de los hombres que no tenían otro ocio que el alcohol, de sacar adelante la casa y de criar a los hijos que muchas veces eran lanzados a la mina, y además de vivir en la incertidumbre de si su marido volvería a casa o no, es que cuando ellos morían y se quedaban sin sustento, tenían que venderse a sí mismas. Ellas, se dice en un momento de la novela también, sufren más que el propio minero que ya de por sí sufre. Entonces me interesaba mucho meterme en esa piel para introducirme más en lo que quería contar, el tema de la condición humana, desde el lugar que más podía acercarme al verdadero dolor, sufrimiento y miseria moral. Ese retrato solo lo podía hacer a través de una narradora femenina. Ella me permite amar, sufrir, tener ansiedad y una mirada que un hombre no tendría jamás en aquella realidad.



He buscado socorro en las sonatas de Valle-Inclán cuando no sabía cómo contar algo."


P.-Precisamente, dedica su libro a "todas aquellas personas que sufren injusticia y abusos de poder", especialmente, dice, "a las mujeres", ¿no?

R.- Es que al final me ha salido una novela de mujeres. Me quise meter tanto que las protagonistas principales son mujeres. Es verdad que hay un protagonismo esencial que es el Tío Lobo pero es una historia de mujeres. Ellas sufrían abusos de poder. Y a día de hoy en este país y en este tiempo esas mujeres sufren abuso de poder más que los hombres. Por eso cuando terminé la novela, pensé en esas personas que han sido importantes en el proceso de elaboración, en esas personas que sufren la explotación y en esas que todavía a día de hoy y en nuestra sociedad civilizada, consumista y satisfecha siguen sufriendo el abuso de los poderosos.



P.- Su historia, la que recrea en su novela, es también una historia de amor, ¿por qué le intereso introducir este ingrediente?

R.- Porque era una manera de explicar la implicación de María con los Zapata y porque me interesa contar un relato de varias generaciones de una misma familia en un escenario en el que, en realidad, las cosas no cambian, y para ello me venía muy bien una historia así. Por otra parte, el amor está presente en todos nosotros siempre y me parecía que era mucho más eficaz. Es algo con lo que todos podemos empatizar, desde su ausencia, desde la ansiedad por él, desde la satisfacción por lo vivido o hasta desde el descreimiento. El amor es una referencia para todos nosotros en casi todos los ámbitos de la vida.



P.- ¿Considera que el periodo del que habla es un tiempo poco conocido?

R.- No se conoce para nada. Existe una tradición oral en la zona. La gente conoce, recuerda, comenta pero no forma parte de su paisaje mental. Y desde luego fuera de la zona minera no se conoce en absoluto. No me he encontrado a nadie que no fuera de Cartagena que lo conociera. Y, sin embargo, en su época debió ser muy conocido porque estaba en los periódicos constantemente y porque era enormemente influyente y muy rico. Viajaba a menudo a Madrid tenía muy buena relación con Romanones y era un tipo de la época importantísimo. Pero su memoria se diluye y no se le conoce a él, ni lo que hizo ni sobre todo aquel escenario de miseria y de violencia que se vivió en aquellos años en la sierra minera.



P.- ¿Cuáles fueron los referentes literario que tuvo a la hora de ponerse a escribir?

R.- Para esta novela hay algunas obras que para mí han sido fundamentales. Desde el punto de vista literario, por ejemplo, El metal de los muertos, de Concha Espina. Durante los cuatro años de convivencia con Lobo y con María he tenido la necesidad de leer los Episodios nacionales, de Pérez Galdós. He buscado socorro en las sonatas de Valle-Inclán cuando no sabía cómo contar algo. Me he inspirado en las grandes novelas del siglo XIX como La Regenta. He buscado una forma de contar que se ajustara a cómo contaría las cosas una mujer en el siglo XIX. No podía tirar de literatura o referentes literarios contemporáneos o muy anteriores porque quería hacerlo lo más rigurosamente posible. Entonces hay una enorme riqueza literaria de referencias contemporáneas a María o Lobo que me permite acercarme a lo que quería, que era contar esa historia en la forma en que se contaría o se hablaría en aquella época.



@mailouti