Image: Nellie Bly, la periodista que venció a Phileas Fogg

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Letras

Nellie Bly, la periodista que venció a Phileas Fogg

11 abril, 2018 02:00

Nellie Bly

La redactora, que se internó en un psiquiátrico en 1887, consiguió completar la vuelta al mundo en menos de 80 días en una carrera contrarreloj que tuvo en vilo a sus lectores. Capitán Swing reúne por primera vez en Nellie Bly. La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos algunos de sus trabajos más importantes.

"Empecé a tener más confianza en mis habilidades, ya que un juez, un médico y una muchedumbre me habían declarado loca". En septiembre de 1887 Nellie Bly (1864-1922) ingresaba en el psiquiátrico de Blackwell's Island. Tenía 23 años y hacía apenas cuatro meses que había llegado a Nueva York en busca de trabajo. Fue el director del New York World el que le había echado el órdago de infiltrarse en el sanatorio mental. "Dije que podría y que lo haría. Y así fue". Diez días después la joven, ya fuera del frenopático, escribió que en el único momento en que no había tenido que fingir demencia había sido precisamente durante su estancia allí. Lo contó en uno de los artículos que la editorial Capitán Swing reúne ahora por primera vez en castellano, con traducción de Silvia Moreno Parrado, bajo el título Nellie Bly. La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos.

A Nellie Bly, como a Hunter S. Thompson, le gustaba ser el centro de la noticia y escribir sobre sí misma en sus textos. "En mis respuestas a las admiradoras de Bly -escribe Maureen Corrigan en el prólogo del libro-, siempre insisto en que fue tanto una reformista como intérprete, activista y un espectáculo en sí misma. Quiero que estas jóvenes entiendan el enorme logro que supuso para Bly insistir en su propia firma, su foto en el periódico y su autoestima".

¿De dónde sacó -se cuestiona Corrigan- aquella adolescente de origen pobre y escasa formación el arrojo y la confianza suficiente para convertirse en quien se convirtió? Lo cierto es que su vida es el ejemplo perfecto del sueño americano. Lo que comúnmente se ha definido como una mujer hecha a sí misma. Su apodo, acuñado por George Madden, el director del Pittsburg Dispatch, tenía ritmo de canción con voz de Stephen Foster. Nelly Bly, en el original. Lectora habitual del diario, una carta de protesta a un columnista sobre la situación de las mujeres llamó la atención del director. "Hablaremos de diversión para nuestras chicas después de que les hayamos encontrado trabajo", escribió Elizabeht Jane Cohran, así se llamaba en realidad, en enero de 1885 en su primer escrito para aquel periódico del que se despidió, dos años después, con una curiosa nota a su editor: "Estimado Q. O.: Me voy a Nueva York. Esté atento. Bly".

Además de loca, Bly fue mujer indigente en un albergue, obrera en una fábrica de cajas, madre soltera en el mercado negro de recién nacidos y criada en busca de trabajo. A lo largo de su trayectoria profesional, escribió desde México sobre su experiencia allí, practicó ballet, adiestró elefantes, visitó un fumadero de opio, investigó la corrupción política e, incluso, llegó a ser corresponsal en Viena durante la I Guerra Mundial. Mujer de negocios, pionera del periodismo de investigación, fue la primera mujer en visitar la línea de frente y una de las primeras y de las mejores periodistas de Estados Unidos.

Dibujo de Nellie Bly en la portada del New York World

Su internamiento en el psiquiátrico de Nueva York le granjeó la popularidad necesaria para hacerse un nombre, pero fue su vuelta contrarreloj al mundo lo que la convirtió en icono mundial. Un jueves 14 de noviembre a las 9:40 partió de Nueva York ataviada en un abrigo de lana y estampado a cuadros, con un maletín de mano, donde introdujo "dos gorros de viaje, tres velos, un par de zapatillas, un juego completo de artículos de aseo, tintero, plumas, lápices y papel, alfileres, agujas e hilo, un salto de cama, una chaqueta, una botella pequeña y un vaso, varias mudas completas de ropa interior, una buena cantidad de pañuelos y cintas nuevas y, lo más abultado e inflexible de todo, un frasco de crema facial".

Segura de que estaría de vuelta en 75 días, Bly apostó que podía batir el récord de Phileas Fogg, el personaje ficticio de la novela de Julio Verne. "Si lo logra en 79 días -le dijo el autor francés-, aplaudiré con las dos manos". Lo hizo en 72. A él tuvo la oportunidad de conocerle en una de sus paradas. "Los brillantes ojos de Julio Verne me miraron con interés y amabilidad", describió. Ambos, en compañía de su esposa y el corresponsal del Word en París, R. H. Sherard, pasaron una pequeña velada antes de que ella, sin dormir, pudiera volver a embarcarse.

Movida por la curiosidad, Bly relata sobre esta visita que un momento antes de irse pidió ver el despacho del escritor. Le sorprendió lo pequeño y modesto de aquel rincón, perfectamente ordenado, en cuyo escritorio reposaba un manuscrito. "Al mirar su limpia caligrafía (…), quedé más impresionada que nunca por la pulcritud extrema de este autor francés. En varios sitios había tachado con gran eficacia algo que había escrito, pero no había nada entre líneas, lo que me hizo pensar que el señor Verne siempre mejoraba su trabajo quitando cosas superfluas y nunca añadiendo" .

En los 72 días que duró su expedición, un total de 1734 horas y 11 minutos, Nellie no siempre se mostró tan decidida a culminar con éxito su empresa. En China, por primera vez, le llegó la noticia de otra mujer, que le llevaba varios días de ventaja, que había partido el mismo día, en sentido opuesto a ella, con el firme propósito de batir su récord. Se trataba de la periodista Elizabeth Bisland, de la revista Cosmopolitan. "Si asumen la responsabilidad de competir contra mí, son ellos los que tienen que preocuparse de logarlo", reflexionó entonces ella. Era 1889 y la competencia parecía cosa de mujeres.

La carrera, como ya es sabido, la ganó Nellie Bly, que llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890. Para entonces era ya toda una celebridad. "Lo único que recuerdo de mi viaje a través del continente, es un laberinto de alegres saludos, buenos deseos, telegramas de felicitación, frutas, flores, estruendosas aclamaciones, enfervorizados vítores, rápidos apretones de manos y un precioso vagón lleno de ramos perfumados".

No en vano la periodista, en parte por las estrategias de promoción a veces sensacionalistas de New York World, pero también por su propio interés de que así fuera, se había convertido en una especie de estrella del pop del periodismo. No obstante, escribe Jean Marie Lutes en la introducción de Nellie Bly. La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos: "Bly tiende a ser recordada como titular, no como autora. Pero las habilidades para la autopromoción que hicieron posible su carrera no habrían servido de nada si no hubieran venido acompañadas de una mente imaginativa, una sensibilidad irónica, vista para los detalles reveladores, ligereza para el diálogo y una capacidad muy pulida para proyectarse como personaje en sus propios artículos. Muchas mujeres imitaron el estilo de periodismo de Bly, pero nadie lo consiguió como ella" .

Dispuesta a reinventarse a sí misma constantemente, en 1895, después de su boda con Robert Livingston Seaman, abandonó su carrera de periodismo, por un periodo de 16 años, y, después de aprender todo lo que necesitaba sobre máquinas, se puso al frente de Iron Clad, la manufacturera propiedad de su marido. Allí, hizo construir nuevas zonas de recreo y educación para sus empleados.

En sus últimos años, la periodista escribió una columna donde ofrecía consejos a sus lectores. Murió en enero de 1922, a los 57 años por un cuadro de neumonía grave. Desde entonces, en palabras de Maureen Corrigan, Nelly Bly, que fue Ella Kaye en El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, "lleva más de cien años refutando incasablemente los estereotipos sexistas e infundiendo a sus lectores -sobre todo, lectoras- el espíritu aventurero y la sensación de que todo es posible". De todos, probablemente aquel fuera su mejor legado.

@mailouti