Francisco Ferrer Lerín

Anagrama. Barcelona, 2018. 184 páginas, 16,90 €. Ebook: 9,49 €

Un libro de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942), cualquiera de ellos: ¿qué tropelía es esta? Literatura. Cuando hablamos de Ferrer Lerín, todos los libros son de algún modo un solo libro, a veces con ayuda de cómplices: en el último lustro, sus textos han sido seleccionados o editados ("barajados", iba a escribir por referir atrozmente el pasado leriniano como jugador de póquer) por críticos como Fernando Valls o José L. Falcó, y cada combinatoria ha ido arrojando matices nuevos a su obra, que pese a ello permanece fija en sus coordenadas. La producción de Ferrer Lerín es coherente, más compacta que dispersa pese a su surgimiento en dos etapas distintas separadas por décadas de ausencia, entrecruzada de realidad y sueño y ficción o de lo sublime y lo siniestro, lo forense y lo bufo. En sus primeros momentos (digamos, los recogidos en un libro como Edad del insecto, SD-Edicions), cuesta obviar el tono de un gabinete de curiosidades del Doctor Novísimo; más allá de eso, es obvio que no se parece a nada.



Besos humanos supone su incorporación al catálogo de Anagrama, con la intención explícita por parte de Ignacio Echevarría, seleccionador de los fragmentos que lo forman, de darle mayor visibilidad al autor. Se trata de lograr que la prosa de Ferrer Lerín obtenga nuevos lectores, no tanto por una cuestión reivindicativa o de conquista de mercado sino para que los efectos habituales que provoca multipliquen su capacidad perturbadora al presentarse en un "marco desplazado" para ella: el de lo canónico, por así decir. El resultado es una recopilación de sesenta y tres fragmentos ordenados en orden no cronológico que debe mucho al excelente criterio armónico de Echevarría. Un festín.



El de Ferrer Lerín es un universo de narraciones atrapadas en la duermevela, cuyos contornos son concretísimos y sin embargo penden de un hilo hecho de elipsis. La voz conductora es capaz de lanzarse a las derivas más sorprendentes, mezclando aves necrófilas, crimen, bibliofilia, priapismo o lexicones como quien dicta una clase de anatomía sin más pasión que la de ser preciso. En gran medida, sus historias son terribles; pero en mi experiencia lectora siempre ha sido definitivo otro factor recurrente en el autor, esto es, el humor. Anida un espíritu burlón en Ferrer Lerín, compatible con la descripción desdramatizada de carroñas purulentas o ferias de sangre humana. Parece reírse de lo que muy equívocamente se espera de la literatura y de un literato en este país, Ferrer Lerín. Por eso, desde luego, rescatar su obra del territorio del culto para situarla allí donde se forjan las jerarquías resulta humorístico por partida doble y descarnada.



Cuenta Claudio Eliano que, cuando los cuervos se embriagan de vino, "caen en una suerte de furor báquico". Yo, ni idea. En un fragmento de Besos humanos extraído de Familias como la mía (esa obra maestra editada por Tusquets), el autor nos habla de gorriones transmutados "a carroñeros: arrancan diminutos jirones de carne, y beben sangre": la imagen sintetiza en buena medida a Ferrer Lerín; la carcajada estupefacta ante el exceso que provoca en el lector, también. Furor sangriento lo hay en estas páginas, pero no en el estilo ni el tono, que se presentan urbanos, erguidos, con desentendimiento elegante: he aquí un narrador de camisa bien planchada, que en todo caso se permite poner las comas donde le da gana (marca reconocible de dandismo español), que se sirve de sí mismo como de una carta robada mientras cuenta cosas atroces, tiernas. ¿Qué tropelía es esta, qué violencia e incertidumbre? Es literatura.



@Nadal_Suau