Mike Carey

La pasada edición del festival Celsius 232 de ciencia ficción, fantasía y terror de Avilés contó entre sus muchas estrellas internacionales invitadas con la presencia del escritor y guionista británico Mike Carey, el tipo detrás de series de cómic como Lucifer o filmes de éxito como Melanie. The Girl with All the Gifts. Con él hablamos de zombis, ocultismo, tebeos… y de la fascinación por el mal.

Ocurre a menudo. El hombre de cuya imaginación han surgido algunos de los episodios más escalofriantes, locos y surrealistas de series de cómic como Hellblazer o Lucifer -por no hablar de su peculiar visión de superhéroes Marvel como X-Men y Los Cuatro Fantásticos-, o novelas y filmes apocalípticos como Melanie. The Girl with All the Gifts, es tan agradable y simpático que difícilmente podríamos sospechar su predilección por el Lado Oscuro. Viste de forma correcta y anodina, tiene una sonrisa encantadora y un acento británico tan dulce como un cupcake de fresa. Pero su cerebro bulle pletórico de zombis, espectros, héroes oscuros, ocultismo, humor negro, futuros pavorosos y una capacidad inagotable para renovar el género fantástico que ha demostrado tanto en el campo de la historieta como en el de la novela y el cine. Sin ir más lejos, ha sido capaz de hacernos creer que todavía una novela -y película- de zombis puede ser original y sorprendente. Por ahí empezamos.



Pregunta.- Debo confesar que cuando se publicó en nuestro país Melanie (Minotauro), con el subtítulo de "una novela de zombis", lo primero que pensé fue: ¡oh, no, otra de zombis no! Pero después de ver la película (que acaba de ser editada en Blu-ray y DVD por A Contracorriente Films) en el Festival de Sitges, descubrí que no era tanto una historia de zombis al uso como una pieza de ciencia ficción apocalíptica netamente británica, que me recordaba las obras de clásicos como John Wyndham o J. G. Ballard. Y la novela no me decepcionó.

Respuesta.- Creo que sí es una historia de zombis. Hasta cierto punto, claro. Porque la mayor parte del género zombi se preocupa sólo de los supervivientes, del apocalipsis zombi propiamente dicho. Son historias de supervivencialismo, y a mí me interesa otra cosa. Es una novela en la tradición del Frankenstein de Mary Shelley. Mi principal preocupación era poner el foco sobre cómo vemos al Otro, qué hace falta para ver al Otro como ser humano. En definitiva, qué es lo que realmente nos hace humanos más allá de las diferencias. Quería poner el acento en las implicaciones sociales, como lo hizo Mary Shelley. Has citado a John Wyndham y, por supuesto, es imposible escribir literatura apocalíptica en Inglaterra sin la influencia de obras maestras como El día de los Trífidos o Las crisálidas. Para mí resultaba divertido crear una novela de zombis que en lugar de mostrar el apocalipsis en negativo, lo llevara en una nueva dirección.



P.- Ahora está trabajando en una secuela...

R.- En efecto. Más que una secuela es una historia que ocurre en el mismo escenario, paralelamente a los sucesos que se narran en Melanie, pero en otros lugares y con otros personajes, en los huecos que dejaba aquella. Contará el primer contacto entre la humanidad y los nuevos niños.



P.- Es un poco como la relación entre Train to Busan y Seoul Station.

R.- Exactamente. Distintas historias en el mismo momento temporal, pero con diferentes argumentos, personajes e implicaciones.



P.- Melanie ha sido su primer guión de cine llevado a la pantalla. ¿Está satisfecho?

R.- Mucho. Fue bastante difícil, porque escribir un guión de cine es muy distinto a escribir para el cómic o escribir una novela. En los cómics y las novelas eres tu propio productor, director, estrella, diseñador de efectos especiales... Prácticamente cualquier cosa que imagines puede llevarse a cabo, no hay límites. Pero en el cine no es así. El guión cinematográfico tiene un formato muy preciso. Unas reglas fijas. No puedes describirlo todo, sino por el contrario ser sintético, conciso. Pensar siempre que lo que estás escribiendo debe poder plasmarse en pantalla, en las condiciones reales que exige el filme. Pero la colaboración con Colm McCarthy fue estupenda. Entendió perfectamente la novela, así que estoy muy contento con el resultado.



P.- Parte de su obra gira en torno a personajes como Constantine o Felix Castor, detectives que se enfrentan a casos fantásticos. ¿No es paradójico utilizar un género racionalista como el policial para tratar cuestiones sobrenaturales?

R.- Creo que en cierto modo es un maridaje natural. Se trata de conjugar el procedimiento policial, la investigación, con elementos sobrenaturales pero sujetos a una lógica interna. Hay que jugar limpio con el lector, no utilizar lo sobrenatural como deus ex machina para justificar cualquier cosa. Planteas un escenario donde existe lo fantástico, pero ateniéndote a unas reglas, y te ciñes a ellas. El mecanismo de la investigación funciona con la misma lógica racional que en una historia policíaca. Hay que resolver un misterio, y aunque el universo donde se desarrolla posee leyes distintas al nuestro, siguen siendo inalterables, la solución debe ser coherente con ellas.



P.- Es una tradición muy británica: el John Silence de Blackwood, el Carnacki de Hodgson... Como unos Sherlock Holmes de lo sobrenatural, ¿no?

R.- En mi caso, el modelo para Felix Castor, el protagonista de novelas como El diablo que ya conoces o Círculo vicioso, es más bien Philip Marlowe. Soy un fanático del noir, me encantan personajes como los de Hammett o Raymond Chandler, aunque bien mirado, Chandler también era inglés. Felix Castor tiene mucho en común con Marlowe, no trabaja sólo por dinero, tiene una ética, trata siempre de hacer lo correcto.



P.- Curiosamente, su personaje más popular, Lucifer, también tiene una ética... Aunque sea un tanto oscura y con olor a azufre. ¿Por qué nos atrae más el Mal que el bando de los buenos?

R.- Es algo casi natural, ¿no? Se encuentra ya en William Blake, en sus conceptos de Satán y Lucifer como un ángel de luz. Es la idea del rebelde, del inconformista. El Bien tiene que cumplir las normas, está limitado por sus propias reglas. Y los límites son siempre algo negativo. Satán es más interesante porque se libera de sus cadenas. No es difícil simpatizar con Lucifer Morningstar. No es realmente "malo", es sólo que su estilo, su manera de ser, consiste en alcanzar sus objetivos por cualquier medio, pasando por encima de cualquiera que se meta en su camino. Es puro egoísmo... Bueno, ahora que lo pienso, dicho así, sí que suena bastante "malo" (risas).



P.- William Blake, Aleister Crowley, Lewis Carroll… ¿Cómo se las apañan los guionistas británicos para meter estas referencias en el cómic de superhéroes?

R.- Fue un momento en la Historia. Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison... Fueron verdaderos innovadores. Crearon nuevas maneras de contar historias, estructuras nuevas y distintas. Por supuesto, Gaiman es mi mayor influencia. Alan Moore es Christopher Marlowe y Gaiman es Shakespeare. Todo lo que está contando en los cientos de páginas de Sandman, a lo largo de los años, forma parte de una gran novela. Fue el momento de estos tres grandes escritores, y gracias a ese momento los editores estadounidenses de cómic pensaron que Inglaterra estaba llena de artistas como ellos, yo llegué después y eso me benefició (risas).



P.- Ahora se vas a atrever con todo un mito del cómic: Barbarella.

R.- En efecto, Dynamite Comics ha llegado a un acuerdo con los herederos de Jean-Claude Forest para resucitar al personaje y han contado conmigo para ello. Para mí es muy excitante, crecí con él, vi la película en televisión cuando era un adolescente... Mi intención es ser respetuoso con la versión clásica del personaje, pero revitalizándolo para una nueva era. Creo que hemos encontrado la fórmula para hacerlo de nuevo interesante. Siempre me encantó la definición de Barbarella que daba su creador, quien la consideraba una especie de Alicia en el País de las Maravillas futurista.



P.- Cómic, novela, cine... ¿Qué prefiere escribir?

R.- Para mí, escribir guiones de cómic y novelas es algo muy fluido. Por supuesto, los guiones de cine, como comentamos antes, son más constreñidos, concisos, con pocas palabras, no puedes perder el tiempo. En ese sentido, Melanie me ha servido de aprendizaje. Pero me gusta escribir para distintos medios porque es algo que te mantiene fresco. A veces, los escritores nos repetimos sin darnos cuenta. Escribir para diferentes medios y formatos te fuerza a renovarte constantemente.