Claribel Alegría

"Dame tu canto / Orfeo / tu palabra / una lira forjada / con las cuerdas / de mi ser" escribió Claribel Alegría en uno de los poemas de Saudade (1999). Pedía ese don para, como Orfeo, bajar al reino de las sombras y allí despertar a su marido, David J. Flakoll, fallecido unos pocos años antes. Pedía a Orfeo el don de la poesía, pero esa petición era innecesaria, Alegría ya lo había recibido y su extensa y variada obra lo ha venido demostrando desde su primer libro, Anillo de silencio, de 1948.



Claribel Alegría nació en 1924 en Estelí, Nicaragua, pero muy pronto pasó a vivir a El Salvador y su sentimiento de pertenencia está dividido. Como ella misma ha explicado, tiene Patria, Nicaragua, y Matria, El Salvador. Estudiante después en Estados Unidos, su vida ha transcurrido en diversos países, entre otros lugares en Mallorca, para pasar a residir finalmente en su Patria.



Poseedora del don de la palabra, su obra poética responde a un asombro ante el mundo, ante las cosas y, desde luego, de amor a la vida. Con todo, la realidad centroamericana, dictaduras, muerte y violencia, de lo que ella fue testigo en su niñez, ha ido dejando en su escritura una notable huella, por mucho que ella descrea de la figura clásica del escritor comprometido, a no ser el compromiso con la realidad, con el sufrimiento. Además de en sus poemas, Alegría ha ido dando testimonio de todo esto en ensayos y narraciones escritos en colaboración con su marido, entre otros, Nicaragua: la revolución sandinista (1982) o Somoza, expediente cerrado (1993).



Su palabra es, sin duda, la palabra de Centroamérica, pero una palabra en la que confluyen las tradiciones más diversas, desde los mitos griegos a las figuras del cristianismo -"Te amé, Jesús / te amé / y tú también me amaste" hace decir a María Magdalena en el poema homónimo- o los poetas contemporáneos. Y es que la voz de Claribel Alegría es, sobre todas las cosas, una voz de voces, un discurso donde nada parece quedar excluido. Nada, ni ella misma, pero ya como sujeto desdoblado, plural; así dice el poema "Otredad": "Me gustan los espejos / porque observo / a la otra / que se quita la máscara y me reta". Y lo corrobora este verso de "Divagaciones": "Lanzo a volar mis yoes".



Sus libros muestran una preferencia por el verso corto y un estilo que rehúye la oscuridad y es que Alegría habla en sus poemas de ella misma sin ensimismamiento ninguno -hay una fuerte impronta autobiográfica en toda su escritura- y de las cosas del mundo, el amor, el dolor, la muerte, los goces de lo pequeño y de lo grande, y lo dice con naturalidad. Es el discurso de la vida como experiencia poética, de la poesía como salvación: "invoco / a la poesía / que sé que me aleja / de la muerte".



Se le concede ahora, con todos los merecimientos, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, pero ella ya había recibido el canto de Orfeo.