Michael Zantovsky

El motivo por el que Michael Zantovsky (Praga, 1949) decidió escribir su gran biografía de Havel es simple: vivió la vida del último presidente de Checoslovaquia y primero de la República Checa, o al menos la parte política de ésta, desde una posición privilegiada: fue, desde 1990, su portavoz, su secretario de prensa y uno de sus principales asesores. También un amigo muy cercano en los años de resistencia al régimen comunista checo. Zantovski ha sido además embajador checo en Estados Unidos, Israel y Reino Unido y ha traducido a su lengua materna a los más importantes autores británicos y estadounidenses.



Hubo un momento, dice, en que tuvo claro que escribiría esta biografía: cuando vio las reacciones a la muerte de Havel en 2011. "Me sorprendió la reacción de los checos, que después de mucho tiempo de olvido parecían agradecer a Havel, aunque fuera con retraso, todo lo que había hecho por su país".



Pregunta.- ¿Por qué cree que los checos se olvidaron de Havel?

Respuesta.- Tras la Revolución de Terciopelo y con el paso al sistema democrático, Havel se convirtió en la persona más respetada en Checoslovaquia, pero luego vinieron unos años en los que la atención se centró en la transformación económica del país. A partir de 2003 le pasó como a cualquier político que deja su cargo: se olvidaron de él.



P.- ¿Cuál fue el papel de Havel en la división de Checoslovaquia? Llegó a dimitir...

R.- Fue uno de los momentos más difíciles de su carrera. Sintió que era responsable de un resultado que él no deseaba. Lo sintió como una derrota. Él intentó hasta el último momento que hubiera un referéndum. Y las encuestas decían que los ciudadanos no querían esa separación.



P.- Sin embargo ocurrió, y ocurrió sin violencia.

R.- La personalidad de Havel fue muy importante en la manera en que se separaron nuestros dos países; fue una separación de terciopelo, como su carácter y como lo fue la revolución. Pero fue también un proceso triste. La gente se dio cuenta de que en el futuro tenían que vivir unos al lado de otros y colaborar. Ahora mismo las relaciones entre Chequia y Eslovaquia son ideales, quizás mejores que antes de separarnos.



P.- ¿Y qué pasó después? ¿En qué lugar quedó Havel tras la disolución del país?

R.- La gente común no quería la separación, pero llegó la transformación económica, se redistribuyeron los bienes estatales y se devolvió parte de estos a sus antiguos propietarios. También se hizo una reforma económica extensa y la gente comenzó a ver dinero rápido y pensar en cómo hacer dinero con aquella situación. Así que los ideales y principios morales que representaba Havel comenzaron a ser incómodos.



P.- ¿Cree que Havel era un líder natural o este fue un papel al que lo empujaron las circunstancias?

R.- Yo creo que Havel se convirtió en un líder porque tenía un sentido hipertrofiado de la responsabilidad. Esa responsabilidad ante sus actos, pero también responsabilidad hacia otras personas. Desde joven sentía que tenía que salir en defensa de los perseguidos, o de los que sufrían injusticias. Por eso se convirtió durante el comunismo en un líder y al mismo tiempo en un enemigo del Gobierno. Llegó un momento en que Havel, aunque lo había intentado, se dio cuenta de que no podía esquivar su papel de líder. Tenía que aceptarlo. Durante la Revolución de Terciopelo tuvimos que convencerle para que se presentara a presidente. Él no quería, buscaba excusas, otros posibles candidatos, y también decía que lo que quería era escribir. Por eso fue un líder raro, pero un líder.



P.- Él se opuso muy tempranamente a ideas como la de la culpa colectiva, que en Checoslovaquia alentó tras la guerra la ira contra todo lo alemán. ¿Lo distinguió esto del resto de políticos de su país?

R.- Sí. Havel habló muy pronto de nuestra deuda con los alemanes expulsados, que eran tres millones, entre ellos mujeres y niños, y la mayoría inocentes. Durante toda su vida mantuvo un firme rechazo a la culpa colectiva. Él creía en la responsabilidad individual: uno es responsable solo de sí mismo y de sus actos. Ese principio lo aplicaba también a los antiguos miembros del Partido Comunista y a sus familias. Mucha gente abogó por el castigo colectivo a todos los afiliados al partido cuando cayó el comunismo. Havel rechazaba esta manera de repartir culpas porque él mismo lo sufrió. Él venía de una familia rica, y con la llegada del comunismo todos los que pertenecían a esa clase social fueron castigados colectivamente, y convertidos en ciudadanos de segunda.



P.- Se tiende a ver el colapso de las repúblicas socialistas como inevitables: el fin a un proceso natural de democratización. ¿Pero hubiesen sido posibles sin líderes como Havel o Lech Walesa?

R.- La historia siempre parece algo inevitable cuando la miramos retrospectivamente. En Europa occidental, y Havel escribió a menudo sobre esto, pervive la idea del determinismo histórico de Hegel y Marx. Nosotros vivimos, sin embargo, los resultados de esta doctrina en nuestras carnes. Había unos acontecimientos (el feudalismo, el capitalismo...) que tenían que ir pasando hasta que la historia culminara en su más alta manifestación: el comunismo. Esto lo decían los comunistas, pero no es cierto. Los historiadores marxistas tuvieron un trabajo difícil de hacer: cambiar la historia para adaptarla a su doctrina, para lo cual se sirvieron, por supuesto, de la censura. En los años del comunismo siempre decíamos, bromeando: "El futuro es seguro, solo la historia cambia en cada momento". La historia no es lineal, pero las personalidades juegan un papel importante. Puede que el comunismo estuviera destinado a fracasar, pero sin personalidades como Havel y el movimiento Carta 77, o Lech Walesa y Solidaridad, ese proceso podría haber sido muy diferente, o mucho más largo.



P.- ¿Qué separaba a Havel de Lech Walesa? En su libro cuenta que no se llevaban demasiado bien...

R.- Nunca hubo enemistad, hubo respeto entre ellos y colaboraron en muchísimos asuntos, pero Walesa envidió siempre el aura intelectual de Havel. Nunca llegaron a ser amigos, a diferencia de lo que ocurrió, por ejemplo, con Adam Michnik, con el que Havel sí tuvo una larga amistad.



P.- También su procedencia social y formación eran distintas...

R.- Sí, seguramente eso influyó. Pero había más factores, como la tendencia polaca a que sus acontecimientos sean siempre más importantes que los acontecimientos que pasan en el resto de Centroeuropa. También está el hecho de que Walesa y Solidaridad se hicieron famosos en 1980, lo que a él le hacía sentirse por encima de los demás disidentes europeos.