Maggie O'Farrell. Foto: Libros del Asteroide

Su séptima novela, Tiene que ser aquí (Libros del Asteroide), ha sido finalista del Costa Novel Award y un fenómeno editorial en Reino Unido. Este extraordinario retrato de una atípica pareja y su familia ha confirmado a su autora como una de las voces más fascinantes en la narrativa británica de nuestros días.

Maggie O'Farrell (Coleraine, Irlanda del Norte, 1972) cumple a rajatabla con el físico que se le supone al arquetipo femenino de la mujer irlandesa: un rostro de expresión risueña en el que destacan una tez blanquísima interrumpida por unos ojos grandes y muy azules cuidadosamente maquillados. Una gran melena pelirroja y rizada que le sirve cómo asidero a la hora de pensar las respuestas. Y unas carcajadas sonoras, que se le escapan a borbotones cada dos por tres. Y esto último, junto a una indumentaria excéntrica y colorista, avisan de que tenemos en frente a una mujer divertida y con carácter. Me cuenta que cuando tenía 5 o 6 años y le preguntaban qué quería ser de mayor huía de los consabidos "enfermera", "profesora" o "cuidadora del zoo" para afirmar con todo el aplomo imaginable en una niña de su edad que sería "escritora". Ahí es nada.



Pregunta.- ¿Una escritora nace o se hace?

Respuesta.- Mi padre era profesor de Económicas y mi madre profesora de Geografía, es decir que en mi casa no había ninguna tradición literaria. Pero desde muy niña escribía pequeños textos que yo llamaba "poemas" y que mi madre aún guarda. No sé de dónde me vino esa inclinación, pero en mi caso siempre ha sido muy fuerte. Luego me casé con un guionista de cine y televisión (William Sutcliffe), con el que comparto profesión aunque nuestros universos literarios sean bien distintos, ya que él está orientado sobre todo al público infantil. Pero es indudable que compartir un mismo mundo profesional nos ayuda a entendernos y a respetar nuestras preocupaciones y obsesiones.



P.- ¿Podríamos decir que su alter ego en esta última novela es Daniel ?

R.- Daniel me encanta, es cierto, y he disfrutado creándolo, pero en realidad soy un poco la madre de todos mis personajes, los quiero a todos, forman parte de mi familia y de mi universo personal y literario. Y Daniel me cae muy bien porque es radicalmente distinto a mí (risas), aunque tiene la misma pasión por la lingüística que tengo yo, y su hijo tiene la misma afección en la piel (eccema severo) que mi hija.



P.- Es la primera vez que le da voz a un personaje masculino como protagonista ¿Le ha sido difícil meterse dentro de la psicología de un hombre?

R.- Ha sido un reto, desde luego, pasé muchos nervios y mucho vértigo cuando empecé a escribir sobre él y desde su interior, pero enseguida me encontré a gusto en los zapatos de Daniel. Y en algún punto he podido contrastar ciertas cosas con mi marido, lo que me ha ayudado mucho. Por ejemplo, recreé una escena en la que Daniel observa el armario de su mujer y, repasando mentalmente la ropa que se ha llevado, deduce adónde se ha ido y para cuánto tiempo. Al leer estas páginas mi marido me dijo que ese análisis era totalmente femenino, y del todo imposible por parte de un hombre. Así es que tuve que cambiar por entero esos pasajes.



P.- Pero su verdadero reto en esta novela ha sido otro…

R.- Así es, se trata de la primera vez que escribo en primera persona, aunque la alterno con determinados pasajes en los que aparece el narrador omnisciente. Pero todos los capítulos dedicados a Daniel están escritos en primera persona, y eso fue dificilísimo para mí.



P.- ¿Es verdad eso de que los personajes viven su vida o es un tópico?

R.- Los libros tienen un punto de partida, una imagen, un lugar, un personaje… Eso hace de detonante para que la historia arranque. Cuando llevas un tercio del libro, los personajes suelen tomar derroteros distintos de los que el autor ha planeado. Y eso es bueno porque ahí es cuando la novela toma cuerpo de verdad, para mí es una prueba de que esa historia está funcionando.



P.- La familia es el universo que usted suele escoger para recrear sus historias ¿qué encuentra en ella como material literario?

R.- En general todos los escritores estamos fascinados por la familia, y además tenemos dónde investigar puesto que todos hemos tenido padre, madre, y a menudo también hermanos, primos, tíos, etc., y, además, de adultos hemos creado nuestra propia familia. A mí me gusta analizar matemáticamente la cantidad de relaciones que hay en cada hogar, por ejemplo en un núcleo con padre, madre y tres hijos, hay 25 relaciones familiares distintas. Freud ya decía que cada hermano tiene una madre diferente, y yo estoy totalmente de acuerdo. La familia es una olla dónde están todos los ingredientes para desarrollar un buen guiso, y los escritores no podemos resistirnos a eso. Los clásicos ya lo hicieron, ahí tenemos a Shakespeare "guisando" en Hamlet (una de mis obras de cabecera) y, aunque sea en el entorno de un castillo, está hablando de las mismas emociones y sentimientos (celos, envidias, favoritismos, chantajes, venganzas) que aparecen en familias de cualquier otra extracción social.



P.- ¿A través de sus obras ha conocido mejor a su propia familia?

R.- Pues sí, porque analizando y observando comportamientos ajenos reflexionas sobre las relaciones en las que estás implicada. Y puedes llegar a entender muchas cosas.



P.- ¿El escritor suele recurrir a su autobiografía cómo inspiración?

R.- En mi caso no es así, a mí la literatura me sirve de evasión, recreo universos muy ajenos a mí y a mi circunstancia porque me aburre escribir sobre mi propia vida. Pero es indudable que los personajes que creo pueden tener rasgos míos o de alguien cercano a mí, y las relaciones que describo pueden partir de algún hecho real conocido por mí.



P.- ¿En qué punto disfruta o sufre más, en la fase de documentación o en la de escritura?

R.- En las dos. Durante la documentación disfruto mucho, además es una gran ayuda en momentos de atasco. Siempre digo que cuando te encuentras frente a una pared, la documentación te ayuda a saltarla o a rodearla. Pero hay que tener cuidado para saber medir la cantidad de información que se refleja en el texto, si es excesiva la narración pierde vida y autenticidad.



P.- En esta última novela suya recurre a menudo al flashback, un recurso literario que ahora se estila mucho. ¿Cree que en la literatura hay modas? Y, si fuera así, ¿qué es lo que está de moda ahora?

R.- Sí, la literatura no se libra de las modas. En los años 80 fue el Realismo mágico. Y ahora parece que el flashback se usa mucho, aunque los autores de siglos anteriores ya lo utilizaron. Por ejemplo, George Eliot recurría a menudo al pasado para resaltar hechos del presente. Los novelistas siempre estamos robándonos recursos e imágenes unos a otros. Creo que ahora está particularmente de moda trabajar la cronología y recurrir a las perspectivas múltiples, pero tampoco son licencias nuevas, ya que los escritores victorianos ya utilizaban ambos recursos. Por ejemplo, en Cumbres borrascosas hay unas alteraciones cronológicas evidentes, que Emily Brontë utiliza para resaltar ciertas acciones, e incluso hay una historia dentro de otra. Y los escritores rusos clásicos, que son una gran referencia para mí, usaban muy a menudo la perspectiva múltiple. Recordemos la escena de Ana Karenina en que Karenin va a visitar a un abogado matrimonialista y de repente el punto de vista pasa de uno a otro para aligerar la tensión narrativa.



P.- ¿Qué es lo más difícil a la hora de escribir una novela: los diálogos, la estructura, los personajes?

R.- La escritura es cómo la maternidad y la educación. Cuando tienes a tu primer hijo crees que ya lo sabes todo acerca de eso, luego tienes al segundo y te das cuenta de que educar a un hijo no tiene nada qué ver con educar a otro, ya que todos son distintos. Pues con los libros pasa igual, cada uno es diferente al anterior. En esta novela la estructura fue especialmente compleja, porque hay muchos saltos temporales y geográficos. Cuando llevaba un tercio de la escritura, me di cuenta de que necesitaba ayuda, así que para situarme me compré un gran mural de corcho que coloqué sobre mi mesa de trabajo y ahí fui colgando con post-it de distintos colores todo lo que ocurría en la trama: los escenarios, los saltos en el tiempo, los años, los personajes y sus acciones, etc. Fue una gran ayuda, y lo descubrí sobre la marcha puesto que nunca antes había recurrido a esa estrategia.



P.- Hace usted una interesante reflexión sobre los distintos caracteres, americano e irlandés.

R.- Mi anterior novela estaba ambientada en Irlanda y, cuando estuve de promoción en EE.UU., conocí a muchos lectores que habían nacido allí pero eran de origen irlandés y se sentían muy ligados a sus raíces. Me interesan los efectos de la inmigración en las personas, su inclinación a la nostalgia o su afán de supervivencia. Y de ahí sale Daniel Sullivan, mi protagonista masculino.



P.- ¿Relato o novela?

R.- Yo soy escritora de novela, pero admiro enormemente a los que son capaces de condensar acciones complejas y personajes profundos en un relato de pocas páginas. Alice Munro es un buen ejemplo de ello. También me fascina lo que consigue Geoffrey Chaucer en Los cuentos de Canterbury, por las distintas voces que aparecen y lo bien hilvanadas que están.



P.- ¿Cuál es su método a la hora de escribir?

R.- No soy muy ordenada en nada, ni en mi vida personal ni en el trabajo, o sea que no me siento cada día a la misma hora a trabajar. Escribo a diario, pero no sigo un horario estricto. Soy madre de tres hijos, el más pequeño tiene cuatro años, y me he acostumbrado a trabajar con ellos en casa. Esta última novela es bastante más larga que las demás, y creo que se debe a que la escribí cuando el pequeño aún no iba al colegio. Siempre ha sido muy dormilón y tenía mucho tiempo para escribir.



P.- ¿Se imagina su vida sin agente literario?

R.- Imposible, los temas legales me desbordan, no me interesan nada y me agobian mucho, así que mi agente es importantísimo en mi vida, me pone las cosas muy fáciles. Tengo el mismo agente desde hace muchos años, y coincido mucho con él en gustos literarios, pero no interfiere en mi obra, en ese sentido es más influyente mi editor.



P.- ¿Las críticas le son útiles?

R.- Jamás leo lo que se escribe sobre mí, no por miedo sino para sentirme libre y escribir cómo creo que debo hacerlo, según mi intuición. Esto es lo que me hace funcionar bien, no puedo pensar en los lectores ni en los críticos, escribo según lo que me sale.