Paulina Flores. Foto: Bruno Cordova

Seix Barral. Barcelona, 2016. 295 páginas. 18'50€, Ebook: 9'99€

Nueve relatos conforman esta colección de la escritora chilena Paulina Flores (Santiago, 1988), cuyo nombre suena como una de las jóvenes promesas de la literatura hispanoamericana más actual. Con el relato que da título al conjunto, "Qué vergüenza", se hizo con el Premio Roberto Bolaño en 2014. El libro obtuvo también el galardón del Círculo de Críticos de Arte a la mejor autora novel.



Mucha vida y mucha lucha por la vida en nuestro mundo contemporáneo sabe Paulina Flores detallar y retratar a lo largo de estas narraciones, historias que no pierden de vista el peso de las diferencias sociales y donde es frecuente encontrar una galería de padres que quedaron "cesantes", en el paro, haciendo tambalear la estabilidad de unos matrimonios que, a menudo, saltan por los aires. Hermosa y desolada la historia inicial, con esas dos niñas pequeñas que acompañan al padre tras las ofertas de trabajo, incluido un extraño casting en una casa misteriosa. A veces esa figura paterna deslumbra a la niña narradora, por su belleza, por su manera de ser, por sus habilidades o gracias. Otras veces se trata de progenitores ausentes o echados a perder por los ásperos e injustos vericuetos de la vida, como ese trágico ex militar que años más tarde revuelve entre los contenedores de basura. Se agradece la madurez narrativa y la seriedad con la que una autora tan joven aborda figuras y temas dolorosos y oscuros, personajes que a menudo tuvieron que abandonar sus planes y proyectos "como manzanas a medio comer".



Flores nos habla de una terribilidad cotidiana mientras detalla asuntos como la inocencia, el sentido de la culpabilidad, la compasión o la falta de ella. A veces los relatos poseen una gran carga erótica, como "Laika" (esos dos niños en la playa y el descubrimiento de la sexualidad) o "Teresa", la hermosa y fugaz historia de un encuentro de entre una estudiante y un atractivo treintañero que recorre la ciudad con su hija pequeña en bicicleta: coqueteos, juegos de miradas que sólo inicialmente parecen apuntar a "una pequeña aventura sin riesgos".



Hay mucha belleza descriptiva en ese segundo texto, que es además un buen acercamiento a otro de los grandes temas del libro: la vulnerabilidad y la indefensión personal (ahí tenemos a la mujer desquiciada y rota de "Olvidar a Freddy" o a la protagonista solitaria y desequilibrada de "Afortunada de mí", el más largo de los textos, algo duro y tedioso de lectura, casi una nouvelle basada en la observación minuciosa de un grupo, donde de nuevo aborda el erotismo, las inhibiciones, las trabas psicológicas, la pura supervivencia, la amistad...)



"Ultimas vacaciones" tiene un aire de confesión y es un intento de compresión de uno mismo por parte de un niño superado por los acontecimientos y la violencia de la vida. "Espíritu americano" nos asoma al reencuentro de una joven con su amiga Dorothy, ambas habían trabajado en un bar, el Friday's, en el pasado. La descripción de ese micromundo sirve para hablarnos del choque entre los planes de juventud y una realidad más áspera. El propio bar se revela como un antiguo territorio de injusticias, mentiras y traiciones.



Paulina Flores sabe regresar a los espacios mentales de la niñez, para homenajear a quienes nos cuidaron (·Tía Nana") o para hacer autocrítica del desagradecimiento esencial que reside en nosotros. Desde la infancia se cuenta también la historia de ese grupo de adolescentes de "Talcahuano", hermoso cuento que, entre aventuras de pandilla y mucho sentido del humor, deja colarse el derrumbe de un padre y el abandono al que algunos parecen destinados.