Miguel Pardeza

El exfutbolista publica su primera novela, Torneo, en la que vuelve sobre su infancia y juventud sin renunciar a la ficción.

Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965) fue el único integrante de la Quinta del Buitre que nació fuera de Madrid. Procedía de un pequeño pueblo onubense en el que comenzó a aficionarse a las dos actividades que han marcado su vida: el fútbol y la literatura. Tras participar en el programa de televisión Torneo, de Daniel Vindel, en el que los equipos de fútbol de colegios de todo el país se enfrentaban delante de las cámaras, un ojeador del Real Madrid le fichó para la cantera del club. Con 14 años la joven promesa del balompié tuvo que trasladarse a la capital, un lugar donde los sueños se convierten muchas veces en pesadillas. Miguel Pardeza, licenciado en Filología Hispánica y autor de una tesis doctoral sobre el periodista César González Ruano, se lanza a la literatura con un libro en el que se traslada a aquellos años de iniciación a la vida, en una jugada que mezcla autobiografía y ficción, Torneo (Malpaso). La novela se presenta este miércoles en la madrileña Librería Lé.



Pregunta.- ¿Por qué motivo se ha lanzado ahora a la narrativa?

Respuesta.- La verdad es que no lo sé. Supongo que me había llegado el momento de poner en marcha esa idea o tentación que siempre tuve de escribir algo personal de largo aliento, porque ya había escrito textos fragmentarios, prólogos y artículos. Se dieron dos factores favorables, por un lado me encontré en las mejores circunstancias para hacerlo y por el otro apareció un editor que estaba interesado en sacar el libro. No me había propuesto ninguna fecha determinada, las cosas salen cuando tienen que salir.



P.- Ha sido siempre un gran aficionado a la literatura… ¿De dónde cree que le viene esta pasión?

R.- He leído mucho desde que era pequeño, pero no sé de dónde me vendrá la pasión porque no teníamos muchos libros en casa. Empecé con los comics de Marvel y nunca dejé de leer. Es raro que alguien que se aficione de pequeño a la literatura abandone este hábito de mayor. De igual modo, es difícil que alguien le coja afición a los libros cuando ya tiene una edad.



P.- ¿Hubo alguna persona que le guiara en sus lecturas?

R.- Realmente no he tenido maestros. En Zaragoza establecí contacto con muchos escritores y gente de la cultura que de alguna manera me forzaron el hábito que ya tenía. El gusto por la cultura es algo que uno va adquiriendo en soledad, es un camino que recorres por tu propia curiosidad, tu propio interés y posiblemente por tus propias necesidades personales.



P.- Estudió Filología Hispánica. ¿Cuál era su idea para el futuro cuando se matriculó en esta carrera?

R.- No lo tenía claro. Cuando dejé el fútbol y me matriculé en Filología albergaba la vana esperanza de vincularme al mundo de la universidad, pero cuando terminé la carrera tenía ya una edad y luego fue inevitable que el fútbol me diera otra oportunidad. Entré en el Zaragoza como director deportivo y luego en el Real Madrid y he seguido vinculado al mundo del futbol.



P.- Torneo es una novela de aprendizaje, básicamente la historia de un chaval buscando su propia identidad. ¿Este proceso es siempre doloroso?

R.- No sé si en todo los casos es doloroso, pero yo sí sufrí un pequeño drama adolescente. La adolescencia es un momento especialmente complicado, es delicado para cualquiera. Este libro de alguna manera es una novela de aprendizaje, de autoconocimiento, que se centra en una etapa especialmente difícil de mi vida porque supuso el abandono de mi pueblo y mi traslado a Madrid con la idea de luchar por un sueño. El problema es que casi todos los sueños terminan engendrando monstruos.



P.- Abre el libro una cita de Nietsche: "Hablar mucho de uno mismo es también una manera de ocultarse"…

R.- Efectivamente, dar la sensación de trasparencia no deja de ser una buena forma de disimulo. Sin embargo, uno no es capaz de contarlo todo y tampoco es capaz de contárselo a sí mismo. Muchas veces se escribe para conocer cosas, aquello que no se sabe, ya sea del mundo exterior o de la vida de los personajes. Pero siempre son más numerosas las cosas que se quedan a oscuras frente a aquellas a las que eres incapaz de arrojarles luz. Al final te estás ocultando, por mucho que escribas sobre ti.



P.- Sin embargo, como dice José Hierro, "imaginar y recordar se superponen y confunden". ¿Esto es lo que le pasó cuando se puso a escribir sobre su infancia y adolescencia?

R.- Toda prospección del pasado siempre resulta frustrante, por lo menos en mi caso, ya que es mucho más lo que uno no recuerda, lo que ha olvidado, que lo que es capaz de rescatar. Y no me refiero solamente a las anécdotas y a las peripecias de tu vida, sino a un apartado mucho más delicado, el de las emociones y los sentimientos. Este libro es precisamente un esfuerzo por rescatar emociones, por rescatar lo que sentía el protagonista que las vivió. Me interesaba ese apartado introspectivo, psicológico, mucho más que las anécdotas que a veces terminan olvidadas o tergiversadas en el proceso de recordar. La vida de cualquiera, una vez que se reescribe, está plagada de verdades y mentiras. La biografía pura o absoluta no existe. Siempre estamos falseando el pasado y nuestra propia identidad.



P.- Aunque el fútbol está más que presente en el libro, no hay muchos guiños para el aficionado…

R.- Efectivamente. Me horripilaba hacer un libro en el que el fútbol fuera el único protagonista. Mi intención era indagar en el alma de un adolescente que quiere ser futbolista. Podría haber sido la indagación en un niño que quiere ser pianista o pintor o cualquier otra cosa. Ese lado para mí era más importante que el anecdótico de mi empeño de ser futbolista, por lo menos como escritor. Quería adentrarme en la conflictividad que genera la gran distancia que siempre hay entre la ambición y los sueños y lo que se te presenta cada día.



P.- En la nota aclaratoria afirma que el Lazarillo y el Buscón fueron una clara referencia a la hora de abordar la parte del hostal…

R.- Sí. En esta parte el relato no se ajusta a lo que realmente viví porque a mí me trataron muy bien en aquellos años. Me parecía que el espíritu del desarrollo de la trama, o de la historia interna que recorre el libro, se ajustaba a los esquemas de estas obras. Era una necesidad de dinámica interna del relato. Por eso tampoco he querido poner nombres reales. Mi idea era que la historia quedara más en un plano simbólico que veraz. Los hechos no fueron como se cuentan, la imagen que doy está evidentemente distorisionada.



P.- El libro también trasmite el pulso de una época, los primeros pasos de la democracia. ¿Cómo se vivía aquella época y como afectaba a un chaval que estaba formando su identidad?

R.- A mí todo me parecía grande y nuevo en el Madrid de finales de los 70 y principios de los 80, y todo me asustaba y me producía mucho respeto. Yo no dejaba de ser un niño de catorce años que venía de vivir en un pueblo de 10.000 habitantes y la España de esa época no era la España de ahora. Vivía con cierto pavor porque no era fácil salir adelante en una ciudad en la que todo era absolutamente diferente y que te obligaba a aprender permanentemente para poder desenvolverte.



P.- ¿Es muy diferente practicar el fútbol de practicar la literatura?

R.- Son disciplinas que tienen muy poco que ver. Hay dinámicas que se parecen pero el fútbol es un deporte que se hace en grupo ante miles de espectadores y escribir es un ejercicio solitario, netamente individual, en el que no te están juzgando cada segundo. Sin embargo se parecen en algunas cosas. Tanto jugar como escribir consiste en tomar decisiones. En la escritura tienes que la mejor opción posible, las mejores palabras, y en el futbol también tienes que elegir y afinar lo más posible dentro de las inmensas posibilidades que hay. Se trata de tomar la decisión adecuada en cada momento pero las distanticas entre una y otra actividad son abismales.



P.- ¿Qué autores han aunado mejor el futbol y la literatura?

R.- En España la literatura de carácter deportivo no tiene mucha tradición aunque hay autores que se han acercado a ellos de una u otra manera: Javier Marías, Manuel Vázquez Montalbán, Enrique Vila-Matas, Manuel Jabois, Juan Villoro o Gonzalo Suárez. Hay una mayor tradición en la literatura suramericana, con Roberto Fontanorrosa o Eduardo Galeano. En Inglaterra también hay alguna tradición pero creo que el fútbol reflejado en la literatura todavía no tiene mucha relevancia.



@JavierYusteTosi

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