Lorenzo Silva en la Base Aérea de Zaragoza con un avión avión Hércules de fondo. Foto: Marta Calvo

El escritor publica Donde los escorpiones (Destino), la novena entrega de la saga de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, que esta vez deben resolver un crimen en una base militar en Afganistán.

En 1998 salió a la venta El lejano país de los estanques, la primera novela protagonizada por los investigadores de la guardia civil Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Tres años llevaba en el cajón de Lorenzo Silva porque varios editores la rechazaron aduciendo que "una novela negra, y encima de guardias civiles, no tendría lectores en España". Pero a pesar de todo, el escritor siguió creyendo en "la primera novela negra protagonizada por un guardia civil en más de siglo y medio de historia del cuerpo". Boom del género noir aparte, las sucesivas entregas de la saga y un millón de ejemplares vendidos demuestran que no andaba tan desencaminado ni en cuanto al interés que generaba la novela negra ni en cuanto al atractivo que supone un guardia civil como personaje principal.



Ahora presenta Donde los escorpiones (Destino), la novena aventura de Bevilacqua y Chamorro y la primera ambientada fuera del territorio español. En concreto en la base militar de Herat, en Afganistán, donde ha tenido lugar el asesinato de un militar español que los agentes deben investigar en calidad de Policía Militar de la UCO. Fiel a su exhaustivo método de documentación, que detalló el pasado enero en una Clase Magistral del Máster en Crítica y Comunicación Cultural de El Cultural, el escritor viajó a Afganistán en 2014 para conocer de primera mano el terreno en el que se desenvuelven sus personajes en la novela.



"A lo largo de los años me he ido dando cuenta de que estos personajes son mi manera de contar la realidad en la que vivo, mi mecanismo más importante para reflejar la actualidad". Escribir sobre la intervención en Afganistán llevaba más de una década rondando la cabeza de Silva, pero no terminaba de ver una historia sólida en la que poder incluir a Bevilacqua. Eso no le impidió tocar el tema en su anterior novela, Música para feos, una historia de amor protagonizada por un soldado con Afganistán como telón de fondo. Pero fue la citada visita en 2014 la que propició definitivamente que la aventura de Vila y compañía tomara forma definitiva. "Fue en Herat, hablando con la gente, viviendo su día a día allí, cuando todas las piezas encajaron y se me ocurrió la historia que podía funcionar".



En reconcimiento a esa experiencia, Silva, Guardia Civil Honorario desde 2010, ha querido presentar la novela con un espectacular recorrido por dos puntos clave en la trama, el acuartelamiento de los GAR (Grupo de Acción Rápida) de la Benemérita en Logroño y el Ala 31 del Ejército del Aire en Zaragoza. Esta última es la base de los aviones Hércules en los que sus protagonistas volaron a la base de Herat, donde durante doce años varios miles de soldados y guardias españoles participaron en una misión de la OTAN. Parte clave de este contingente fueron los miembros del GAR, una fuerza de operaciones especiales comandada dentro de los componentes de la Unidad de Acción Rural (UAR) de la Guardia Civil que nació en los años ochenta con el objetivo de luchar contra el terrorismo de ETA en el País Vasco y Navarra.



Los años de experiencia adquirida en esta clase de conflictos, y el paulatino declive de la banda terrorista hasta su definitivo cese de la lucha armada, permitieron a los miembros del GAR participar en varias misiones internacionales y ampliar su campo de actuación a multitud de países como Kosovo, Haití, Líbano, Israel, Afganistán y República Centroafricana. En cuanto a la UAR, engloba al GAR y al Centro de Adiestramientos Especiales (CAE), donde se imparte la enseñanza de perfeccionamiento al personal de la UAR y al resto de personal de la Guardia Civil, así como a Fuerzas Armadas y otros cuerpos de seguridad nacionales y extranjeros en técnicas policiales avanzadas, especialmente las referidas a la lucha antiterrorista y a operaciones especiales.



Lorenzo Silva con los guardias civiles del GAR. Foto: Marta Calvo

Reivindicar la labor de estos hombres ha sido pieza clave en el interés de Silva por construir esta historia, pues considera que "había un capítulo olvidado que era la realidad e implicación de España en conflictos muy alejados y complejos como Iraq o Afganistán, a los que la literatura española ha tratado como si no existieran". Sin entrar a enjuiciar la rentabilidad de la intervención, el escritor asegura que no se pudo hacer otra cosa debido a la excesiva dureza y peligrosidad del régimen talibán. "En Afganistán no había más remedio que intervenir, no es como el caso de Iraq, donde a pesar de ser una dictadura, el país era funcional. En el caso de Afganistán, no puedes dejar un estado en manos de una banda criminal que atenta contra sus propios ciudadanos y además contra los de otros países".



"La misión de los españoles en Afganistán es una parte olvidada de nuestra historia. Ha estado mal explicada y por ello mal entendida o directamente desconocida. A pesar de que esta ha sido una intervención muy larga creo que se ha profundizado poco en por qué se fue, qué se estaba haciendo allí y qué riesgos y costes se asumían", reflexiona el escritor, que afirma que la sociedad le ha dado la espalda a unos profesionales que ella misma envió a combatir. "Se ha desconocido completamente la misión, el combate que ha habido allí contra los insurgentes que controlan tres cuartas partes del país. Realmente ha sido una auténtica guerra". Una guerra que a pesar de no lograr los objetivos esperados ha dejado cosas muy positivas en el país. "El objetivo de instaurar una democracia occidental era y es imposible y ridículo. Por allí han pasado muchos contingentes extranjeros, empezando por los rusos hace 40 años, y todos han salido trasquilados, Aunque gracias a nuestra presencia se ha conseguido más seguridad para ciertas capas de la sociedad muy expuestas, un poco más de humanidad para las mujeres y una mejora significativa en las condiciones de vida".



Tras esta nueva entrega, el prolífico escritor ya tiene en mente la siguiente aventura de los guardias civiles más queridos de la literatura, en la que se van abriendo multitud de posibilidades. Tras tres décadas de servicio parece que a la hoja de servicios de Bevilacqua no le quedan mucho que añadir. "La décima llegará seguro, y creo que alguna más. Veré hasta dónde puedo forzarle y si merece la pena, pero no más. Tengo que aferrarme a la realidad y no hay muchos guardias civiles con más de sesenta años", asegura el autor que baraja varias posibilidades como enviarlo a la reserva o incluirlo en segunda actividad. Aunque, curándose en salud, el hijo veinteañero del detective amenaza en esta novela con ingresar en el cuerpo para horror de su padre y quizá para delicia de los lectores. "Aunque si lo hace, será un personaje totalmente distinto". En cualquier caso, habrá que esperara a la próxima entrega para saberlo.