Fernando del Paso durante la lectura del discurso

Es ya habitual que los discursos de recogida del Cervantes sean reivindicativos. Y el de Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) lo ha sido, si bien su denuncia (de la realidad mexicana) ha ocupado únicamente la primera parte de su intervención. Llegó del Paso al Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares vestido con los colores de España en la corbata ("muy cerca del corazón"), todavía no recuperado del todo de una enfermedad de tres años, dos series de infartos al cerebro de carácter isquémico, que le ha afectado al habla ("la lucha más prolongada que he sostenido en la vida ha sido contra mi propia salud"), pero de la que dijo estar ya mucho mejor, "listo para seguir escribiendo".



Antes de recoger el premio manifestó a los periodistas su agradecimiento; dijo sentirse muy honrado por un galardón, el Cervantes, que había esperado desde que hace años alguien le contara que su nombre andaba entre los finalistas. "Pero pasaban los años, y el premio no llegaba..."



El escritor mexicano llegó acompañado de un notable séquito de familiares. Dedicó el discurso a sus padres, a Carmen Balcells, al poeta mexicano Hugo Gutiérrez Vega y a José Emilio Pacheco. Un discurso muy literario, cuajado de americanismos, que comenzó con un recuerdo al día en que recibió la noticia de que había ganado el Cervantes: "La del alba sería, cuando timbró el teléfono de mi casa y yo pensé que si no era una tragedia la que me iban a anunciar, sería la malobra de un rufián que deseaba perturbar mis buenas relaciones con Morfeo, o quizás el mago Frestón..."



Del Paso fue muy crítico con la realidad de su país, que según él ha empeorado en el último año (desde que él mismo recibió el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, en cuya recogida dio un discurso muy crítico y comentado). "Continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo", dijo. Más en concreto, aprovechó para, "tragándose la vergüenza (...), denunciar a los cuatro vientos la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas". Y añadió: "Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza".



Fernando del Paso recreó su nacimiento en Ciudad de México ("Me cuentan que lloré un poco y ¡Oh, maravilla! lloré en castellano"), y a continuación narró su madurar literario, recordó la biblioteca del hermano de su padre, llena de libros valiosos que nadie leía. "Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Gracián y varios otros". Y fue allí, en aquella biblioteca, en donde se enfrentó al Quijote "en desigual y descomunal batalla", en la famosa edición, por cierto, ilustrada por Gustave Doré. "Salí de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor podían hacer buenas migas".



Siguiendo con su progresión vital y artística, rememoró los tiempos en que trabajaba en una agencia de publicidad, pues allí, gracias a cierto primer mentor literario, fue donde descubrió, entre otros, a Galdós, Ramón Menéndez Pidal o Ramón Gómez de la Serna. En aquel entonces, también, se "regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Miró". Después vinieron "Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa".



Y terminó la lista de parentescos y preferencias con "excelentes escritores españoles como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan José Armas Marcelo, Juan Marsé, los hermanos Goytisolo, Fernando Savater, Camilo José Cela, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte y Miguel Hernández, autor de El rayo que no cesa"; amén de una larga lista de autores latinoamericanos, muchos de ellos pertenecientes al llamado boom, del que Del Paso, según algunos, es uno de los últimos representantes.



Todo para dar en "una auténtica obsesión por el lenguaje" que lo condujo a ese estilo barroco de obras como José Trigo, libro que además refleja su "fascinación por la mitología náhuatl"; Palinuro de México, "una especie de autobiografía inventada, una recreación literaria de mi vida como niño y adolescente, conjugada en varios tiempos verbales"; o su célebre Noticias del imperio, "la novela sobre los emperadores Maximiliano y Carlota en la que me propuse darle a la documentación el papel de la tortuga y a la imaginación el de Aquiles".



"La vida ha sido bastante cuata conmigo -continuó-. Quise escribir y escribí. Nunca escribí para ganar premios, pero ya ven ustedes, aquí estoy. Quise casarme con Socorro y me casé con ella. Quisimos tener hijos y tuvimos hijos. Quisimos tener nietos y tuvimos nietos. Y desde hace unos dos años tenemos una bisnieta: Cora Kate McDougal del Paso".



Entre los políticos, estaban el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; la presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; y el líder del PSOE, Pedro Sánchez. Antes del premiado le había tocado el turno al ministro de Cultura, Méndez de Vigo, que se refirió a Del Paso como "digno miembro de la estirpe cervantina, tan riguroso como irónico, un forjador de novelas totales y ajenas a los encasillamientos, pero que rezuman vida en cada página". "Un creador plural y voluntariamente excéntrico", añadió. El Rey, por su parte, que alabó el discurso del escritor, "lleno de meandros, como el Quijote", hizo un llamamiento a los hispanohablantes de ambas orillas para hacer que "nuestro idioma sea más rico". También repasó la trayectoria de Del Paso. Y diijo de su obra que es "un conjunto cuidado en que cada libro responde a una necesidad y a una intención concretas".