Michel Faber. Foto: ©MTSlanzi

Michel Faber perdió a su mujer en 2014. Durante el largo periodo en el que estuvo enferma consiguió completar la más ambiciosa de sus novelas hasta la fecha, El Libro de las cosas nunca vistas, una historia de amor que arranca en el momento justo en el que una pareja se separa, o más bien, en el que sus vidas empiezan a avanzar en direcciones distintas. Es también un intento de honrar a aquellos que creen en algo superior y un reto. "El reto de llevar al lector a la esencia misma de la pérdida".

En la fotografía de la solapa de su última novela, la odisea sentimental e intergaláctica El Libro de las cosas nunca vistas (Anagrama), Michel Faber (La Haya, Países Bajos, 1960) está triste. Tremendamente triste. "Se ve. Ves esa fotografía y te dices: 'Ahí hay un hombre tratando de mantenerse de una pieza'", dice. Al otro lado del objetivo, su mujer, Eva, agonizaba en la cama. "Me dijo que me situara a los pies de la cama para que pudiera hacerme la fotografía. Odio esa fotografía", dice el escritor. Pero, en cierto sentido, no puede entenderse lo poderosamente hondo de El Libro de las cosas nunca vistas sin esa fotografía. Porque mientras escribía la novela, su mujer agonizaba.



"Es por eso que para mí esta novela es emocionalmente muy significativa. Mi mujer se estaba muriendo de cáncer mientras la escribía. Ella era consciente de estar despidiéndose de su cuerpo, y yo, de que me estaba despidiendo de ella. Sabíamos que nos perderíamos como pareja. Es por eso que la considero, por encima de todo, una historia sobre la pérdida, sobre todas las pérdidas que los seres humanos estamos condenados a sufrir por el mero hecho de ser humanos", sentencia. Viste de negro, una chaqueta con cremallera. Pantalón negro. "Durante un tiempo me sentí incapaz de seguir escribiendo, pero ella me hizo prometer que acabaría esta historia. Me pidió que escribiese seis líneas cada día. Lo hice, a regañadientes. Durante un tiempo, fue una auténtica agonía. Luego, poco a poco, fui recuperando el entusiasmo, y la terminé. Por desgracia, ella no pudo verla publicada", relata. Bebe agua, se le empañan los ojos.



La historia de El Libro de las cosas nunca vistas es la historia de Peter, un pastor que viaja a otro planeta a tratar de 'convertir' al cristianismo a sus nativos. El planeta se llama Oasis, y es tremendamente húmedo. El agua allí es verde, y la única construcción humana tiene aspecto de enorme (y horrible) hospital. Los humanos (todos especialistas en algo que ayude en la colonización del lugar) que se han trasladado allí, coinciden en una cafetería aséptica que parece la cafetería de un aeropuerto. Ninguno de ellos ha dejado a nadie en la Tierra por quien se preocupe demasiado, a excepción de Peter. En la Tierra se ha quedado Beatrice, su mujer.



Peter y Beatrice están muy unidos, nunca han hecho nada el uno sin el otro. ¿Cómo será estar tan lejos? ¿Podrán soportarlo? Mientras en la Tierra todo tipo de desgracias asolan a una cada vez más neurótica Beatrice, en Oasis, Peter se abandona a una misión cuyo fin desconoce. Una máquina les mantiene unidos en la distancia, una especie de ordenador que envía mensajes de un planeta al otro. "Podría decirse que la novela es básicamente una historia de amor. Más bien, lo que ocurre con esa historia de amor cuando las vidas de sus protagonistas toman direcciones distintas", dice el escritor. Y añade: "Ocurre todo el tiempo. Puede ocurrirle a cualquiera", añade.



Pregunta.- Si la novela es básicamente una historia de amor, ¿por qué Peter es pastor? ¿Por qué la religión?

Respuesta.- Crecí en un entorno religioso. Mi familia era baptista. Perdí la fe a los 11 años. Desde entonces, me ha interesado sobremanera qué significa la religión para las personas. Es muy fácil para los autores intelectuales reírse de lo religioso. La religión es inherentemente ridícula y, por lo tanto, un estupendo blanco satírico. Muchos autores se han burlado de ella en sus libros. Pero yo no quería sumarme a esa montaña de libros. A lo largo de nuestra vida nos ocurren cosas insoportables, y, cuando tu vida se va a la mierda, el ateísmo no basta. Cuando tu pareja enferma de cáncer, necesitas desesperadamente sentir que hay alguien ahí arriba que nos cuida y se preocupa por nosotros. El ser humano necesita creer. Y es triste porque yo mismo no consigo creer en ese agente supranatural, pero entiendo la necesidad, el anhelo, y quería honrarlo con este libro. Por eso Peter es pastor.



P.- ¿Por qué tenía que suceder en otro planeta?

R.- Quería encontrar una manera metafórica de separar a la pareja. Necesitaba que creciese un abismo entre ambos, y por eso los coloqué en planetas distintos, planetas que, a su vez, están en galaxias distintas. Quería que Peter estuviese tan lejos de ella que incluso dudara de que pudiese volver a verla otra vez.



P.- El viaje de Peter es también un viaje para el lector, que en todo momento siente que se está trasladando a otro planeta, y percibe ese otro planeta como algo muy real.

R.- Todos mis libros son viajes a lo desconocido. El más conocido de todos ellos, Pétalo carmesí, flor blanca, se sitúa en el siglo XIX pero empieza diciéndole al lector que es un extraterrestre de otra época y otro lugar, invitándole a iniciar un viaje en el tiempo y en el espacio. En aquel caso, lo que me preguntaba era si alguien muy dañado por su infancia y su juventud era capaz de trascender ese daño y no transmitirlo a la próxima generación. Me preguntaba si Sugar, que había tenido una infancia horrible, no sucumbiría a la gravísima tentación de estropearle la infancia a Sophie. Por entonces, aquel interrogante era uno de los grandes interrogantes que planeaban sobre mi vida, porque yo mismo estaba tratando de trascender la programación negativa que recibí durante mi infancia. En este caso, es otra cosa. Mi reto era llevar al lector a la esencia misma de la pérdida, y asegurarme a la vez de que este libro no fuese insoportablemente deprimente.



P.- La ciencia ficción está presente en la historia, pero de una forma muy sobria, muy realista. ¿Hay ciencia ficción en su formación como escritor?

R.- Sí. Durante mi adolescencia leí una enorme cantidad de ciencia ficción. Entre mis autores favoritos figuraban Kurt Vonnegut, Michael John Harrison y Roger Zelanzy. La ciencia ficción se ha usado como una especie de foro donde debatir problemas nuevos e interesantes que afectan a la sociedad. Es por eso que a menudo la ciencia ficción ha abordado temas muy importantes antes de que lo hiciera la literatura seria. El gran problema de la ciencia ficción que leí entonces es que se centra mucho en las ideas y en la construcción de un mundo y muy poco en la caracterización de los personajes y en la credibilidad humana. Pienso, por ejemplo, que los personajes femeninos en la ciencia ficción clásica no son seres humanos reales.



P.- En la novela, los nativos, los llamados oasianos, son mucho más humildes que los seres humanos y sólo se preocupan por el aquí y el ahora. ¿Han alcanzado la perfección?

R.- Una de las preguntas que plantea el libro es hasta qué punto los humanos para ser humanos necesitan ser neuróticos y lidiar con todo tipo de problemas todo el tiempo. Porque si un ser humano es demasiado tolerante, se vuelve un animal, una oveja, por ejemplo, a la que sería fácil incluir en un rebaño de gente plácida y relajada a la que nada le importa demasiado. Los oasianos son gente maravillosa, encantadora, pero en otro nivel son como un rebaño de ovejas o una colonia de abejas. ¿Podría decirse que son humanos? Todas las grandes religiones, en especial, las orientales, invitan a sus feligreses a vivir el presente, sin preocuparse por el pasado ni por el futuro, porque el futuro no existe. Es una filosofía preciosa, pero si la llevamos al extremo, dejamos de ser humanos, porque ser humano es tener memoria y ser consciente del futuro, el nuestro y el de nuestros hijos.



P.-¿Le ayudó, en su duelo, escribir la novela?

R.- No me ayudó, pero me alivió el poder terminarla. Le hice una promesa a Eva, y me alivió poder cumplirla.



P.- ¿Ha vuelto a escribir desde entonces?

R.- Sí. Estoy escribiendo poesía. Es también una historia, sólo que en poemas. Una historia sobre su enfermedad y su muerte y mi duelo, pero en verso.



@laura_fernandez