Joan Miró. Foto: Jean Marie del Moral

"Cuando camino y encuentro una piedra, es una piedra. Cuando voy con Miró, esa piedra es un Miró". Así definió Joan Prats a su amigo, un artista que se detenía a mirar los detalles de los objetos cotidianos con los que creaba su imaginario personal y su mundo atemporal. Entrar en su estudio es viajar en el tiempo, sucumbir a su proceso creativo y entender sus maneras. Allí leía a Rimbaud para ejercitar sus músculos y en el más profundo silencio creaba su realidad que, en ocasiones, procedía de su mundo onírico. De la evocación del hombre prehistórico surge la lectura poética de su obra.



Todo su mundo conceptual se reúne en El ojo de Miró, un libro de fotografías de todos los objetos que el artista conservó en sus dos estudios. Un proyecto ambicioso en el que han participado cuatro entidades cercanas y conocedoras de sus deseos; Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Fundació Joan Miró Barcelona, Successió Miró y La Fábrica.



Detrás del fantasioso imaginario de Joan Miró hay un exquisito proceso creativo personal. Recolectaba todo tipo de objetos (piedras, conchas, ramas, corchos, postales, etc) que encontraba de paseo por el campo o la playa, los guardaba y le servían de manantial para sus pinturas, sus formas y colores. Incluso, a veces, lo que le inspiraba era tan solo un detalle de un objeto como puede ser una antena de una mariquita de madera. Todos estos detalles íntimos de su pintura y su forma de entender el arte los conoció muy de cerca el fotógrafo Jean Marie del Moral que, junto la familia de Miró, ha elaborado un detallado imaginario, un manifiesto de los objetos que inspiraron a uno de los artistas más importantes del siglo XX.



Este ambicioso proyecto comenzó en 1978 cuando Del Moral fue enviado por L'Humanité a Barcelona con el encargo de fotografiar a intelectuales y pintores. Allí conoció a Miró, le propuso retratarle y accedió. Le citó dos días después en Palma de Mallorca. "Nunca había retratado a un pintor y era la primera vez que entraba en el estudio de un artista. Cambió mi vida porque aprendí la idea del estudio como espacio mental", recuerda Jean Marie del Moral. "Allí me fijé en sus objetos pero no tuve tiempo de meterme en ellos".



Estudio de Joan Miró

Claro que no se quedaría ahí. En 1992 conoció en Nueva York a Joan Punyet Miró, nieto del pintor, y de manera natural surgió la idea de inmortalizar el imaginario de su abuelo. De hecho, esta fue una de las ideas que vieron por escrito en un cuaderno de Joan Miró. "En 1941 ya evoca su proyecto y la necesidad de reflejar la poética visual de cada objeto en un libro. Ahora, en 2015, lo presentamos", sonríe Punyet Miró. "El problema es que solo Jean Marie del Moral podía descodificar los engranajes mecánicos de la poética solista de un pintor como Miró porque fue entrenado por el propio artista", explica. Ahí reside la magia de este volumen. "¿Cómo un señor de 85 años se fija en un joven de 25?", se pregunta Punyet Miró. En él vio su misma poética visual.



"Cada lunes, el día que cierra la fundación, he podido retratar y construir un poema visual con los objetos almacenados en el estudio. Esto viene de muy lejos porque era el alfabeto visual de Miró y en la historia del arte es muy importante. Se fijaba en objetos que podían ser cosas del arte popular, un plástico, una rama de un árbol, lo almacenaba y así construyó su universo particular", detalla el fotógrafo.



La escena del crimen

Hay una foto del suelo manchado de pintura de colores que recuerda a Jackson Pollock. Se trata de la "explosión de un hombre que se rebela a la pintura académica, un 'basta ya' de tildarle de viejo surrealista, de enterrarlo en vida", apunta su nieto. Así es como, tras mudarse de Barcelona a Mallorca, busca reinventarse a sí mismo. "Al llegar destruyó el 80% de las cosas porque decía que ya no conocía a ese Miró. Jamás quiso caer en la repetición porque sabía que era el camino hacia la mediocridad e intentó reinventarse". Una vez en la cima bajaba y se desmitificaba a sí mismo resurgiendo una y otra vez. Así es como pasó a ser "más intuitivo, visual y violento a través del gesto" del mundo que veía a su alrededor.



Y nunca, nunca, dejó de trabajar, "era un volcán en erupción", anota Punyet Miró. Siempre había un dibujo, un poema, un viaje, una exposición. Pero jamás involucró a su familia en su producción, su estudio era su refugio, un lugar íntimo en el que solo él podía residir, su barco rompe hielos. "Entrar allí es hacer un viaje en el tiempo", dice Jean Marie del Moral. Y Miró añade: "Su iconografía es universal y atemporal, por eso conecta en todos los países".



"Su obra es muy sencilla porque es vida, te empuja a mirar y a disfrutar de la belleza de un árbol. Hoy en día lo echamos de menos porque creemos que lo hemos visto todo y no hemos visto nada. Hay palabras e imágenes inútiles. Ahora los silencios de Miró son más necesarios que nunca", sentencia el fotógrafo. En un mundo en el que vivimos deprisa se agradecen las lecciones de un artista como Joan Miró, un pintor que se paró a observar el mundo, sus colores y sus formas para crear un imaginario tan personal como universal.



Y este libro, El ojo de Miró, es un manifiesto de las cosas sencillas. Un regalo que nos legó, un viaje al pasado. Así, con el recuerdo aún presente de la persona que le hizo ver la vida y el mundo de una manera más libre, Jean Marie del Moral advierte: "Hoy en día no hay un artista tan joven como Miró".