Image: Pablo Gutiérrez y Samanta Schweblin. Cara a cara en torno a la literatura actual

Image: Pablo Gutiérrez y Samanta Schweblin. Cara a cara en torno a la literatura actual

Letras

Pablo Gutiérrez y Samanta Schweblin. Cara a cara en torno a la literatura actual

1 mayo, 2015 02:00

Pablo Gutiérrez y Samanta Schweblin

Pablo Gutiérrez y Samanta Schweblin nacieron en 1978. Él en Huelva y hoy imparte clases de literatura en un instituto de Sanlúcar de Barrameda. Ella en Buenos Aires y ahora lleva las riendas de un taller literario en Berlín. Y escriben. La última novela de Gutiérrez, Los libros repentinos (Seix Barral) cuenta la historia de una mujer de una barriada que estrena viudedad al tiempo que redescubre su identidad gracias a los libros. Schweblin, por su parte, urde en Distancia de rescate (Random House) un argumento alucinatorio en torno a una madre, su hija y la naturaleza envenenada. Son dos de los más sólidos autores actuales que, desde ambas orillas de la lengua, conversan para El Cultural de libros, letras y otros callados contrapuntos.

Pablo Gutiérrez estudió periodismo con entusiasmo para descubrir al terminar la carrera, "horrorizado", una profesión en la que tenía que trabajar gratis, para luego, con un poco de suerte, trabajar a cambio de una "limosnita", y vivir siempre en precario y dando gracias. "Yo vengo de una familia de clase media, no podía permitirme trabajar sin cobrar, ese lujo burgués". Así que decidió pasarse a la enseñanza. Hoy es profesor de Literatura en un instituto de Secundaria de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y escritor elogiado por la crítica con tres novelas en su zurrón -Rosas, restos de alas (2008), Nada es crucial (2010, premio Ojo Crítico), y Democracia (2012)- y la cuarta recién publicada, Los libros repentinos.

Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) aterrizó en Berlín hace tres años con una beca temporal del gobierno alemán. A mitad de su estadía comenzó a impartir un taller literario para hispanohablantes en el Instituto Cervantes, hizo buenos amigos, se enamoró de la ciudad... y allí sigue. "Creo que nunca podré vivir en Berlín sin sentirme extranjera, por eso, aunque sigo quedándome, siempre pienso en regresar. Mientras, la condición de extranjera me ayuda muchísimo a escribir, me aísla y me disculpa". Aislada y disculpada Schweblin ha escrito dos libros de relatos, El núcleo del disturbio (2002) y Pájaros en la boca, que han cosechado prestigiosos galardones internacionales, una primera novela recién publicada, Distancia de rescate, y acaba de llevarse el premio Ribera del Duero de relatos con Siete Casas vacías que, con el sello de Páginas de Espuma, aterrizará próximamente en librerías.

Gutiérrez y Schweblin comparten doble dedicación a la literatura como profesores y autores. La primera pregunta de este cara a cara jugado a tres bandas en la red es obligada.

-¿A escribir se enseña? ¿Y a leer?
Pablo Gutiérrez: Supongo que la técnica puede enseñarse con cierta facilidad pero no basta con saber narratología ni aprender trucos de escritor. Para escribir hace falta entusiasmo, y un buen motivo. Escribes contra todo, contra tus fuerzas y contra la lógica que te dice que no te llevará a ningún lado, que son demasiadas horas desperdiciadas delante del papel o la pantalla. Escribir no ofrece recompensas inmediatas, e implica renunciar a muchos placeres. Leer, en cambio, es justo lo contrario. Y a leer y a comprender claro que se enseña, mi trabajo consiste en eso. Quiero pensar que también consiste en enseñar a elegir buenos libros, y a permanecer permeable para que esos libros repentinos lleguen en el momento adecuado.
Samanta Schweblin: El ejercicio de la escritura, y sus trucos, son un oficio, y puede enseñarse. Eso sí: lejos de la academia y cerca de los maestros que uno admira. Pero, para escribir, hay que tener algo más que la costumbre de la escritura y algunas técnicas: hace falta también una mirada propia, una idea particular del mundo. La mala noticia es que esto no puede enseñarse, la buena es que a veces puede descubrirse en el propio proceso de aprendizaje. A leer también se aprende. Y en esto justamente presiento que fallamos cuando se enseña a leer a los chicos. No hay que elegirles los libros, hay que contagiarles las ganas y el secreto".

Los dos escritores muestran apetito político, más marcado en el caso de Gutiérrez -la denuncia de la miseria urbana-, y más elíptico -la pulsión ecologista- en el de Schweblin. ¿Qué papeljuega la política en sus libros?
PG: Es imposible encontrar una sola novela que no sostenga un discurso político, bien de conformismo y asimilación del estado de las cosas, bien de resistencia contra la injusticia. Las novelas evasivas o de autoficción también contienen un mensaje político: un mensaje de renuncia, si quieres verlo así, un mensaje de brazos cansados. Cuando yo escribo procuro, al menos, mantener la guardia en alto, intervenir de alguna forma en contra del flujo dominante, aunque sea hacia el fracaso, porque las novelas no sirven para cambiar nada, si acaso sirven para cambiar a alguien, tal vez a un puñado de lectores.
SS: Yo me lo planteo como argentina y latinoamericana, pero no lo considero a priori en las historias que escribo. Estamos inmersos en estos mundos, los vemos, los leemos y algunos los padecemos a diario, así que están en lo que escribimos. Incluso cuando no los elegimos como tema central de algún modo siempre están presentes.

Cómo contar una historia

-Han sido elogiados por sus originales estilos pero también por sus historias. ¿Cómo trabajan la tensión entre forma y fondo?
SS: No puedo escribir si no sé qué tipo de historia quiero contar, y no la puedo contar hasta que no encuentro la voz. La voz, el tono, la forma, son tan importantes como el fondo. Es verdad que casi siempre llega primero la historia, y mi búsqueda más consciente suele tener que ver con cómo contarla, pero justamente por eso, me pregunto si la impronta no estará en la forma. Lo seguro es que no podría prescindir de ninguna de las dos.
PG: El tono y el estilo condicionan la manera en la que el lector interpreta la trama. Un estilo sencillo, despojado de artificio, hará que el lector discurra por las páginas buscando una gran idea o intentando resolver un gran enigma. Un estilo que tenga como eje el idioma obligará a lector a leer de otra forma, en contra de sus expectativas naturales, y esa actitud es la que más me interesa. Luego está el humor, y después la ironía. Creo que todo lo que he escrito es una comedia de media sonrisa, o eso he intentado. La comedia es el mejor de los géneros, la novela siempre procura ser comedia, y muchas veces no llega por presuntuosa o amanerada.

-Se han batido tanto en la distancia corta del relato como en la más larga de la novela. ¿Qué aprecian en ambos géneros?
PG: El relato permite el experimento sin miedo al ridículo, y en mi caso, además, alejarme del rigor de la trama, que a veces se me cae encima como una losa, y por eso mis relatos son algo así como fotografías sin acción donde la prioridad reside en la figura y el ritmo. También ocurre que la lectura de un relato está cargada de prejuicios. Los modelos de los grandes autores (Cortázar, Chéjov, Carver, Borges, Poe) están demasiado presentes y es como si el escritor estuviera condenado a imitarlos. Me cuesta encontrar buenas tramas y personajes complejos, y por eso cuando doy con ellos me lanzo a la novela, donde encuentro mayor libertad creativa.
SS: Al menos en lo que hace a la escritura, las maneras de "ser escritor" del novelista son mucho más sensatas que las del cuentista. Un novelista es escritor desde que empieza a trabajar una idea hasta que pone el punto final, cada día se levanta sabiendo cuál es el mundo en el que se moverá y quizá, incluso, teniendo un esbozo de hasta dónde avanzará ese día en su historia. Cualquier actividad que no sea escribir, está suspendida, un novelista es escritor a tiempo completo. Los cuentistas no contamos con ese lujo. Hay mucho que pensar antes de sentarse a escribir, muchísimo que corregir y reescribir tras el primer borrador, pero la "sentada", ese momento mágico en el que uno se sienta y atrapa una historia, puede terminar en muy pocos días, o en horas. Es otra forma de escritura, pero cuánto más cómoda y placentera me ha parecido la de los novelistas.

Distracción digital

Los dos autores ven en la distracción digital a uno de los grandes enemigos de la escritura hoy y han elaborado estrategias ad hoc para conjurarla. Gutiérrez cerró su blog personal dos años con el fin de escribir Los libros repentinos -y para ser padre- y trabaja en un ordenador al que "un azar muy aprovechable" le estropeó el módem. Schweblin es más drástica: utiliza un cortacorriente de tres euros conectado al router que corta internet a las dos de la madrugada y no vuelve a encenderse hasta las dos de la tarde. "Desde que me levanto para escribir hasta la hora de almorzar, estoy desconectada".

-Pablo nació en Huelva y escribe desde Cádiz. Samanta en Buenos Aires y lo hace desde Berlín. Es un lugar común afirmar que en España reside el "poder editorial" pero que es en América Latina donde hallamos la gran masa de autores y lectores. ¿Cómo se leen entre orillas?
SS: Creo que hoy un escritor argentino, por ejemplo, no necesita pasar por las editoriales españolas para llegar al resto de los países latinoamericanos, y este es el gran problema editorial por el que pasaban las generaciones anteriores. Las editoriales independientes le han dado una vitalidad extraordinaria a la literatura latinoamericana. Nosotros leemos a nuestros pares prácticamente en vivo. Marcos Giralt, Nona Fernández o Valeria Luiselli publican alguna de sus maravillas y estamos leyéndolas al día siguiente. Nos leemos mucho y nos leemos al día, y a largo plazo tendrá también un efecto nuevo e interesante en lo que escribe esta generación.
PG: No sé mucho de lo que ocurre en otros países. Sí le puedo decir que he leído con pasión a Fabián Casas, a Rafael Pinedo, y Las primas de Aurora Venturini. También me gustó Las teorías salvajes, de Pola Oloixarac. Sobre lo de las relaciones América-España, creo que he leído tanto de un lado como de otro, tal vez en los comienzos más de allí que de acá, porque todo resultaba más expresivo, arriesgado. Recuerdo la conmoción de descubrir a Onetti, por ejemplo, o los navajazos de Rulfo, y esa sensación de extrañeza al ver tu idioma tan retorcido, tan irreconocible. Quizá por eso no fui un buen lector de Bolaño, porque siendo de allí me sonaba demasiado de acá.

-¿Le falta tensión a la actual literatura en español?
SS: Es verdad, también tengo esa sensación de que falta guerra. Y no creo que sea por diplomacia y buenos modales. Creo que la literatura, y el escritor, ya no ocupan el lugar central que ocupaba en generaciones anteriores. Alguien dio la orden de llevarse los micrófonos a otra fiesta, y como en cualquier fiesta con pocos invitados mas vale hacer amigos que andar eligiendo bando. Pero ojo, tampoco creo que estas polémicas y tensiones hayan desaparecido. Seria muy malo para la literatura. Aunque en voz baja, o en circuitos más pequeños, seguimos discutiendo. Creo que la literatura se ha vuelto más íntima.
PG: No es desprecio pero no soy seguidor de la bandeja de novedades de las librerías, tal vez porque vivo en la periferia donde casi no hay. Sí puedo decir que me sorprende encontrar un estilo tan monótono en los novelistas actuales que he leído, como si sus libros fueran intercambiables, o como si buscaran un estilo sencillo y desnudo que, como consecuencia, dice muy poco. Para criticar lo contrario Marsé hablaba de "prosa sonajero", una definición ingeniosa y maligna, porque también está la prosa muda, y esa resulta aún más cansina.