P. D. James

La escritora británica está considerada una de las grandes renovadoras del género policíaco.

La escritora británica P.D. James, una de las novelistas policiacas más reconocidas del pasado siglo, murió este jueves a los 94 años en su casa de Oxford, según ha confirmado su agente a la BBC a través de un comunicado. P. D James es autora de más de una veintena de novelas, y creadora de personajes inolvidables del género como la investigadora Cordelia Gray o el poeta y detective de Scotland Yard Adam Dalgliesh.



Apasionada de la novela negra y policiaca, ya como lectora, dedicó todo un manual (Todo lo que sé de novela negra) a desgranar las claves de su quehacer literario. A saber: toda novela negra que se precie, escribía, ha de tener muchos sospechosos y un solo culpable; ha de presentar, minuciosamente, a un agente de la ley -del orden- en contraposición al caos que genera la trama; el detective, ese agente del orden, preferiblemente un hombre familiarizado con la violencia, que ha de notársele en el carácter, nunca debe saber más que el lector; el asesino no ha de ser un estereotipo, es decir, ha de ser real y reconocible, como el contexto en que se desarrolla la trama; y es aconsejable que la historia se despliegue bajo distintos puntos de vista, lo cual ayuda a la frescura del relato y a la complejidad de la narración. Con estas premisas, James escribió obras clásicas del género. La primera de ellas, Cover her face, de 1962, la escribió en los ratos libres que tenía al llegar a casa del trabajo.



En aquel primer libro ya apareció su célebre detective Dalgliesh, un poeta viudo y refinado que iba resolviendo crímenes gracias a su extraordinaria inteligencia. Dalgliesh reaparecería en títulos como Muertes poco naturales, Mortaja para un ruiseñor, Muerte de un forense, Estratagemas y deseos y Pecado original. A los 85 años escribió Muerte en la clínica privada, en la que demostró que aún estaba en plena forma literaria. La novela trata de una famosa periodista llamada Rhoda Gradwyn que ingresa en una clínica privada con el fin de eliminar de su rostro una antigua cicatriz. Confía en ser operada y pasar una tranquila semana de convalecencia en una agradable mansión de Dorset; sin embargo, todo comienza a torcerse hasta el desenlace final. Tras aquel libro, en 2009, la autora británica ya amagó con retirarse, pues según dijo, "dejaba el listón muy alto".



James, que ostentaba también el título de baronesa de Holland Park (eligió este nombre por ser el barrio de Londres en el que residió la mayoría de su vida), se inspiró para algunas de sus novelas en experiencias personales; sin ir más lejos, en Muerte en la clínica privada reconstruyó algunas de sus experiencias en una clínica en la que estuvo ingresada un tiempo. Su trabajo en el Departamento de Criminología del Ministerio de Asuntos Exteriores inglés, entre 1964 a 1979, también le serviría como base de algunos de sus relatos y novelas. Conquistada la fama con la literatura, la escritora llegó a ser presidenta del jurado del Premio Booker Prize -pese a que nunca llegó a figurar en la lista de nominados-, y vio como muchas de sus obras se adaptaban al cine y a la televisión.



James era consideraba una digna heredera de Agatha Christie, así como una indudable renovadora de un género, el policial, al que aportó no pocos matices en cuanto a la creación de personajes humanos que se salían de lo arquetípico del género. Al mismo tiempo, utilizó sus novelas para deslizar no pocas críticas a la sociedad británica. Su última novela, La muerte llega a Pemberley, de 2011, es una secuela de Orgullo y Prejuicio, con la que la escritora quiso homenajear a una de sus autoras de infancia favoritas.



En una de las últimas entrevistas que concedió el año pasado, a los 93, anunció que estaba trabajando en otra novela de detectives. Declaró que, para ella, era importante escribir "una novela más", aunque confesó que la edad le añadía dificultades al proyecto. James había perdido movilidad y reconocía que la inspiración ya no le llegaba con la facilidad que lo hacía cuando era joven. "Creo que mientras esté viva escribiré -dijo-. El día que pare de escribir, probablemente yo me pararé también".