Image: Mujeres y criados

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Letras

Mujeres y criados

Adelantamos las primeras páginas de Mujeres y criados, la obra desconocida de Lope de Vega que ahora publica RBA en una edición de Alejandro García-Reidy. A la venta el 15 de mayo.

15 mayo, 2014 02:00

Recuerda Alberto Blecua en el prólogo a esta comedia desaparecida de Lope de Vega que es imposible conocer con exactitud el volumen de la obra del Fénix, si bien existen testimonios que pueden darnos algunas pistas. Tal es el de Juan Pérez de Montalbán, que afirma en la Fama póstuma (Madrid, 1636, f. 12r) que, de Lope, "las comedias representadas llegan a mil y ochocientas. Los autos sacramentales pasan de cuatrocientos". Se podría decir que por lo menos son esas: Pérez de Montalbán se limita a seguir el listado que incluyó el propio Lope de Vega en su Égloga a Claudio, que se publicó en Madrid, 1637, en La vega del Parnaso.

Este último hallazgo, esta inédita Mujeres y criados, formaba parte, hasta hace poco tiempo, del enorme material de Lope que se cree perdido. Se trata de una comedia urbana escrita entre 1613 y 1614 y estrenada por la compañía de Pedro de Valdés, cuyo único testimonio conocido es una copia manuscrita que se conserva en la Biblioteca Nacional de España. Lo que se publica ahora es, así pues, la primera edición moderna y anotada de esta obra, pues el texto original había permanecido olvidado en la mencionada copia manuscrita y su autor no había sido identificado. Su autoría está confirmada, ya que el propio Lope de Vega la incluyó en el prólogo de la segunda edición de El peregrino en su patria, de 1618. Para el editor, Alejandro García-Reidy, "la frescura de su acción, el carácter fuerte e ingenioso de las dos hermanas protagonistas y la gracia que destilan numerosas escenas hacen de Mujeres y criados una comedia que puede incluirse sin ninguna dificultad en la lista de grandes obras salidas de la pluma de Lope."

Aquí puede leer las primeras páginas de la comedia:


LA FAMOSA COMEDIA DE MUJERES Y CRIADOS

1.ª jornada

Personas del 1.° [acto]

El conde próspero
Claridán, camarero
Teodoro, secretario
Riselo, gentilhombre
Martes, lacayo
Lope, lacayo
Emiliano, viejo
Don pedro, su hijo
Florencio, viejo
Acto primero

Sale el conde Próspero desnudándose, Claridán, camarero suyo, Riselo y otros criados con una fuente para la golilla

Próspero- Tomad allá, que os prometo
que me ha cansado el jugar.
Claridán- Cansa el perder.
Próspero- Y el ganar.
Claridán- Advertimiento discreto,
mas dicen que preguntando
a un sabio cómo criarían
a un rey los que le servían,
dijo: «jugando y ganando,
porque dicen que es la cosa
que más la sangre refresca».
Próspero- ¡Propia sentencia greguesca!
¿Hallástela en verso o prosa?
Claridán- En el sueño que me ha dado
esperarte hasta las dos.
Desnúdate, que, por Dios,
que te ha el perder desvelado.
Próspero- ¡Qué prisa me das!
Claridán- ¿No es hora
de dormir?
Riselo- Y aun con hablar
tanto lo es de levantar,
que ya se afeita el aurora.
Próspero- ¡Poética traslación!
Claridán- Duerme, acaba.
Próspero- Claridán,
los que pierden siempre están
después en conversación.
¡Que haya quien juegue a los trucos!
Claridán- Un hombre es cosa notoria
que se hace macho de noria.
Riselo- Dromedarios mamelucos
no sufrirán la tahona
de este juego.
Próspero- El ajedrez
es notable.
Claridán- De esta vez
la noche se va a chacona.
Acuéstate ya, por Dios.
Próspero- ¿Hay cosa como sentados
al ajedrez dos honrados,
deshonrándose los dos
y diciendo refrancitos?
Riselo- Es juego de entendimiento
y piérdese el sentimiento.
Próspero- No hay desatinos escritos
como están diciendo allí.
Riselo- Cierto que el juego ha de ser
juego y no estudio.
Próspero- Anteayer
jugar unos hombres vi
con uno que llaman mallo.
Riselo- Para el ejercicio es bueno.
Próspero- Tanto ejercicio condeno.
¿Callas, Claridán?
Claridán- Ya callo
por ver si dejas de hablar
y te acuestas.
Próspero- La pelota
es galán.
Riselo- Ver una sota
los pies arriba asomar
es juego menos dañoso.
Próspero- Si dura una noche u dos
es muy dañoso, por Dios,
y a la salud peligroso.
Claridán- En fin, ¿ya vueseñoría
determina no acostarse?
Riselo- Querrá de noche esquitarse
de lo que pierde de día.
Próspero- ¿Qué se hizo Florianica,
la de la calle del Pez?
Claridán- (Él no duerme de esta vez.) Próspero- ¿Está pobre?
Riselo- No está rica.
Próspero- Sospecho que se enamora.
Riselo- Mal la tratan los deseos
de estos hombres con manteos
que andan en la corte agora.
Próspero- ¿No hablas ya, Claridán?
Claridán- Estoy durmiendo, señor,
que se va la noche en flor.
Próspero- ¿En pie duermes?
Claridán- Soy truhan
que come en pie y duerme en pie.
Próspero- Ahora bien,
dejadme aquí.
Claridán- ¿Iremos a dormir?
Próspero- Sí.
Claridán- Dios buenos días te dé.

Queda solo el Conde

Próspero- Cuidados de Claridán
me han puesto en nuevo cuidado:
¡notable priesa me ha dado!
¿Cosa que fuese galán
de mi sujeto amoroso?
Que celos no lo dijera
un loco ni amor tuviera
si no estuviera celoso.
Vive Dios, que puede ser
que me haya dado esta prisa
por ver la que no me avisa.
¿Sin causa, amor? Sin temer
temo, luego no es sin causa.
¿Que perderé por sabello?
Ahora bien, yo quiero vello,
pues temor de amor se causa.
¡Hola, Teodoro! ¡Teodoro!

Sale Teodoro, secretario

Teodoro- Señor, señor.
Próspero- Entra acá.
¿Quién en mi cámara está?
Teodoro- Nadie, que Fabio y Lidoro
se fueron con Claridán
a sus posadas agora.
Próspero- Yo he de ver cierta señora.
Dame un vestido galán,
digo herreruelo y ropilla,
que ansí en valona me iré.
Teodoro- ¿Qué acero?
Próspero- El que me quité,
y aquel broquel de Sevilla.
Teodoro- Voy. (¡Y no con poca pena,
mas que ha de ser por mi mal!)

Vase

Próspero- ¿Hase visto priesa igual?
Mas la prevención es buena.
Yo sabré si Claridán sirve lo que sirvo yo.
Desde ayer celos me dio.

Vuelva Teodoro

Teodoro- Aquí espada y capa están,
ropilla y sombrero.
Próspero- Muestra.
Teodoro- ¿Quiere vuestra señoría
mi compañía?
Próspero- (Sería
dar de mis flaquezas muestra
y no ha de entender mi dueño
que doy del secreto parte.)

Vístase

Teodoro- Bien quisiera acompañarte.
Próspero- No pierdas, Teodoro, el sueño,
que seguramente voy.
Teodoro- Dios te guíe y con bien vuelva.
Próspero- A esto es bien que me resuelva.

Vase el Conde

Teodoro- Celoso del Conde estoy
porque ha más de quince días
que mira lo que yo adoro
y los asaltos del oro
son temerarias porfías.
No tengo por hombre cuerdo
quien del oro no se guarda:
no hay petardo, no hay bombarda,
ni de istrumento me acuerdo
que más brevemente rompa
la puerta a la voluntad,
ni la casta honestidad
más fácilmente corrompa.
¿Pero qué puedo perder
en ir a ver si va allá,
pues no me conocerá
aunque me echase de ver?
Ahora bien, estos son celos:
no los quiero dar lugar,
que de no los remediar
vienen a parar en duelos.

Éntrase. Salen Claridán, de noche, y Martes, lacayo

Claridán- Recorre, Martes, la calle;
mira si hay algún rumor.
Martes- Solo en la calle, señor,
suena el rumor de tu talle.
Medroso sin causa estás.
Llega y habla descuidado,
que va Martes a tu lado,
de Marte una letra más.
Déjame en aquesta esquina:
verás que tiemblan de mí
cuantos pasan por aquí.
Claridán- A esotra parte camina,
porque si en esquina estás,
como cédula has de ser,
que te han de querer ver.
Martes- Parte y no me enseñes más,
que nadie llega de noche
a leer ni a buscar nada.
Claridán- ¿Si está Violante acostada?
Martes- Tarde se apeó del coche,
mas no temas que se duerma
mujer con amor.
Claridán- Yo llego.
Martes- (Y yo de miedo me anego,
que es aquesta calle yerma
y, en habiendo cuchilladas,
no hay barbero ni varal;
que en todo este lienzo igual
están las puertas cerradas
y es gran cosa en las pendencias
la horquilla de las bacías.)
Claridán- ¿Estáis solos, celosías?

Violante, en lo alto

Violante- Cuando hay celos en ausencia
no se duerme tan despacio.
Claridán- Bien sabéis vos la disculpa
que reserva de la culpa
a los hombres de palacio.
No se quería acostar
el Conde. ¿Qué había de hacer?
Violante- No hay en amor qué temer
sino solo el disculpar,
que parece que las culpas
a que ya el amor condena
dan a veces menos pena
que el pasar por las disculpas.
Mañana iremos mi hermana
y yo a tomar el acero.
Claridán- Y yo en esta noche espero
esa dichosa mañana.
¿Está acostada? ¿Qué hace?
Violante- De cansada se acostó.

Entra el Conde

Conde- (Nunca el temor engañó,
que de amor celoso nace.
¡En la reja está, por Dios!) Martes- (Un hombre viene embozado;
muy ancho viene y cuadrado.
¿Uno dije? Mas son dos.
¿Qué digo dos? ¡Tres parecen!
Yo me escurro por aquí.)
Conde- (Claridán habla, ¡ay de mí!
Mis celos se lo merecen,
pero bien pudiera ser
que no hablase con Luciana.
¿Cómo sabré si es su hermana
por no darme a conocer?
Pero fingiré un engaño.)
¡Ay, que me han muerto!
Claridán- Señora,
Martes, mi lacayo agora
y valiente por su daño,
se ha quejado. Voy allá,
que me guardaba la calle.
Violante- No os pongáis por remedialle,
si en tanto peligro está,
a donde os cueste la vida.
Llena quedo de temor.

[Vase Claridán.] Entra el Conde por otra parte

Conde. (¡Las invenciones de amor
con que sus celos olvida!
Ahora bien, quiero llegar.)
¡Ah de la reja!
Violante- ¿Quién es?
Conde- Claridán, que por los pies
nunca pretendo alcanzar
lo que no puede la espada.
Bien podéis, Luciana, hablarme.
Violante- Bueno venís a engañarme,
el alma y la voz trocada,
que ni vos soi[s] Claridán
ni yo Luciana.
Conde- (Los cielos
han sosegado mis celos,
que es de Violante galán.)
Violante- Caballero, no os conozco
y, así, os cierro la ventana.
Conde- Cerrad, pues no sois Luciana,
que en la voz os desconozco.

Sale Claridán

Claridán- (¿Tan presto ocupó el lugar
otro galán? Es[a] esgrima
algún agravio le anima,
que aún no me dejó asentar.
Huyó Martes, que hasta el lunes
alcanzarle no podré.
Vuelvo al puesto que dejé
y hallo los pastos comunes,
pues que me impiden el paso.)
¡Ah, caballero!
Conde- ¿Qué quiere?
Claridán- Que la que espera no espere
si espera en tal casa acaso.
Conde- Aquí esperaba un crïado
que me pareció infiel
y ya estoy mejor con él
porque estoy asegurado.
Que dejándome acostar,
pensé que a servir venía
la dama a quien yo servía,
pero púdeme engañar.
No es de quien yo pensé amante;
mi imaginación fue vana,
porque yo sirvo a Luciana
y Claridán a Violante.
Claridán- ¿Es el Conde, mi señor?
Conde- El mismo.
Claridán- ¡Señor!
Conde- Detente,
pues ya sabes claramente
qué estado tiene mi amor.
Violante te quiere a ti:
dile que ablande a Luciana,
que Luciana por su hermana
hará lo que ella por ti,
y no seré mal amigo
para venir a tu lado,
porque de Luciana amado
vendré de noche contigo.
Harto he dicho, Claridán;
ha buenas noches.
Claridán. Señor,
iré contigo.
Conde- El favor
que en esas rejas te dan
no le has de perder por mí.
Yo sé lo que es.
Claridán- Señor...
Conde- Tente,
goza la ocasión presente.
Quédate, quédate aquí.

Vase el Conde

Claridán- Obligado me ha dejado,
aunque puesto en confusión.
¿Mas cuándo amores no son
la misma pena y cuidado?
Él quiere bien a Luciana
y ya sabe mi deseo.

Sale Teodoro

Teodoro- (¡El Conde es este! ¿Qué veo?
No fue mi esperanza vana.
¡A la puerta está! ¿Qué haré?
Cierta fue mi desventura.
¿Hay ya costante hermosura
donde no hay verdad ni fe?)