Image: Luciano Canfora

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Letras

Luciano Canfora

"Quiero descubrir la naturaleza del poder"

21 marzo, 2014 01:00

Luciano Canfora

El mundo moderno se entiende a sí mismo a través de un puñado de mitos fundadores y tal vez uno de los más poderosos, el que sirve de basamento a nuestro ideal político, lo constituya la Atenas clásica del siglo V a.C. Pero aquel pueblo increíble que inventó la democracia distaba de ser un modelo, como explica el prestigioso intelectual italiano Luciano Canfora en El mundo de Atenas (Anagrama). En sus páginas, la polis no pierde su esplendor pero descubrimos también sus demonios y cómo se aprovechó su modelo.

En los cuatro primeros capítulos de Una profesión peligrosa. La vida cotidiana de los filósofos griegos ya trasladaba el célebre filólogo clásico de la Universidad de Bari, Luciano Canfora (Bari, 1942), la imagen de una Atenas inquietante, de complejas relaciones entre la aristocracia y el pueblo, el peso del teatro y las comedias en la generación de opinión pública, la deriva de la ciudad-estado desde la posguerra del Peloponeso en adelante... El siguente libro que Anagrama ha editado del profesor Canfora, doce años después, es El mundo de Atenas, mucho más ambicioso. En este caso, parte de la visión del cronista Tucídides y la figura del líder Pericles, emblema de la democracia y del imperio marítimo ateniense posterior a la victoria de las Guerras Médicas: estamos en el corazón del siglo V a.C. A partir de ese centro, el autor apuntala un denso relato lleno de esquinas, ecos, erudición, y múltiples personajes de muy diversos ámbitos. Entre asambleas y guerras. Se trata de un título sofisticado enmarcado en un proyecto de genealogía de la democracia occidental. Este profesor del mundo antiguo y señalado intelectual de la izquierda italiana es un ensayista de amplias miras. Aporta en El mundo de Atenas un estudio profundo y multirreferencial de la compleja democracia fundacional del "siglo de Pericles", del drama de la guerra y derrota frente a Esparta, y de los convulsos años posteriores.

-Este libro parece un desarrollo de ideas ya formuladas en libros suyos anteriores. ¿Es así?
-Podría decir que desde hace mucho tiempo intento seguir un hilo conductor en aquello que escribo. Este hilo pasa de un libro a otro y el concepto que reunifica el todo podría ser: "descubrir la naturaleza del poder". Un tema de este tipo estaba en la base de la biografía de Julio César de la que me ocupé a finales de los 90; vuelve en mi Crítica de la retórica democrática y en Historia de la democracia, cuyo punto de inicio era exactamente la verdadera naturaleza de la democracia ateniense y de la Grecia antigua. Este tema está en la base de El mundo de Atenas, en las siete partes que lo componen. Por eso Tucídides tiene un rol central: por el hecho de que en toda su obra la pregunta constante, a la que el propio Tucídides da respuestas diferentes, es la relación de la masa y la élite dirigente dentro del sistema democrático. El caso emblemático será la capacidad de Pericles de guiar la democracia en lugar de ser arrastrado por ella.

Atenas fue una realidad contradictoria que acompaña al desarrollo del pensamiento político"

-En El mundo de Atenas la recepción histórica del "caso Atenas" tiene un peso importante. Por un lado, la idealización como brillante democracia, por otro la visión de Atenas como "camarilla que se reparte el botín" (Max Weber). Usted refiere desde los historiadores e intelectuales romanos a la visión de la Ilustración, así como los grandes filólogos e historiadores alemanes de segunda mitad del XIX y principios del XX...
-Podría salir al paso con la fórmula tan famosa de Benedetto Croce: "toda la historia es historia contemporánea". Este punto de vista procura comprender el pasado a través de la categoría ineludible de la analogía y permite al estudioso recorrer largos arcos temporales en busca de fenómenos de continuidad. La investigación histórica nace de necesidades actuales, a diferencia de la investigación erudita, y se nutre no sólo de erudición, sino, sobre todo, de preguntas que nacen en el presente.

-¿Por qué Atenas ha confundido a la historiografía?
-No se trata de que la realidad ateniense, tan exaltada desde el clasicismo, haya sido un bluff. Al contrario, significa que fue una realidad contradictoria que ha acompañado al desarrollo del pensamiento político y de la historiografía europea entre los siglos XIX y XX. Yo no hablo de confusión, sino de riqueza.

Una Atenas sin imperio

-Es sorprendente que un libro con tantos matices, tantas cuestiones (del teatro ateniense a los detalles bélicos, pasando por la política en sentido escricto) no tenga un apartado de conclusiones. ¿Por qué?
-La conclusión está sólo insinuada, y se ha desarrollado en un segundo volumen titulado La guerra civil ateniense, y es la siguiente: Atenas, sin imperio, o cae en una guerra civil (y esto sucedió al fin de la guerra del Peloponeso) o cae en la órbita de una gran potencia (lo que sucede después del fin de la segunda liga marítima, generalmente definida como "segundo imperio"). Después de la afirmación definitiva de la hegemonía macedonia en la península, la historia de Atenas consiste en un hábil juego entre la influencia macedonia y la monarquía tolemática. La historia de la Atenas helenística (muy interesante, pero muy diferente de la historia de la gran Atenas de Pericles) ha sido contada más veces (Ferguson y Abicht) pero merecería un relato más profundo, capaz de dar cuenta de la gran política mediterránea y de la decadencia también en el plano cultural de Atenas respecto a Alejandría, capital mundial de la ciencia.

-Trasíbulo, Frínico, Antifonte, Critias, Alcibíades, Eurípides y otros tienen un rol específico aquí, pero son Pericles y Tucídides quienes ocupan la mayor parte del libro, como una suerte de espíritu...
-El modelo de Pericles como ideal político al que llega Tucídides después de una reflexión politológica de 30 años representa la superación del sistema democrático hacia un poder personal. En realidad, cada uno de ellos, a su modo, también Alcibíades, Antifonte y Critias intentaron promover esa superación. Pero ninguno triunfó en el intento.

España, Portugal, Grecia o Italia son 'naciones de soberanía limitada' para las grandes potencias"

-¿Su punto de vista no se acerca más al de Max Weber, crítico y nada idealizador de la democracia ateniense, que al de, por ejemplo, el erudito filólogo Wilamowitz-Moellendorf?
-Es cierto, la intuición de Max Weber sobre la estructura social de la Atenas clásica es mi punto de referencia permanente. Weber supo encuadrar este diagnóstico en un amplio estudio de la estructura de la sociedad antigua, con un gran espíritu de independencia con respecto a la monumental filología clásica de su tiempo (es famosa su polémica historiográfica con Eduard Meyer). En todo caso me gusta recordar siempre que un pensador original, estudioso sobre todo de la sociedad medieval y moderna, como Alexis Tocqueville, había madurado ya a mediados del XIX una visión de las estructuras político-sociales de la Atenas clásica similar y en cierto sentido anticipadora respecto de la de Weber. A su vez, Tocqueville retomaba la crítica de los termidorianos con respecto al ingenuo culto jacobino de las "repúblicas antiguas". Es decir, estamos hablando de una discusión historiográfica que fue también, al mismo tiempo, un acalorado debate político. Los termidorianos reaccionaron al uso político del mundo antiguo practicado por los ideólogos de la revolución francesa.

-¿Cómo ve el actual panorama de los estudios del mundo antiguo?
-A mi modo de ver, la vitalidad de los estudios de hoy en día sobre el mundo antiguo sufre la interferencia de los conflictos ideales y políticos de nuestro tiempo. Si se prescinde de la penetrante politización del mundo antiguo, se pierde entonces la razón de ser de estos estudios. Liberarse de la perspectiva clasicista, puramente admirativa, es la regla número uno para frecuentar con aprovechamiento ese mundo y transmitir conocimiento.

-Usted es un caso peculiar. Además de historiador y filólogo clásico escribe en La Stampa y en el Corriere della Sera... ¿Cómo se conjugan en su trabajo la antigüedad y el empeño político?
-No soy un caso tan raro, en realidad. En la historia, no sólo italiana, muchos han comenzado sus estudios ocupándose del mundo antiguo y han llegado a entender rápidamente que ese estudio es un preliminar importante para practicar la "labor ciudadana". Puedo citar por ejemplo a Antonio Gramsci. También un refinado liberal como el conde de Tocqueville o el conservador alemán Max Weber han recorrido un camino de este tipo.

No existirá más el llamado 'socialismo real' tras la caída del Muro. Urge un esfuerzo nuevo"

-¿Cómo encuentra a su país?
-Como España, como Portugal, como Grecia, Italia lo está pasando muy mal. Es la concecuencia del hecho de que estos cuatro países han sido clasificados como "naciones de soberanía limitada" por las grandes potencias continentales (en particular Alemania, que ejerce una verdadera hegemonía sobre la UE). La falta de soberanía deja a los partidos políticos impotentes. La paradoja italiana consiste en esto: las fuerzas políticas que piden cortar las cadenas comunitarias y discutir el pacto fundacional son las más desacreditadas (como Liga Norte, Forza Italia, etc). Aquello que queda de la izquierda se ha encargado de constreñir al país para cumplir a toda costa con las órdenes perentorias que vienen del extranjero. Temo que esta situación no pueda durar mucho tiempo.

-¿Cree usted que se puede encontrar un nuevo tipo de discurso en la izquierda europea de la actualidad?
-En el decenio 1975-1985 tuvo mucho auge el término "eurocomunismo" (Carrillo, Marchais, Berlinguer, Alvaro Cunhal). Pero hoy la situación es totalmente distinta. No existirá más el llamado "socialismo real" tras la caída del Muro. El golpe ha sido duro, pero saludable. Muchos análisis de Marx son aún muy útiles, otros ya no. Urge un esfuerzo nuevo, de tipo analítico, capaz de describir y explicar lo que sucede actualmente: la explotación no sólo en detrimento del trabajo asalariado, sino también del trabajo esclavo. Frente a un problema tan grande y difícil, la Europa de los banqueros es inútil.