Enrique Vila-Matas. Foto: Joan Manuel Baliellas

Una sorprendente a la par que absurda invitación le sirvió a Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) como excusa para construir esta historia que lleva por título Kassel no invita a la lógica (Seix Barral). El caso es que el protagonista de esa surrealista peripecia fue él mismo, ya que en 2012 recibió la propuesta de participar en la Documenta de Kassel como instalación viviente. "Al principio dudé en aceptar, ya que me proponían pasar cinco días enteros escribiendo en un restaurante chino para que los demás me observaran. Me pareció todo rarísimo pero finalmente acepté (cuenta el escritor). Uno de esos días me dirigía al restaurante en autobús y, cuando nos acercábamos a la parada decidí no bajarme. De repente aquel restaurante me pareció un sitio horrible, y no me apeteció nada entrar allí para pasarme todo el día encerrado a la vista de los demás. De vuelta al hotel me dí cuenta de que allí había una buena historia que contar". Este es el germen de una novela cuyo título hace alusión a la frase de Italo Calvino que decía que la ciudad de Turín, tan cuadrada, invita a la lógica y por eso artistas y filósofos como Nietszche enloquecen allí. Según Vila-Matas, que ha bebido de El paseo de Robert Walser como referencia literaria para la elaboración de esta historia, en Kassel ocurre exactamente lo contrario.



Confiesa hablar del mundillo del arte contemporáneo desde la más absoluta modestia, "ya que no soy ningún entendido en arte, no tengo formación en ese sentido ni estoy al día de cómo evoluciona el mercado. Por todo ello no formulo opiniones contundentes en este último libro", reconoce. Aún y así, su visión acerca de lo que se ve y se respira en Kassel es entusiasta "ya que es una cita distinta, alejada del mercado lo que a mí personalmente me atrae. Con ARCO me ocurre exactamente lo contrario (afirma), es tan sumamente comercial y ofrece unos contenidos tan superfluos que no me interesa en absoluto".



Vila-Matas, un auténtico maestro de la ironía inteligente, escribe esta historia desde el sentido del humor, un recurso literario que en él no es tal ya que, como él mismo explica, "en mi caso es totalmente espontáneo e involuntario, me sale así. Siempre pensé, en mi total ingenuidad, que era algo habitual. La percepción de los demás fue la que me hizo darme cuenta de que eso era una cualidad de mi literatura y una manera muy personal de contemplar la realidad". Y hace del viaje una excusa para poder hablar de lo que quiere: el arte contemporáneo ahora que la vanguardia ha muerto, su trastienda, la gente que organiza el festival desde la retaguardia, el mundo de los artistas y el de los espectadores, que cada vez son más activos y participativos y menos estáticos.



El joven que se inició en la escritura enviando crónicas a la revista Fotogramas desde París, donde llegó con veinte años y donde vivió en un apartamento que le alquiló la mismísima Marguerite Duras, se ha convertido en un escritor tan prolífico como reconocido, y como muestra ahí están los 32 idiomas a los que es traducida su obra y los muchísimos premios recibidos (el Nacional de la Crítica, el de la Real Academia Española, el Ciutat de Barcelona, el Herralde de Novela, el Fundación Lara o el Elsa Morante por citar sólo a unos cuántos). "Cada día me gusta más la escritura, tanto en forma de novela como de ensayo, conferencia o artículo periodístico, y la prueba está en que en estos últimos veinte años he escrito el doble que en los primeros veinte de mi carrera literaria. Paso todas las mañanas sentado frente a mi ordenador, aunque no escribo más de tres horas al día. El resto del tiempo lo paso buscando información, leyendo o navegando por Internet, pero eso también es trabajar, naturalmente. Y corrijo muchísimo, porque escribir es corregir, ya lo dijo Augusto Monterroso".



Autor de Anagrama durante más de dos décadas, hace ya cuatro años decidió dar una vuelta de tuerca a su carrera y cambiar de sello porque "la relación escritor-editor es muy especial y muy intensa (afirma). Es casi como un matrimonio. Decidí irme de Anagrama porque me invadió el cansancio y necesitaba aires nuevos, y supongo que lo mismo le ocurrió a Herralde. Ahora soy autor de Seix Barral". Pero ahí no acaba la cosa, porque Vila-Matas es chevalier de la Legión de Honor francesa, pertenece a la Orden de Caballeros del Finnegans ("que ahora pasa por momentos convulsos que quizás acaben con la completa disolución de la orden") y es rector (desconocido) de la Universidad Desconocida de Nueva York (Mc Nally Jackson).