Burroughs posa con su pistola al término de unas prácticas de tiro

Tiene que ver con el desplome de valores. Con el advenimiento de absolutamente nada a continuación. Tiene que ver con el descubrimiento de una estructura y la demolición de la misma. La estructura es de sobra conocida, pero sólo la hemos comprendido una vez destruida. Se llama realidad. William Burroughs tiene que ver con su fin after the fact.



Al parecer, Burroughs nació hace cien años: cinco de febrero. No me lo creo. Burroughs es coetáneo de los mejores escritores actuales. Es joven y fuerte como ellos, y con ellos continúa luchando contra el sistema. (El sistema es la realidad.) Ahora están ocupados pulverizándolo. El hombre de St. Louis viene acompañado de la realeza de la literatura norteamericana: Kerouac, Ginsberg, los Beats que trajeron desesperanza a la modernidad y la convirtieron en postmoderna. Pero es Burroughs quien más gobierna. Naked Lunch (1959) es dos años posterior a On the Road, pero no suele ocurrir que abras un libro de Irvine Welsh y veas a Kerouac por todas partes. Con Burroughs sí pasa. Burroughs posee una brutalidad insincera que no pretende mostrarte la verdad, sino la inexistencia de la verdad fuera de las condiciones del sistema. Con Burroughs se acaba la posibilidad del individuo, de la personalidad, de la referencia. Se acaba la posibilidad de todo. Junkie y Queer aún operaban con una cierta confianza en la razón. Eran los comienzos de los 50, América era buena entonces. Naked Lunch es obra de una paciencia que se acaba como se acaba una década, una época y el bienestar de una nación.



"No es posible entender A sin haber leído B" es una de las frases más tontas de la crítica literaria, y también una de las más usadas. Me sumo a la tendencia: es, si no imposible, al menos difícil comprender Imperial Bedrooms de Bret Easton Ellis o Invisible Monsters Remix de Chuck Palahniuk sin conocer a Burroughs. La literatura postmoderna no emplea la inspiración -concepto sospechoso-, sino que opta bien por el plagio manifiesto o por la asunción de una actitud. Técnicamente, Palahniuk no le debe nada al cut-up de Burroughs, pero, como él, cree en el desorden, en lo aleatorio. Burroughs opinaba que el lenguaje no significa nada: somos nosotros los que significamos. Ante una combinación de palabras fortuita, un ser humano siempre es capaz de producir significado. Es nuestra maldición: no podemos decir nada que no signifique algo. Tremendo. Volviendo a Palahniuk, su indiferencia hacia las secuencias temporales y las cadenas causa-efecto no son responsabilidad de Burroughs, pero vienen esponsorizadas por bofetadas al canon como Naked Lunch. Hablo de cosas técnicas porque es lo que se espera de un artículo en El Cultural, pero también están el sexo, las drogas y el amor brutal que sentimos por la autodestrucción. Will Self es otro caso de Burroughs entre nosotros, sobre todo en sus relatos breves.



Una de las descripciones más inteligentes de Naked Lunch se la debemos a Nelson, de Los Simpson: "En ese título hay dos cosas que no me cuadran". Es a propósito de la película de Cronenberg, pero Burroughs se habría sentido orgulloso. Su obra es eso: lo que no nos cuadra. Lo que plantea problemas. Lo que nos hace dudar de los límites de la ficción. (No los hay.) Burroughs es un clásico en los márgenes, el único lugar desde el que uno puede denunciar la mentira, el abuso. Es también la perspectiva ideal para asistir a la caída de dos mil años de filosofía basada en verdades absolutas. (No las hay.) Somos electricidad, química y misterios. Burroughs tiene que ver con los misterios.

Naked lunch

Asi arranca El almuerzo desnudo, la obra más significativa de William Burroughs, en la traducción de Martín Lendínez para Anagrama.



Desperté de la Enfermedad a los cuarenta y cinco años, sereno, cuerdo y en bastante buen estado de salud, a no ser por un hígado algo resentido y ese aspecto de llevar la carne de prestado que tienen todos los que sobreviven a la Enfermedad... La mayoría de esos supervivientes no recuerdan su delirio con detalle. Al parecer, yo tomé notas detalladas sobre la Enfermedad y el delirio. No tengo un recuerdo preciso de haber escrito las notas publicadas ahora con el título de El almuerzo desnudo. El título fue sugerido por Jack Kerouac. Hasta mi reciente recuperación no comprendí lo que significaba exactamente lo que dicen sus palabras: Almuerzo desnudo, un instante helado en el que todos ven lo que hay en las puntas de sus tenedores.



La Enfermedad es la adicción a la droga y yo fui adicto durante quince años. Cuando digo adicto quiero decir adicto a la droga (término genérico para el opio y/o sus derivados incluyendo todos los sintéticos, del demerol al palfium). He consumido la droga bajo muchas formas: morfina, heroína, dilauid, eucodal, pantopón, diccodid, disoane, opio, demerol, dolofina, palfium. La he fumado, comido, aspirado, inyectado en vena-piel-músculo, introducido en suposiciones rectales. La aguja no es importante. Tanto da que la respires, la fumes, la comas o te la metas por el culo, el resultado es el mismo: adicción (...)



He visto el modo exacto en el que actúa el virus de la droga. La pirámide de la droga: cada nivel devora al de abajo (no es casualidad que los de arriba siempre sean gordos y los adictos de la calle siempre flacos) hasta el punto más alto, o los puntos más altos; porque hay muchas pirámides de la droga alimentándose de las gentes de mundo y todas construidad sobre los principios básicos del monopolio: 1. Nunca des nada por nada. 2. Nunca des más de lo que tienes que dar (tener al comprador siempre hambriento y hacerle esperar siempre. 3. Recupera siempre todo lo que te sea posible.