Félix Grande. Foto: A.M. Xoubanova

El poeta, narrador, ensayista y flamencólogo Félix Grande ha muerto hoy en Madrid a los 76 años, víctima de un cáncer de páncreas, según fuentes próximas al poeta.



Nacido en Mérida (Badajoz) en 1937, desde los dos años hasta los veinte vivió en Tomelloso (Ciudad Real), donde será enterrado mañana. Estaba casado con la poeta Francisca Aguirre y su hija, Guadalupe Grande, también es poeta. Grande estaba considerado como uno de los grandes renovadores de la poesía y se consideraba "servidor del lenguaje y de las emociones". Siempre reconoció como grandes influencias a César Vallejo y Luis Rosales. Con el último trabajó en Cuadernos hispanoamericanos y le sucedió en la dirección de la revista. El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ha transmitido sus condolencias a la familia y ha señalado que Grande "fue un poeta del alma, de palabra precisa y de referencia para la generación de los sesenta".



Con su primer poemario, Las piedras, Grande ganó el Premio Adonais en 1964. En 1978, obtuvo el Nacional de Poesía con Las rubáiyatas de Horacio Martín, y en 2004 ganó el Nacional de las Letras Españolas. En 2012 publicó su último libro, Libro de familia, del que ofrecemos dos poemas bajo estas líneas. Dos años antes, reunió su poesía completa en el volumen Biografía (1958-2010). Ambos títulos dan cuenta de la fusión de obra y vida que siempre caracterizó a la poesía de Grande.



Como narrador, escribió novelas como Las calles, con la que ganó el Premio Eugenio d'Ors en 1965; Lugar siniestro este mundo, caballeros, Fábula y La balada del abuelo Palancas.



Experto en flamenco -recibió el Nacional de Flamencología en 1980-, fue guitarrista y letrista y dedicó miles de páginas de ensayo a esta materia, en obras como García Lorga y el flamenco, Paco de Lucía y Camarón de la Isla. Aseguraba que "la del flamenco es la poesía más auténtica". Según el presidente de SGAE, José Luis Acosta, "perdemos al mejor valedor del flamenco, que nos deja un importantísimo legado de conocimiento sobre un arte singular y universal".



Este verano, Grande compartió por última vez sus vastos conocimientos en el curso de la Universidad Menéndez Pelayo Memoria y celebración del flamenco. Defensor de su alto valor cultural, dijo en aquella ocasión: "Siempre ha habido una especie de resistencia del poder cultural pero son murallas que desde hace unos años están cayendo".



Grupo escolar

Fila dos, desde abajo.

El sexto, de derecha a izquierda.

En tus ojos dos clavos de silencio,

garrapatas de sino. Cuánto miedo,

cuánto dos ojos, hijo mío, pariente

absoluto y menesteroso!



Yérguete. Desapénate:

disfruta ya del desagravio:

esta cazuela de sosiego

que ambos nos hemos merecido:

yo aquí en tu infancia y tú allá en mi posguerra...



Atiende, hijopaterno de mí:

no van a fusilar a papá:

el maestro don Ramón es buena gente y no va a denunciarlo.

Merienda en paz: mamá no va a tirarse al pozo,

ni se va a ahorcar en el árbol del patio,

oh llanto seco en su jaula de susto,

pobre mamá, pobre mujer tu madre mía,

perdónala en mis canas, hijo.

Perdónate en su sofocación.



Traigo buenas noticias para ti:

tu hermana Luisi, la gran caries

en tu dentadura de amor,

la que tanto se fue en su féretro blanco

vendrá mucho desde la muerte

riendo alborotando a iluminar los corredores

y a besar en nuestras mejillas

lágrimas de resurrección: respira, pues,

hasta el acuífero de tus dos pulmoncillos,

y mírame, ¡victoria!, tan viejo y tan alegre:

Desapénate, hijo. Levántate y merienda

leche espumosa, pan de trigo, rebanada

de mundo; sáciate: desayuna

la vitamina hercúlea de la vida estupenda:

tu duración y mi serenidad.

...Y, por favor, desclávate de allí, sonríe

siquiera un poco para mí: yo, tu padre, tu hijo.



No creas todo lo que deambula

por tu cabeza hereditaria. Te lo digo

en secreto: hoy es siempre todavía. Ssss...

¿No ves cómo se abren

ventanas, puertas, manos ...cómo

el día y la noche se besan en la boca universal?

Desde el eslabón tuyo de la fotografía

haz un esfuerzo: otea

esa liberación en el pañuelo incógnito

que agita para ti el destino:

ahí verás el amor con la A majestuosa

de medio siglo de hondonada junta.

Verás a Guadalupe encaramada al mundo:

conócela: es tu hija, chaval!

pon a sus pies tu pleitesía!

Verás a tus hermanos con su mujer, sus hijos y sus nietos:

todos cenados y almorzados, todos

hambrones de salud y con zapatos, todos risueños

en la ventisca de vivir.



Traigo buenas noticias para ti:

verás España, Europa, América inclusive:

¡viajero tú, como las almas y como los pudientes!

...Y verás mi cabeza blanca,

como la de papá, semilla y duración y resistencia

de lo que un día será tu partita de canas.

¿No te das cuenta, desapénate?

Cálmate. Cálmame. Danos por fin la paz que necesitas

para envejecer despacito y morir sonriendo,

hijo mío, mi infancia, fila dos desde abajo

allá en el fondo, acá en el fondo...



Polifónica tarde a tempo en niebla

Por el pasillo de mi casa avanza

con muchos nervios y una novia de amor.



Dentro de un sobre blanco

la angustia y el fervor de la vida

hierven en el puchero del poema. La tarde

llueve sin lluvia: pura luz mojada

con la saliva de los milenios. ¡El tiempo

con su T vieja y su sonido atónito!

Por el aire del comedor

flotan en su silencio las cavernas remotas:

los primordiales, desconfiados y prepensativos

-Socorro!, dicen, susurrando.

¡Qué tarde lenta el Tiempo! ¡Qué hora

cósmica, qué remoto este súbito

con su novia de amor!



Se van

con gratitud indescifrable.



[La mujer de mi vida

duerme lucha en la cama a tos partida, contra

su catarro septuagenario.

Amor mío cúrate cúrame.

Tu tos brama en el cráter de mi miedo.

Oh cráter de mi culpa.

¿En qué barranco de mi infancia

rodeé de perros tu inocencia, todos

rabiosos? Ah tus pulmones: mira

cómo señalan con su dedo neumónico hacia

mi pasado materno. Y ahora qué

con esa tos, esa tos juez, esa ventana irreparable

tan abierta como mis ojos, tan cerrada

como este nudo de perdón en la mitad del cuello?]



Mi cigarrillo.

El misericordioso cigarrillo.



Abro el sobre. Abro los folios:

¡Cómo suena este crío! Las palabras,

míralas, viejo, escucha su gemido: están vivas.

Este fauno verbal mete la boca

entre los muslos de las sílabas

y ahí las tienes a las palabras:

húmedas. Vivas. ¡Qué te parece!



Me debe a mí unos gramos. Una fanega

al capitán César Vallejo.



Ah, pero todo lo demás es suyo:

una deuda sin principio sin fin

lo amarra al prestamista de las llaves:

el Sino, la Materia, Dios, las Leyes

del Universo, qué sé yo, el Misterio:

el Gran Perdón.

Su nómina de llagas.

Su familia. Su abuelo (su abuelico murciano).

Su infancia...



Este muchacho

escribe levitando debajo de la tierra:

corre tras de sus muertos y sus viejos

con un premio de regaliz

en su boca resquebrajada.



Es un mendigo con la sien de oro,

de oro de ley del talión de la vida.



De dónde viene éste.

Por el pasillo a dónde va, tatuado

de reportajes y alucinaciones?



[Cúrate, Curra. Tengo

una sorpresa polifónica

temblando en canas para ti:

¿Te acuerdas de hace medio siglo?]



¡Oh Tiempo a tempo en niebla!

¡Oh palabras, las madres de mil watios!



Con gratitud innumerable.