Yves Bonnefoy. Foto: José Ayma.

Poeta, narrador, ensayista, crítico y traductor, Yves Bonnefoy (Tours, 1923) acaba de obtener el premio de la Feria del Libro de Guadalajara (México), que ha querido reconocer su poética "sofisticada, en contraste con una dicción sencilla", y el que sea uno de los poetas franceses más importantes de la segunda mitad del siglo XX.



Bonnefoy se ha convertido este lunes en el primer escritor francés -el cuarto de habla no española- en ganar el premio en Lenguas Romances que otorga la FIL. Filósofo y matemático, nieto de agricultores e hijo de un ferroviario y una maestra, Bonnefoy, de 90 años, ha dedicado buena parte de su vida a describir "la majestad de las cosas sencillas".



El escritor francés recibirá el premio (dotado con 150.000 dólares) el próximo 30 de noviembre en la inauguración de la XXVII edición de la Feria más importante del mundo en lengua española. Avisado telefónicamente de la concesión del premio, Bonnefoy dijo que era "un privilegio recibir un premio en México", que este significaba mucho para él, y lo consideró "un signo de amistad y de convivencia". También confió en que la lengua no sea una barrera con un público mayoritario en español que inunda cada año los salones de la FIL.



"La poesía borra esas barreras artificiales que parecen separar las edades y las lenguas", destacó el poeta francés, quien consideró que este género actualmente tiene un papel mayor que jugar en las democracias, pues "permite una relación de intercambio entre las personas".



Antonio Colinas destacaba al reseñar Tarea de esperanza (Pre-Textos, 2007) que Bennefoy es "un poeta de un gran rigor expresivo y en el que apreciamos muy bien esa otra sensación de que el nuevo poema sólo se derrama a través de una especie de brecha. En Bonnefoy esta fidelidad a una palabra exclusivamente suya se nos muestra ya desde los primeros libros. Quizá radique aquí esa lucidez extremada que muestra la poética de este autor, pues mediante una definición escueta y terrible nos dijo que "La materia de la poesía es la meditación de la muerte". Late por tanto en sus versos un sentido de intemporalidad que no se compromete lo más mínimo con el presente. Al igual que para la tarea de traducir, Bonnefoy ha encontrado para su poética expresiones e imágenes muy lúcidas por finales, pero a la vez llenas de "oscuridades cegadoras", como si las palabras del poema se las transmitieran "ángeles que hablan de un dios siempre desconocido".