Aunque Estampas del valle se publicó en 1973, no ha perdido un ápice de interés, el que emana de la buena literatura. Su autor, Rolando Hinojosa-Smith (Texas, 1929), lo es también de una importante producción tanto en español como en inglés y de una fructífera y original serie conocida como Klail City Death Trip (El viaje de la muerte de Klail City). Estampas del valle es la primera obra del ciclo. El texto responde a su título y en él se muestran escenas y pequeñas historias que suceden en un lugar imaginario situado en el Valle de Río Grande, en la frontera entre México y Estados Unidos. El libro consta de cuatro partes que cambian de forma narrativa y muestran a un autor hábil que conoce la técnica y que busca el modo de interesar al lector: el manuscrito encontrado, la transcripción de grabaciones orales, la narración multiforme, el uso -variado y sutilísimo- del diálogo, la simultaneidad de los discursos o los juegos ficcionales son algunos de los recursos utilizados.
Las Estampas... recogen retazos de historias familiares, de amistad, noviazgos, matrimonios y amoríos, a veces cargados de violencia; momentos de la vida de personajes híbridos que se mueven en una zona fronteriza de la Historia, pero también del mundo y probablemente de sí mismos. Allí se perfilan los avatares de una raza autóctona que ansía mezclarse e incluso pasarse al lado gringo donde parece que la vida es más fácil. Es destacable, por su riqueza y variedad de registros, el uso del lenguaje: la mixtura del español de México y el inglés, de expresiones cultas y vulgares que reflejan el mimo de la escritura y la extracción social de los protagonistas. En pasajes memorables, el autor consigue que las palabras suenen y que se escuchen los diálogos. Son numerosos los tipos que se aprietan en estas instantáneas, tantos que a veces se desdibujan y se pierden en el conjunto. Entran, salen, reaparecen inopinadamente; algunos se asoman, miran con asombro la realidad o viven la vida con riesgo, en un terreno incierto, a caballo entre lo ficcional y lo real, expresándose en un idioma propio.
Lo que queda tras la lectura es el olor de una raza, el sonido de un lenguaje mestizo, un punto de filosofía a pie de calle y retazos de moral estoica dentro de un estilo muy personal en el que la ironía y el humor hacen el resto. Magnífica la idea de reeditar las Estampas del valle para acercárselas al lector español, aunque se podría haber evitado alguna errata.
Las Estampas... recogen retazos de historias familiares, de amistad, noviazgos, matrimonios y amoríos, a veces cargados de violencia; momentos de la vida de personajes híbridos que se mueven en una zona fronteriza de la Historia, pero también del mundo y probablemente de sí mismos. Allí se perfilan los avatares de una raza autóctona que ansía mezclarse e incluso pasarse al lado gringo donde parece que la vida es más fácil. Es destacable, por su riqueza y variedad de registros, el uso del lenguaje: la mixtura del español de México y el inglés, de expresiones cultas y vulgares que reflejan el mimo de la escritura y la extracción social de los protagonistas. En pasajes memorables, el autor consigue que las palabras suenen y que se escuchen los diálogos. Son numerosos los tipos que se aprietan en estas instantáneas, tantos que a veces se desdibujan y se pierden en el conjunto. Entran, salen, reaparecen inopinadamente; algunos se asoman, miran con asombro la realidad o viven la vida con riesgo, en un terreno incierto, a caballo entre lo ficcional y lo real, expresándose en un idioma propio.
Lo que queda tras la lectura es el olor de una raza, el sonido de un lenguaje mestizo, un punto de filosofía a pie de calle y retazos de moral estoica dentro de un estilo muy personal en el que la ironía y el humor hacen el resto. Magnífica la idea de reeditar las Estampas del valle para acercárselas al lector español, aunque se podría haber evitado alguna errata.