Román Gubern. Foto: Manuel Cuevas

Cátedra. Madrid, 2013. 436 páginas, 21 €.

Román Gubern, catedrático emérito de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, es, sin duda, la máxima autoridad y el gran pionero en España del estudio académico y universitario tanto del cine como de otras artes y disciplinas de la imagen vinculadas.



Dos docenas de libros -desde La televisión (1965) o El lenguaje de los cómics (1972) a La confesión de Carmen (2012), pasando por Los años trojos de Luis Buñuel (2009)- y centenares de artículos y ponencias conforman un torrencial caudal de investigación historiográfica, de interpretación ensayística y de creación de aparato conceptual, un trabajo ingente no sólo volcado hacia la fijación y esclarecimiento del pasado y del presente, sino con frecuencia anticipador de las novedades y tendencias del futuro.



Así se advierte, por ejemplo, en el cuarto apartado de Cultura audiovisual, en el que se recogen textos sobre la RVI (Realidad Virtual Inmersiva), la robótica, la informática, la inteligencia artificial, Internet, la ciberbiblioteca o los "reality shows", fenómenos que Gubern ha estudiado desde el instante de sus primeros pasos reveladores.



Rescatados de su plural actividad, entre 1981 y 2011, 58 textos -catorce de ellos inéditos- quedan reagrupados en Cultura audiovisual bajo cuatro epígrafes. Al ya mencionado -"Información, comunicación y tecnología audiovisual"-, le preceden estos tres: "Del cine como texto, pretexto e ideología", "El cine norteamericano" y "Cine y cultura de masas en España". Se trata, obviamente, de un libro de carácter misceláneo, pero que presenta líneas troncales coincidentes con algunos campos relevantes dentro de las constantes de los intereses de Gubern. Así, por ejemplo, amplios materiales relativos a la Generación del 27 y a las vanguardias de entreguerras o al análisis de un amplio espectro de asuntos concernientes al cine español durante la República -y aún antes-, la guerra civil y la posguerra, el franquismo y la propia figura del general Franco.



Es difícil jerarquizar o elegir por su mayor interés unos textos frente a otros. Del primer bloque, cabría destacar "Y la luz se hizo sexo", un apretado e instructivo recuento histórico del erotismo en el cine. El balance histórico, tan resumido como detallado y dilucidador, es el hilo y el núcleo de "Los diez últimos noticiarios del Tercer Reich", "Orígenes, tanteos, lecturas y engaños" -sobre los comienzos del cine norteamericano entre 1895 y 1915-, "La imagen del comunista en el cine de Hollywood", "La historia de España en la pantalla" o "Lo mejor es reír", sobre la comedia cinematográfica española entre 1929 y 1939.



Su carácter abarcatorio y totalizador de estos ensayos me ha llevado a seleccionarlos entre las "grandes superficies" que presenta la rica, caleidoscópica y generosa textura del libro, pero también podría destacar "Periodizaciones históricas" -sobre cómo fragmentar para su estudio la historia del cine-, o "El líder político como discurso ficcional" -sobre la presencia de los políticos en la pantalla- o, por concluir, "El ciclo antisemita del cine español de posguerra".



Los lectores habituales de Gubern saben bien cómo, además de manejar todas las corrientes fundamentales de la teoría y de la exégesis cinematográfica, el ensayista pone en juego su gran cultura literaria y filosófica, instrumental que, siempre al servicio de una escritura limpia y clara, aporta una visión y unos ángulos de penetración y contextualización interdisciplinares que ensanchan la mera aproximación del erudito, del crítico o del cinéfilo, que no renuncia a ocuparse de la bofetada de Gilda o de la ducha de Psicosis.



Y, de repente, el guionista de películas y el memorialista que también es Gubern nos sorprende con un destello de emoción personal. Cuenta cómo conoció a Leni Riefenstahl, ya anciana, cuando recibió el encargo de prologar sus memorias. Y escribe: "Los periodistas que se enfrentaban a ella la trataban inevitablemente con gran agresividad, sugiriendo incluso que había sido amante de Hitler, el sujeto menos sexuado del III Reich. Una noche, tras una rueda de prensa especialmente tensa, se me abrazó llorando. Allí estaba, como un pajarito, la que había sido la reina de la propaganda nazi. Yo no estaba preparado para sus lágrimas y me costaría mucho explicar lo que entonces sentí".