Image: Ramon Saizarbitoria

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Letras

Ramon Saizarbitoria

"Me siento culpable de no haber estado suficientemente cerca de la víctimas"

11 julio, 2013 02:00

Ramon Saizarbitoria. Foto: Antonio Heredia.

El autor de 'Los pasos incontables' publica 'Martutene', ambiciosa novela de casi 800 páginas en la que disecciona la culpa que arrastra la sociedad vasca

Es un lugar común que nadie pone en duda: Ramon Saizarbitoria (San Sebastián, 1964) es el gran renovador de la literatura en euskera. Él se limita a reconocer que cuando se puso a escribir, en los 70, todo estaba por renovar. Introdujo en el País Vasco las corrientes de la noveau roman francesa y después de un largo periodo de silencio, que rompió en los 90 con Los pasos incontables, acuñó un itinerario más personal que ha desembocado en la ambiciosa Martutene, recientemente publicada en castellano por Erein. Saizarbitoria, sociólogo de formación, traza de nuevo una geografía recurrente y familiar en toda su narrativa, la del País Vasco y "su conflicto", y la coloca como telón de fondo de las desventuras de dos matrimonios en estado de decadencia. Hasta que irrumpe Lynn, una joven socióloga norteamericana que zarandeará sus respectivas relaciones. Son casi 800 páginas que denotan una minuciosidad flaubertiana ante la que la crítica (en el País Vasco primero y luego en el resto de España) se ha quitado el sombrero.

Pregunta.- ¿Es Martutene su novela cumbre, de la que se siente más satisfecho?
Respuesta.- Sentirme satisfecho... Es mucho decir: uno no alcanza nunca sus propias expectativas. Además transcurrido un tiempo desde la publicación de la novela, esta vuelve a convertirse en memoria, en algo nebuloso otra vez, y se impone lo que dicen los demás, los lectores y, sobre todo, la crítica. Y sí, parece que la crítica viene a decir que es lo más ambicioso que he escrito.

P.- Ha comentado que es la última novela para adultos que escribirá, que ahora se dedicará a la literatura juvenil. ¿Cansancio? ¿Lo tiene todo dicho?
R.- He comentado eso sí, y en mala hora. Me apetecía y me apetece repetir la experiencia que tuve con La tradición de Kandinsky, que, en euskera, ha tenido cierto éxito entre la población joven. Me es muy agradable escuchar que gusta a los jóvenes. Quería repetir la experiencia porque, además, siento que tengo cosas que decirles. Un síntoma de vejez probablemente. Pero lo estoy intentando y la historia se me va por recovecos a los que no conviene llevar a un lector joven y he entendido que aquél Kandinsky lo escribí sin más, como lo hago normalmente, sin pensar en un segmento de población concreto y resultó que era apropiado para los jóvenes. De manera que continuaré echando botellas al agua y a ver quien las pesca. Cansado no estoy, sí preocupado por la posibilidad de cansar a los demás.

P.- Aun sí señala que queda mucho por contar de la violencia en el País Vasco...
R.- Siempre hay algo que decir. La literatura puede jugar un gran papel de cara a la superación del llamado "conflicto".

P.- Ya ha salido el TEMA. Le ha sorprendido que ciertos sectores, a los que la novela no deja en buen lugar (nacionalistas excluyentes), hayan acogido Martutene con más respeto de lo que esperaba. ¿Lo considera un signo positivo de los nuevos tiempos?
R.- Es verdad que tenía miedo de que algunos sectores que pueden no estar de acuerdo con muchos de mis planteamientos rechazasen la novela también en el plano literario. No ha ocurrido así y me parece que es expresión de un avance. Hay gente que parece decir "no estoy de acuerdo con muchas cosas que aparecen en el libro, pero me parece un buen libro".

P.-¿Qué quiere decir cuando afirma que ha escrito Martutene de buena fe?
R.- Exactamente eso. Que lo he escrito sin intención de hacer daño a nadie, que hablo de sentimientos y esos son indiscutibles. No soy ingenuo y sé que la maldad existe pero está muy repartida. Escribir de buena fe es ser despiadadamente crítico, para empezar, con uno mismo.

P.-¿Qué ganan y qué pierden sus historias trasvasadas al castellano?
R.- Es difícil saberlo. Lo que no cabe duda es que la lengua condiciona el mensaje. Algunas cosas dichas en una lengua pueden parecer más cordiales o menos hirientes que si utilizamos otra. Eso es así.

P.- Explica que en la versión castellana sobresale más la cuestión de la violencia. ¿A qué cree que se debe?
R.- Supongo que también he dicho eso. Lo que si está claro es que en la presentación del libro en castellano, ya fuera por el interés de los periodistas o porque yo mismo daba pie, nos centrábamos más en ese aspecto. Por otra parte entiendo que cuando alguien que escribe en euskera sale a la palestra, se imponga el TEMA. Pero la crítica en castellano no está señalando especialmente ese aspecto.

P.-¿La escritura le ayuda a atenuar la sensación de culpa que arrastra por los estragos del fanatismo político en su tierra? Es curioso sentirse culpable de acciones y conductas que uno mismo no ha realizado, ¿no?
R.- Bueno, sí que tengo cierta tendencia a sentirme culpable... del calentamiento del planeta del agujero de la capa de ozono, de las "alegrías" del pasado que nos han llevado al actual desastre económico y, desde luego, de no haber estado suficientemente cerca de las víctimas de la violencia. Francamente lo que me extraña es que otra gente eluda alegremente su responsabilidad. En cuanto a lo de cargar con las culpas de otros, es cierto, resulta estúpido pero algunos no lo podemos evitar. Es un gregarismo elemental muy primitivo del que, ciertamente me gustaría liberarme. ¿Por qué tengo que sentir vergüenza de que un miembro de mi familia tenga deudas y orgullo porque el equipo de mi pueblo ha ganado un partido de fútbol?

P.-¿Cuándo le dicen de usted que es el "gran renovador de la literatura vasca" qué le parece? ¿En qué sentido cree que ha aportado una renovación la narrativa de su lengua?
R.- Me parece que me tocó vivir un período histórico en el que todo estaba por renovar. Lo tuve fácil porque cuando empecé a escribir la narrativa vasca estaba muy atrasada. Mi aportación fue ponerme a contar las cosas que le interesaban a un joven urbano de mi generación tal y como las contaban los novelistas europeos y, más concretamente, los franceses. Mi época es hacia el final de los sesenta con Robbe-Grillet, Claude Simon, Butor y compañía.

P.-¿Cómo describiría el momento que viven las letras vascas? Este último curso parece haber sido muy importante de cara a su penetración en el resto de España.
R.- Hay nombres que se están consolidando en el panorama literario español en el que hasta hace poco solo brillaba Atxaga. Pero faltan algunos. La cuestión de cómo y por qué -y por qué no- se transciende de un ámbito literario a otro es muy compleja. Hasta ahora, parecía que, prácticamente, la única vía posible consistía en ganar el Nacional de narrativa. Es obvio que eso está cambiando y puede deberse a que el nivel desarrollo de la narrativa en euskera resulta difícil de ignorar. Quizá la crítica vasca está siendo más tenida en cuenta. No lo sé. Lo que sí se es que hay autores muy interesantes que no transcienden y es una pena. Hay obras que no son exportables, que no son vendibles en las magnitudes que exige el sistema, a pesar de ser muy buenas y a veces, precisamente por ser muy buenas. Pero este es un asunto que afecta a todas las literaturas y a todos los mercados. Es más, creo que lo bueno y original tiene menos dificultades para emerger en las lenguas "pequeñas" que en las "grandes". Es mi opinión.