César Vallejo retratado por Picasso en 1938. Este retrato se incorporó a la edición prínceps de España, aparta de mí este cáliz.



Ediciones Ardora publica por primera vez una versión facsímil y exenta de la edición prínceps de 'España, aparta de mí este cáliz', con el prólogo de Juan Larrea y el retrato del poeta pintado por Picasso | Esta edición recoge el orden original de los 15 poemas que componen el libro, tal y como se publicó en el Monasterio de Montserrat por Manuel Altolaguirre, mientras el frente republicano estaba a punto de colapsarse.




Decía en algunas ocasiones su viuda Georgette que César Vallejo había muerto de España. Y algo de eso hubo: nuestro país fue para el poeta un amor de los que matan. Mientras agonizaba pedía que le llevaran a España. Le sobrecogió la locura sangrienta que se desencadenó en 1936. Él vivía en París pero seguía muy de cerca las evoluciones del asalto de Franco a la República. Participó con el ánimo encendido en la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española. Y viajó en dos ocasiones por diversas ciudades españolas durante la contienda.



En la segunda, en julio del 37, intervino en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas de Valencia. Esas visitas le removieron la conciencia y le llevaron a escribir poesía de nuevo, después de muchos años sin hacerlo (Trilce, su anterior poemario, se publicó en 1922). Puede decirse pues que España también resucitó como poeta a Vallejo. El zarandeo emocional que sufrió le empujó a escribir España, aparta de mi este cáliz, un canto de dolor y combate que cuajó en el otoño de 1937 y vio la luz en el 39, cuando Vallejo ya había fallecido, en una edición para la leyenda que ahora, casi tres cuartos de siglo después, publica Ardora en versión facsímil.



Cuando el frente republicano se desmoronaba en Cataluña por el empuje de las tropas franquistas, Manuel Altolaguirre, miembro de la generación del 27 y virtuoso de la edición, intentaba dar forma a una tirada del poemario de Vallejo en el Monasterio de Montserrat. El poeta malagueño estaba al cargo de la imprenta del templo, que databa de finales del siglo XV y había sido montada por discípulos directos de Gutenberg. Allí el Gobierno de Cataluña había instalado el Hospital del Ejército del Este. Un detalle que tuvo su importancia en la génesis del libro. De hecho, no fueron pocas las vendas de los heridos que se utilizaron para fabricar el papel sobre el que se imprimió. Junto con una bandera fascista y el traje de un soldado moro... Esto último lo aporta el mito y nunca sabremos en qué medida fue cierto.



El caso es que Altolaguirre alumbró una edición prínceps de 1.100 ejemplares, completada el 20 de enero de 1939, que a pesar del asedio del tiempo y la carencia de material salió con su clásico marchamo de elegancia estética. Poco después irrumpió en el monasterio la vanguardia del ejército franquista. Durante muchas décadas se pensó que habían quemado los ejemplares atesorados en sus estanterías. Hasta que en 1983 se comprobó que aún pervivía un solo volumen de la obra de Vallejo. Un verdadero "fósil de nuestra cultura". Así lo define José María Parreño, poeta y editor de Ardora.



En él confluyen las huellas de cuatro figuras emblemáticas. Aparte de las del propio Vallejo y Altolaguirre, también están bien grabadas las del poeta Juan Larrea, que escribió el prólogo, y la del mismísimo Picasso, que aportó un dibujo del autor de Trilce como preámbulo de los versos. Larrea contó posteriormente cómo convenció a Picasso: "Él no conocía a Vallejo. Apenas se produjo la muerte de César, me reuní, una larga tarde, con el pintor y le leí un buen puñado de versos vallejianos. Picasso, profunda y visiblemente emocionado, exclamó: 'A éste sí que le hago un retrato'".



La iniciativa de Ardora permite por primera vez desde entonces contemplar ese fósil tal cual fue concebido. Nunca hasta la fecha ha podido verse así, salvo por los escasos privilegiados que han tenido acceso al ejemplar custodiado por los monjes del monasterio. Y han sido muy pocos, según explica a El Cultural José María Parreño, porque velaban por este valioso legado con mucho celo. El hispanista Alan E. Smith, profesor en la Boston University, ha sido uno de los pocos estudiosos que ha tenido esa suerte. Fue este académico, además, el que convenció a los benedictinos de la opción de publicar una versión facsímil. Al parecer pesó mucho a la hora de persuadirlos la difusión que podría proyectarse más allá de sus muros del rico patrimonio bibliográfico que se alberga allí. Y el descanso que les proporcionaría, ya que cualquier estudioso interesado en Vallejo no tendría que desplazarse por fuerza al monasterio para consultar allí la edición primitiva de España, aparta de mí este cáliz.



En el volumen que ahora lanza Ardora incorpora un epílogo del hispanista norteamericano, que hermana a Vallejo con Picasso y Goya, como un testigo que da cuenta del horror a través de su arte: "En este libro épico desemboca el torrente vital y poético de César Vallejo, en una mezcla de dolor personal y político, y canto de fe, de una fuerza universal sólo comparable a los grandes lienzos de Goya (Los fusilamientos del 3 de mayo) y el Guernica de Picasso". Y no le falta razón.



El orden de los versos, ¿cuestión menor?

La posición de este poema en el libro ha dado mucho que hablar. En las ediciones posteriores a la prínceps de Altolaguirre aparece en decimocuarto lugar, es decir, penúltimo, justo antes de España, aparta de mí este cáliz. Mientras que en la versión original pergeñada en el monasterio, la que ahora publica Ardora, cierra el poemario. Alan E. Smith defiende esta posición porque, afirma, "tiene su lógica que el último sea una llamada a la alerta".



¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima apesar suyo,

del verdugo apesar suyo

y del indiferente apesar suyo!

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

negárate tres veces,

y del que te negó, después, tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaberas!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de los que te aman!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!...