Ferdinand Von Schirach

Traducción de M. J. Díez Pérez. Salamandra, 2012, 160 pp. 14 e.

La mejor novela negra, la literatura que explora los rincones oscuros de la conflictiva personalidad humana, ha contribuido a que los lectores nos identifiquemos mejor con el estado anímico de otra persona, a sentir empatía. La comprensión del estado mental y afectivo de los demás resulta cada vez más fácil gracias a escritores como Ferdinand von Schirach (Múnich, 1964), un maestro en el arte de mostrar las cuerdas emocionales de los personajes, en este caso, cuando el sentimiento de culpa las hace vibrar. Su trasfondo familiar, de un padre nazi que fue enviado a prisión por el tribunal de Nuremberg, y su profesión de abogado penalista, son claves a la hora de entender la riqueza de matices emocionales experimentados al leer estos originales relatos. La justicia o injusticia de ciertos veredictos queda puesta en entredicho por este narrador, abogado de los personajes, que observa con cuidado y sobrepesa los motivos del suceso delictivo, de la culpa.



El primer volumen de relatos de Von Schirach, Crímenes (2009), laureado con un premio, fue un superventas que se mantuvo casi un año en la lista de los más vendidos de Der Spiegel. Suele decirse que sus argumentos están inspirados en su práctica jurídica. Sea como sea, la singularidad de estas historias reside tanto en los relatos mismos, donde la culpa siempre resulta ambigua, como en la manera de incluir en ellos al lector. Con unas pocas palabras dibuja una escena trágica y nos sitúa a su borde, de espectadores. No son relatos a lo Borges, donde el lector interpreta el cifrado del mundo en símbolos, no, aquí se trata de meterlo en la historia, en el crimen. Los trazos narrativos de corte expresionista nos envuelven.



"Fiestas", con el que se abre la colección, seduce al momento. La realidad representada resulta sen- cilla. Se trata de una fiesta popular, donde se divierten los ciudadanos corrientes. Hay música, por supuesto, tocada por una banda disfrazada de payaso, y hace calor. Un músico llama la atención a la camarera, una chica de 17 años. Pide unas cervezas. Cuando la joven lleva las jarras de cerveza se cae, la bebida moja su camiseta blanca, y el relieve de sus pechos excita a los músicos. La muchacha acaba tirada en el suelo, sucia de esperma y saliva, magullada. Los músicos son arrestados.



Los relatos que siguen presentan circunstancias parecidas, donde la culpa no es achacable a la inherente maldad de los seres humanos. Hay personas a las que el destino impredecible se les cruza en el camino. A varias, muy desafortunadas, un pervertido las viola; unos aburridos chicos de un internado, que descubren los ritos de una absurda orden de iluminados, acaban colgando a un inocente de una cuerda. Una niña acusa en falso, por celos, al marido de su maestra o un hombre intenta salvar a su hermano de sí mismo.



Diferente de los otros relatos, "La llave" es una parodia, que bien pudiera servir para un guión de Almodóvar. Aparecen tipos de lo más peculiar, un ruso, veterano de la guerra de Chechenia, que vende cualquier cosa, armas e incluso tanques, pero en este caso drogas, que los compradores, dos alemanes, prueban con unas chicas. La entrega en Berlín de las píldoras incluye un enorme perro que se traga la llave de la caja fuerte donde se guarda el dinero del pago. Estos relatos y su autor merecen nuestra atención.