El poeta chileno Nicanor Parra, Premio Cervantes de las Letras 2011. Foto: Sergio Marra



Contaba viernes pasado Ignacio Echevarría que había ido a la casa de Nicanor Parra a felicitarle por el Cervantes, premio que el escritor casi centenario recibirá de forma tardía -coinciden todos- este 23 de abril. Escribía el colaborador de El Cultural que el chileno andaba a vueltas con el discurso del galardón, acompañado de un ejemplar del Quijote lleno de anotaciones. Es que la fecha se acerca y no sólo es él quien se prepara, aquí en España comienza ya a dispararse el calendario de actos, charlas, lecturas. Porque si para algo sirve el Cervantes es para levantar una letanía de palabras en torno al premiado que dura hasta el anuncio de un nuevo ganador. Es una denuncia resignada que lanza el escritor y ex ministro de Cultura César Antonio Molina, que esta tarde participará en uno de estos homenajes a Parra, el que celebra la Casa de América bajo el epígrafe Antidiálogos sobre Nicanor Parra. Junto a él, a las 19.30 horas, estudiosos, poetas, profesores y el embajador de Chile en España debatirán sobre el fundador de la antipoesía.



En una conversación previa con algunos de los participantes en el coloquio, Molina expone otra queja más. ¿Qué falta por peinar de Parra? ¿Qué debates puede suscitar su palabra hoy? Y contesta él: "Queda leerlo, que es lo que hay que hacer con los poetas fundamentalmente. Y a él muy pocos lo han leído". Dice bien, el nombre de Parra nos ha seguido llevando, durante demasiado tiempo, al de su hermana Violeta. Y aún hoy, con la larga estela del premio, sigue siendo un desconocido en España. Sus versos, una experiencia fuerte y en nada complaciente ni con el lector ni con el sistema literario y ni siquiera con el autor, no le han puesto fácil la popularidad. Tal vez, continúa Molina, sea culpa de sus raíces, más norteamericanas o inglesas que propiamente españolas: "Parra ha cultivado más ese mundo del norte de su continente. Quizá debido a eso también se retrasó la llegada del premio, del que era merecedor desde hace muchísimos años. Ese vínculo con la generación beat y la literatura anglosajona lo apartó de nuestro ámbito a pesar de ser un gran poeta de nuestra lengua", prosigue Molina, que en la cita de esta tarde hablará de sus encuentros con él en su casa de Cartagena, que recuerda plagada de artefactos, "de objetos sorprendentes de ese mundo de la ironía de los objetos y del surrealismo".



María Ángeles Pérez López, profesora de Literatura Norteamericana de la Universidad de Salamanca y coordinadora del encuentro, apunta una variable más a los porqués del tradicional desconocimiento de Parra: "Es un poeta que nos plantea muchos retos. Tiene una parte de poemas más tradicionales pero trabaja con artefactos visuales, con las tarjetas postales... los suyos son poemas que se escapan permanentemente de las clasificaciones y, con toda seguridad, a las propuestas de los profesores". Para ella, que coordinó la antología de Parra Papeles en blanco, preparada en el marco del premio Reina Sofía, el Cervantes permitirá que lo visibilicemos mejor: "Sobre todo, que lo veamos en su conjunto, y digo ver porque la imagen es muy importante en Parra. Hay que visualizarlo como un proyecto cuestionador de sí mismo y de la sociedad en la que vivimos. Parra es un reto grande y apasionante, de un humor grueso que a veces nos hace llorar".



Un estremecimiento

El poeta Niall Binns se topó por primera vez con Parra en Chile, allá por el 91. En una antología que cayó en sus manos figuraban sus poemas No hay olvido, Los vicios del mundo moderno y Soliloquio del individuo. Hoy lo recuerda así: "Ni antes ni después he sentido un impacto tan grande ante un poema. Había algo a la vez cercano y enigmático, cotidiano y disparatado, algo con lo cual me identificaba plenamente y que me resultó no sé si conmovedor, más bien perturbador. Un par de días más tarde veía en el periódico la noticia de una lectura de Parra, que me volvió a impactar. Terminé dedicado mi tesis de Magister a la antipoesía y he seguido trabajando sobre ella, escribiendo sobre ella, y sintiendo todavía ese impacto, ese estremecimiento". Binns es otro de los ponentes del encuentro de la Casa de América y abunda en la tesis de César Antonio Molina cuando afirma que en España no se ha sabido leer a Parra: "Eso explica que en muchos países hispanoamericanos se vea la poesía española como una poesía formalista, sin soltura. Hay excepciones, por supuesto".



Según Binns, el Cervantes sí ayudará a que en España se le conozca mejor. Pero, más bien, Parra servirá, augura, para que el Premio recupere su prestigio. "Es poco serio el sistema de alternancia que, por algún motivo, parece haber sido aceptado como norma. Y es poco serio que el premio se haya quedado 19 veces en España, un solo país, y que se haya repartido las otras 18 veces entre los 19 países restantes". María Ángeles Pérez López aporta que la dificultad de canonización de la obra de Parra ha retrasado la concesión del galardón más prestigioso del español a su obra: "Él ha recibido premios desde su primer libro, los más importantes, lo que ocurre es que un galardón de esta entidad se encuentra con una poesía que es difícil de aprehender, de canonizar, porque cuestiona el concepto mismo de canon. Parra dialoga con la tradición, pero también con el canon occidental, con Harold Bloom... El Cervantes es tardío aunque merecidísimo y a tiempo. Si ha tardado es por el reto que la antipoesía nos plantea para ser aceptada por un sistema, el literario, que él mismo cuestiona cuando, por ejemplo, se burla de la solemnidad grecolatina ("Neo vulgaridad chilensis versus solemnidad grecolatina"), o cuando se ríe del paraíso del tonto solemne que para él es la poesía hasta que llegó él".



También coinciden los invitados a la charla en la actualidad del poeta. Molina sostiene que ésta reside en una obra que, aunque muy anclada en su tiempo, tiene una labor de construcción, destrucción y arqueología de la palabra que la hace actual. Mientras que Binns apuesta por su "espíritu permanentemente crítico frente al mundo, frente a sí mismo y frente a la escritura en sí" como un motivo para leerlo hoy. Ante él, ya se sabe, la indiferencia es una entelequia, su apuesta arriesgada y cuestionadora, ataja Pérez López, lo convierte en un reto por el que uno no pasa sin estupefacción o sorpresa. La antipoesía, recuerda la profesora citando a René de Costa, es "como una ducha de agua fría".



"Me quedo de él con la la creación, la inventiva, la autodestrucción de la palabra y del poema, la antirretórica, el divertimento, la ironía del lenguaje, con cómo juega con él y conspira contra la propia sociedad y el mundo que no le gusta a través él", elige César Antonio Molina. "Yo, con la infatigable búsqueda de una comunicación con el lector, con la insólita combinación de cotidianidad realista y experimentación formal que hay en su obra", destaca Binns. Pérez López insiste en el impacto de su obra en el lector, como comprueba cada día con sus alumnos, y cierra la charla preguntándose cómo se modera un Antidiálogo: "¡A mí también me gustaría saberlo! Se me ocurre una respuesta: teniendo en la mesa personas tan relevantes y que conocen tan bien, con tanta pasión y tanta agudeza al antipoeta". Así que suban a su montaña rusa esta tarde, aunque sepan que el homenajeado no responde si bajan "Echando sangre por boca y narices".

La montaña rusa

Durante medio siglo

La poesía fue

El paraíso del tonto solemne.

Hasta que vine yo

Y me instalé con mi montaña rusa.



Suban, si les parece.

Claro que yo no respondo si bajan

Echando sangre por boca y narices.