Tras el éxito de Amadeu, Antoni Comas protagoniza la versión española de Candide de Bernstein. Paco Mir se ocupa de la escena y Manuel Coves dirige, a partir del 14 de marzo, a la Joven Orquesta de la Comunidad en una de las partituras más simpásticas del repertorio operístico.
Uno de los mayores éxitos del pasado Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial fue la presentación de Candide de Bernstein. Una labor realmente brillante la de Paco Mir y su equipo. Cargada de sano humor, la producción, que se repone ahora en los Teatros del Canal de Madrid a partir del miércoles, cuenta con un buen reparto, al frente del cual figuran Antoni Comas -que tan buen recuerdo dejó con su encarnación del Amadeu de Boadella en el mismo escenario-, María Rey Joly, Jesús Castejón, Xabier Ribera-Vall, Juanma Cifuentes, César San Martín, Eva Diago y Anna Mateo. Todo estuvo en aquella ocasión bien movido y ensayado. Los integrantes del Joven Coro de la Comunidad aportaron un entrañable entusiasmo. Lo mismo que, de nuevo, Manuel Coves, que gobierna el conjunto, con la Joven Orquesta de la Comunidad en el foso, haciendo gala de mucho orden y estimulante dinamismo.



El planteamiento escénico de Mir trata de sacar a la superficie los aspectos más graciosos y chocantes de la obra, que se enfoca casi más como comedia musical, aunque el autor la concibió como opereta propiamente dicha, en la senda de Gilbert y Sullivan, entremezclada con la dinamita derivada del texto de Lillian Hellman y Richard Wilbur, que supieron conservar el sentido de la escritura metafórica del original de Voltaire. Todo está envuelto en un humor rechinante y tocado de sentido del absurdo, aspectos enaltecidos por la radicalidad intelectual de Bernstein y sus colaboradores.



El viaje iniciático de Candide -personaje crédulo y curioso donde los haya- lo llevará de Westfalia a Constantinopla, pasando por Lisboa, París, Cádiz, Buenos Aires, Montevideo, El Dorado y Surinam. Todo un desfile que permite al compositor trazar, con una maravillosa orquestación, ritmos variados y una vena melódica admirable, distintos y muy atractivos cuadros, llenos de vida y de color. La acidez de la visión original quedó algo atenuada por las posteriores revisiones, la primera en 1973, que fueron cambiando detalles e incorporando nuevas letras e incluso músicas. Bernstein realizaría en 1988, dos años antes de su muerte, una definitiva actualización, en la que conservó algunos de los añadidos y modificaciones. Mir emplea, sin embargo, el texto revisado en dos actos de Hugh Wheeler, que es el de la versión de 1973, con letras adicionales de Stephen Sondheim, John La Touce y Dorothy Parker. Hay orquestaciones adicionales de Hershy Kay y de John Mauceri.



De la traducción al castellano se ha encargado Marius Serra, que ha intervenido también, junto con el director de escena, en la puesta al día de las canciones. Buena ocasión para degustar otra vez piezas realmente magistrales como la jugosa obertura, un magnífico y electrizante popurrí, y el aria de Cunegonda Glitter and Be Gay, un prodigio de virtuosismo vocal de la mejor ley.