El arquitecto Jean Nouvel en Barcelona.

Entre el proyecto integral de un hotel en Viena y la remodelación de la estación de Bruselas, Jean Nouvel estrena un multiespacio gastronómico y cultural en Barcelona. La antigua fábrica de cervezas Moritz se ha reconvertido en un futurista complejo de ocio, bajo la atrevida batuta del arquitecto francés.




La puesta en escena de estos personajes suele resultar entre aparatosa y grandilocuente. Jamás se les verá llegando solos a los sitios, sino que aparecen envueltos en una nube de ayudantes que se desviven por solucionarles los pequeños detalles cotidianos, esos que a los demás mortales nos convierten en vulnerables seres de carne y hueso. En el caso que nos ocupa, Nouvel (Fumel, 1945) hace su entrada en la antigua fábrica de Moritz con ese look que le ha hecho famoso y que oscila entre cualquier personaje de Star Trek o algún replicante fugado de las escenas de Blade Runner.



Cabeza rapada al cero, cejas en punta sobre una tez extraordinariamente pálida y vestimenta en riguroso negro de la cabeza a los pies. Camisa, pantalón, zapatos, calcetines y americana. Para protegerse de la ligerísima brisa otoñal que flota en Barcelona luce sombrero y bufanda, negros como el carbón. Y, en cuanto esboza el gesto para descubrirse caballerosamente antes de saludarme uno de sus ayudantes corre raudo y veloz a sujetarle los complementos antes de prepararnos, solícito, un botellín de agua a cada uno.



El premio Pritzker 2008, con estudio propio desde 1994 y dueño de un estilo arquitectónico inclasificable, entre el rupturismo y la innovación pero sin dejar nunca de lado el entorno, ha remodelado la antigua fábrica de cervezas Moritz. Casi 5.000 metros cuadrados, divididos en distintas plantas, que él ha reconvertido en un multiespacio gastronómico y cultural con restaurantes, bar de vinos, cervecería, boutique, panadería y una sala polivalente para celebrar eventos culturales. Nouvel se ha ocupado de todo, desde las sillas tipo bistrot, que señala con orgullo mostrando cómo se apilan fácilmente sobre las mesas, hasta las cocinas, amplísimas y de look industrial, en estos siete larguísimos años que han durado las obras.



- ¿Uno se involucra más y mejor en el proyecto cuando diseña y resuelve todos y cada uno de los detalles de un proyecto?

- No es la primera vez que afronto un encargo global como éste. Acabo de terminar el hotel Sofitel de Viena, dónde me he ocupado de todo, y lo mismo he hecho aquí. He respetado el espíritu de la arquitectura industrial de la Barcelona del siglo XIX, como las bodegas subterráneas con techos abovedados y las paredes de ladrillo visto, porque eran elementos representativos del carácter del edificio. Se trata de un proyecto de renacimiento y de recuperación. La esencia de este edificio es la producción de cerveza, y eso es lo que he querido que prevaleciera. Ese es el verdadero patrimonio de esta fábrica y de la intención de mi intervención.



- Esa intención va ligada a su premisa de que los edificios han de estar ligados a su entorno y a la historia del lugar al que pertenecen ¿no es así?

- Cada vez le doy más importancia a esa idea. Intento afrontar cada proyecto sin ideas preconcebidas, quizás por eso mis obras tengan poco en común, a excepción del uso de las transparencias y los juegos de luces. Y, desde luego, parto siempre de la integración con el entorno que, para mí, es definitiva.



Nouvel dio el salto internacional a raíz de su proyecto del Instituto del Mundo Árabe, construido en París en 1987, y que le hizo famoso por su moderna interpretación de un elemento tan tradicional como las celosías árabes. Lo que hizo fue aplicar unas lentes metálicas móviles sobre la fachada de cristal del edificio, provocando unos sugerentes efectos ópticos y controlando a la vez la luz del interior. Pero...



- ¿Qué es un edificio Jean Nouvel?

- Algo que no se parece en nada a sus hermanos de padre y que está ahí para despertar emoción y para responder a la capacidad de relación con un paisaje, una luz, un cielo, una vegetación, una cultura y una historia determinados. Jamás empiezo a actuar con un plan concreto, primero estudio, analizo y observo lo qué me cuenta el lugar. Mi arquitectura es una consecuencia y siempre está contextualizada.



- ¿Qué opina de la reconversión que el arquitecto Juan Herreros acaba de hacer en las salas que usted creó en el centro de Arte Reina Sofía?

- ¿Reconversión? No tenía ninguna noticia al respecto. ¿Han cambiado sólo el techo o quizás algo más? (Silencio tenso).



- Es un amante de las ciudades. ¿Cómo cree que evolucionarán en el futuro?

- Obviamente, no todas las ciudades están al mismo nivel de desarrollo. Algunas de ellas están en plena constitución, otras han envejecido... En general las ciudades europeas están en fase de evolución y transformación interna, ya que suelen ser muy antiguas. En ellas conviven los edificios autistas, que crean vacíos urbanos, con los parques, los barrios de viviendas sociales, las zonas más residenciales... Mientras que las ciudades de países emergentes están en constante ebullición, como a punto de estallar. Una gran metrópolis como París, en cuya área metropolitana viven diez millones de personas, pasa por un momento transformación y no podemos dejar que cambie espontáneamente, hay que redirigirla con planes de urbanismo que tengan muy en cuenta la sostenibilidad y los transportes, uno de los caballos de batalla de las grandes ciudades. Eso exige una revisión exhaustiva porque parámetros como la habitabilidad y la confortabilidad de las ciudades tienen consecuencias políticas y sociales.



- ¿El uso de la tecnología facilita el trabajo de un arquitecto?

- Digamos que le permite jugar mucho y muy bien. El ordenador permite simulaciones de todo tipo, diseños intercambiables, montar y desmontar piezas. Da muchas posibilidades, facilita los diagnósticos y los posibles medicamentos a aplicar. Se ha convertido en un artefacto imprescindible en el estudio de un arquitecto.



- Creo que es usted un gran gastrónomo, por eso supongo que habrá disfrutado con este espacio. ¿Se siente más gourmet que gourmand o a la inversa?

- Me interesa muchísimo la gastronomía, desde todos los puntos de vista, como consumidor, como teórico y como arquitecto, ya que la cocina es un espacio importantísimo del hogar. Soy un gran hedonista, y como tal me encanta disfrutar del placer de comer. Hay que vivir para comer, y no solo comer para vivir. Proyecté el hotel Saint James en Bouliac (Burdeos) y desde entonces me dejo caer por allí de vez en cuando para saborear su deliciosa cocina mediterránea con toques exóticos. Y también cocino cuando puedo. Hago un pastel de chocolate con castañas que preparo el día de Navidad y que, según mi familia, es extraordinario.